Ciudad del Vaticano.- Existe un acto único en su género en la religión católica, y esta es la bendición papal “Urbi et Orbi” que traducida del latín significa “a la ciudad (de Roma) y al mundo”, la cual solo se realiza en momentos únicos o extraordinarios, como la actual crisis sanitaria que se vive por el SARS-CoV-19.
Según la tradición teológica católica, ningún otro obispo puede realizar esta oración, y la misma se otorga para la remisión por las penas de pecados ya perdonados, es decir, confiere una indulgencia plenaria bajo las condiciones determinadas por el Derecho Canónico.
Los momentos en los que se imparte la bendición es al ser elegido sucesor de Pedro, en Navidad, así como en Pascua, razón por la cual siempre se ha llevado a cabo con público en la Plaza de San Pedro.
No obstante, esta ocasión es completamente diferente, el Papa Francisco se dispuso a llevar a cabo esta oración, la cual fue transmitida a través de distintos canales de televisión y vía a streaming, por la pandemia del coronavirus con una Ciudad del Vaticano vacía en su totalidad.
En esta ocasión en específico, el Papa Francisco leyó el evangelio según San Marcos, de manera específica el pasaje en el cual una tempestad amenazó con hundir la barca en la que Jesús iba con sus discípulos a quienes aterrados les dijo “¿a caso todavía no tienen fe?”.
Respecto a la misma reflexionó “en esta barca estamos todos, como esos discípulos que hablan con una única voz, y con angustia dicen ‘estamos perdidos’”; no obstante, en la actualidad debemos todos mantenernos juntos, pues dicha tempestad no se enfrenta de forma solitaria.
Acto seguido, agradeció a los médicos, enfermeras, limpiadores, sacerdotes, religiosas, voluntarios y las fuerzas de seguridad por ser aquellas “personas comunes” que “están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia”, por quienes pidió a Dios.
Tras su homilía, se retiró del atril y rezó frente a la imagen de la virgen María, luego frente a la del Cristo al que se le atribuye la sanación de la gran peste.
Después, el máximo jerarca de la iglesia católica ingresó a la Basílica de San Pedro donde oró frente al Santísimo Sacramento del Altar para posteriormente finalizar con la Indulgencia Plenaria ante una Plaza de San Pedro vacía mientras las campanas del Vaticano se hacían sonar.
La bendición permitirá a los católicos obtener la indulgencia, en otras palabras, el perdón de sus pecados en un momento difícil para el globo entero.