/ sábado 13 de abril de 2019

Assange, en estado deplorable; detención lo salvó de la locura

Paradójicamente, la detención pudo salvarlo de la locura y la muerte

PARIS – La detención de Julian Assange, aunque resulte paradójico, probablemente salvó al creador de WikiLeaks de la locura y la muerte.

Después de siete años de reclusión en la embajada de Ecuador en Londres, su salud sufrió un profundo deterioro que comenzaba a poner en peligro su vida y su soledad había trastornado su equilibrio.

Los médicos que lo examinaron a fines del año pasado y los abogados australianos que lo visitaron en la embajada en febrero salieron alarmados por el estado que presentaba ese hombre que, a los 47 años, tenía el aspecto de un septuagenario.

ONU pide garantizar juicio justo a Julian Assange

Assange sentía fuertes dolores en un hombro, probablemente de origen reumático, necesitaba someterse a un tratamiento dental con urgencia, padecía dificultades respiratorias y sufría una profunda depresión. Los médicos sugirieron buscar un método para que pudiera ser trasladado a una clínica a fin de realizar un IRM y una cura odontológica.

Esas patologías son el resultado que suele provocar un grave déficit de vitamina D, debido a la falta de exposición a la luz solar.

Casi todos los prisioneros sometidos a un prolongado confinamiento presentan el mismo tipo de patología: depresión, debilidad, fatiga, calvicie y, en algunos casos, raquitismo.

Además de los daños físicos provocados por su largo confinamiento, con el correr del tiempo se agravaron algunos síntomas de rebelión que —al final— crearon serios problemas de convivencia con el personal de la embajada. “Soportar esta situación es muy penoso, incluso para alguien con excelente salud”, había confesado en 2014.

Su vida estaba reducida a un ínfimo espacio vital, sin ventanas ni aereación y sin otras comodidades que una cama y una mesa con una computadora. Poco después de haber llegado a la embajada, en 2012, había definido su alojamiento como “un espacio similar al de la cabina de un barco”. Para escapar de esa situación opresiva, con frecuencia salía al pasillo ubicado delante de su habitación para caminar y estirar las piernas, luego comenzó a jugar al futbol con las paredes y finalmente se dedicó a la práctica del skateboard en el hall de la misión diplomática.

Esas actitudes, que los miembros de la embajada calificaron de “comportamiento de adolescente”, procedían al parecer el stress y la extrema ansiedad provocadas por el prolongado aislamiento, según explicó Geoffrey Beattie, profesor de psicología en la Universidad de Edge Hill, en declaraciones a la BBC. Su equilibrio emocional terminó seriamente afectado.

Su situación se agravó a partir de 2017, después que Lenín Moreno reemplazó a Rafael Correa en el poder de Ecuador.

Los abogados de Assange aseguraron que, por orden de Moreno, la embajada le cortó su acceso a internet con el pretexto de que había jaqueado el server de la misión diplomática para espiar los mensajes y además se dedicaba a insultar al presidente. La pérdida de internet interrumpió el único contacto que tenía el fundador de WikiLeaks con el exterior a través de WhatsApp.

Los diplomáticos también amenazaron con expulsar a su gato, su único compañero de cautiverio, por “falta de cuidados, de higiene, ruidoso y no darle alimentación”. Por temor a esas represalias, Assange pidió a sus abogados que se llevaran el gato para cuidarlo.

Assange, a la cárcel en espera de extradición

Al final, cuando le prohibieron todas esas prácticas y amenazaron con tomar represalias contra el animal de compañía, Assange comenzó a sentir que estaba sometido a un sistema de espionaje y, al parecer, instaló una cámara secreta para observar todos los movimientos en torno de la embajada.

Probablemente esa impresión no era falsa. La Agencia 6 española le ofreció a WikiLeaks venderles en 3 millones de euros un documental sobre la detención en la embajada que, al parecer, contiene escenas “comprometedoras”. La organización rehusó comprarlo, invocando “medios financieros limitados”, pero en privado sus dirigentes comentaron que se trataba de “un chantaje infame”.

En cierto sentido, salir de ese círculo infernal que lo estaba consumiendo física y psicológicamente puede constituir una oportunidad para evitar sumergirse en un agujero negro sin retorno.

PARIS – La detención de Julian Assange, aunque resulte paradójico, probablemente salvó al creador de WikiLeaks de la locura y la muerte.

Después de siete años de reclusión en la embajada de Ecuador en Londres, su salud sufrió un profundo deterioro que comenzaba a poner en peligro su vida y su soledad había trastornado su equilibrio.

Los médicos que lo examinaron a fines del año pasado y los abogados australianos que lo visitaron en la embajada en febrero salieron alarmados por el estado que presentaba ese hombre que, a los 47 años, tenía el aspecto de un septuagenario.

ONU pide garantizar juicio justo a Julian Assange

Assange sentía fuertes dolores en un hombro, probablemente de origen reumático, necesitaba someterse a un tratamiento dental con urgencia, padecía dificultades respiratorias y sufría una profunda depresión. Los médicos sugirieron buscar un método para que pudiera ser trasladado a una clínica a fin de realizar un IRM y una cura odontológica.

Esas patologías son el resultado que suele provocar un grave déficit de vitamina D, debido a la falta de exposición a la luz solar.

Casi todos los prisioneros sometidos a un prolongado confinamiento presentan el mismo tipo de patología: depresión, debilidad, fatiga, calvicie y, en algunos casos, raquitismo.

Además de los daños físicos provocados por su largo confinamiento, con el correr del tiempo se agravaron algunos síntomas de rebelión que —al final— crearon serios problemas de convivencia con el personal de la embajada. “Soportar esta situación es muy penoso, incluso para alguien con excelente salud”, había confesado en 2014.

Su vida estaba reducida a un ínfimo espacio vital, sin ventanas ni aereación y sin otras comodidades que una cama y una mesa con una computadora. Poco después de haber llegado a la embajada, en 2012, había definido su alojamiento como “un espacio similar al de la cabina de un barco”. Para escapar de esa situación opresiva, con frecuencia salía al pasillo ubicado delante de su habitación para caminar y estirar las piernas, luego comenzó a jugar al futbol con las paredes y finalmente se dedicó a la práctica del skateboard en el hall de la misión diplomática.

Esas actitudes, que los miembros de la embajada calificaron de “comportamiento de adolescente”, procedían al parecer el stress y la extrema ansiedad provocadas por el prolongado aislamiento, según explicó Geoffrey Beattie, profesor de psicología en la Universidad de Edge Hill, en declaraciones a la BBC. Su equilibrio emocional terminó seriamente afectado.

Su situación se agravó a partir de 2017, después que Lenín Moreno reemplazó a Rafael Correa en el poder de Ecuador.

Los abogados de Assange aseguraron que, por orden de Moreno, la embajada le cortó su acceso a internet con el pretexto de que había jaqueado el server de la misión diplomática para espiar los mensajes y además se dedicaba a insultar al presidente. La pérdida de internet interrumpió el único contacto que tenía el fundador de WikiLeaks con el exterior a través de WhatsApp.

Los diplomáticos también amenazaron con expulsar a su gato, su único compañero de cautiverio, por “falta de cuidados, de higiene, ruidoso y no darle alimentación”. Por temor a esas represalias, Assange pidió a sus abogados que se llevaran el gato para cuidarlo.

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Al final, cuando le prohibieron todas esas prácticas y amenazaron con tomar represalias contra el animal de compañía, Assange comenzó a sentir que estaba sometido a un sistema de espionaje y, al parecer, instaló una cámara secreta para observar todos los movimientos en torno de la embajada.

Probablemente esa impresión no era falsa. La Agencia 6 española le ofreció a WikiLeaks venderles en 3 millones de euros un documental sobre la detención en la embajada que, al parecer, contiene escenas “comprometedoras”. La organización rehusó comprarlo, invocando “medios financieros limitados”, pero en privado sus dirigentes comentaron que se trataba de “un chantaje infame”.

En cierto sentido, salir de ese círculo infernal que lo estaba consumiendo física y psicológicamente puede constituir una oportunidad para evitar sumergirse en un agujero negro sin retorno.

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