/ jueves 13 de diciembre de 2018

Ya no es caldito sino café, lo que pide Raulito

Con 85 años de edad aún pulula entre comercios y gente; empecinado por conocer Cuba

Dicharachero, vivaracho, pero más inteligente que ignorante, Raulito ha dejado atrás su dicho “denme para mi caldito”, y ahora pide “denme para mi cafecito” aprovechando la temporada invernal.

Lo abordamos en la esquina de Zaragoza y Victoria, lugar donde pernocta habitualmente y tras recordarnos, retomó el tema añejo sobre el que versamos, para insistir nuevamente “oye cómo se vive en Cuba”.

¿Por qué? preguntamos…

“Pues porque dicen que en ese país es mejor la vida y porque mi tocayo Raúl Castro es más benevolente, ¿es cierto que da vales para zapatos, ropa y comida?

Es parte Raulito de la marginación social.


Pero al saber que la dotación era cada tres meses, por ser un país socialista, espetó “¡ha chingao mejor sigo en Gómez, porque aquí gano 800 pesos diarios!”.

Raúl Reyes Martínez, con 85 años de edad y quien dice vivir con “mamá grande” en el Cerro de la Cruz, de acuerdo a los entendidos, viaja en taxi todos los días después de “rendir” su jornada de 6 horas.

Otros dicen que hace 15 años veía a pesar de que afirma haber nacido ciego.

Tocaba la guitarra, pero esta artimaña para convencer a los paseantes del mercado ya no funciona, porque algunos preferían que se callara que destruir su amplio repertorio, así que muchos lo quieren en silencio.

Puede leer:


Pero a pesar de ello se sigue convirtiendo en un ícono de Gómez Palacio, porque como dice el refrán, es más conocido que la coca cola.

Raulito es parte de la indigencia y de la inequidad en la economía y falta de oportunidades.

Faltan más personas que tomen conciencia sobre la realidad de lo que es la indigencia, que aprendan a ayudar siempre que tengan la oportunidad.

Que comiencen a cambiar su forma de pensar y la manera en que tratan a las personas menos afortunadas, ya que no porque le haya ido mal en la vida quiere decir que tengan derecho a llamarlo vago o enjuiciarlo sin siquiera saber el tipo de persona que es.

Raulito quizá sea una víctima, o parte de la marginación social por la extrema pobreza en que se vive, pero lo cierto es que no se muere de hambre a pesar de estar ciego y sin apoyo, comparando otros más que aún tienen fuerzas y sus capacidades al 100 por ciento para trabajar, pero que por comodidad también viven de la mendicidad.

Dicharachero, vivaracho, pero más inteligente que ignorante, Raulito ha dejado atrás su dicho “denme para mi caldito”, y ahora pide “denme para mi cafecito” aprovechando la temporada invernal.

Lo abordamos en la esquina de Zaragoza y Victoria, lugar donde pernocta habitualmente y tras recordarnos, retomó el tema añejo sobre el que versamos, para insistir nuevamente “oye cómo se vive en Cuba”.

¿Por qué? preguntamos…

“Pues porque dicen que en ese país es mejor la vida y porque mi tocayo Raúl Castro es más benevolente, ¿es cierto que da vales para zapatos, ropa y comida?

Es parte Raulito de la marginación social.


Pero al saber que la dotación era cada tres meses, por ser un país socialista, espetó “¡ha chingao mejor sigo en Gómez, porque aquí gano 800 pesos diarios!”.

Raúl Reyes Martínez, con 85 años de edad y quien dice vivir con “mamá grande” en el Cerro de la Cruz, de acuerdo a los entendidos, viaja en taxi todos los días después de “rendir” su jornada de 6 horas.

Otros dicen que hace 15 años veía a pesar de que afirma haber nacido ciego.

Tocaba la guitarra, pero esta artimaña para convencer a los paseantes del mercado ya no funciona, porque algunos preferían que se callara que destruir su amplio repertorio, así que muchos lo quieren en silencio.

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Pero a pesar de ello se sigue convirtiendo en un ícono de Gómez Palacio, porque como dice el refrán, es más conocido que la coca cola.

Raulito es parte de la indigencia y de la inequidad en la economía y falta de oportunidades.

Faltan más personas que tomen conciencia sobre la realidad de lo que es la indigencia, que aprendan a ayudar siempre que tengan la oportunidad.

Que comiencen a cambiar su forma de pensar y la manera en que tratan a las personas menos afortunadas, ya que no porque le haya ido mal en la vida quiere decir que tengan derecho a llamarlo vago o enjuiciarlo sin siquiera saber el tipo de persona que es.

Raulito quizá sea una víctima, o parte de la marginación social por la extrema pobreza en que se vive, pero lo cierto es que no se muere de hambre a pesar de estar ciego y sin apoyo, comparando otros más que aún tienen fuerzas y sus capacidades al 100 por ciento para trabajar, pero que por comodidad también viven de la mendicidad.

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