/ jueves 3 de junio de 2021

[Fotos] Así fue concebido Torreón

Una gran cantidad de personas ha aplaudido el trazo de la ciudad

Torreón, Coahuila.- La historia de la ciudad Torreón, así como de cualquier asentamiento humano, es compleja y multifactorial; sin embargo, esta en particular destaca por su rápido desarrollo económico, social y evolutivo político, el cual de acuerdo con el reconocido historiador Eduardo Guerra (2006) –a quien tomamos como referencia para este texto–, no tiene comparación en el país.

La formación del Rancho de Torreón se remonta al año de 1850, cuando estuvo compuesto por una finca: la del constructor, así como de los administradores, de la Presa del Torreón –que después pasó a ser Presa del Coyote–, ello en la extensión territorial propiedad de Leonardo Zuloaga, quien encauzó el aprovechamiento de estas tierras para la agricultura.

Cabe aclarar que el señor Zuloaga adquirió las tierras que anteriormente eran de la familia Sánchez Navarro, quienes a su vez las compraron en la época de la Independencia Nacional a los marqueses de San Miguel de Aguayo y Santa Olaya y condes de San Pedro del Álamo, “a quienes fueron mercedadas en gran parte como tierras ‘realengas’, por la Corona de España, que las poseyó por derecho de conquista”.

Fue a partir de que la propiedad de San Lorenzo de La Laguna pasó a manos de los Zuloaga que comenzó propiamente la era agrícola de las tierras de manera más tecnificada y comercial, esto pues como señala Carlos Castañón (2006) en comentario a Eduardo Guerra, desde el siglo XVII ya había siembras de la vid.

Plano más antiguo de Torreón trazado en 1731 al mercedarse la propiedad a su Primer Poseedor Legal. / Foto: Captura libro Historia de Torreón de Eduardo Guerra (Ed. 2006)

El problema del uso de las aguas del Nazas acarreó problemas entre la familia Zuloaga y Jiménez –quienes compartían las tierras pues la compra fue mutua– llevó a que se partiera la hacienda procurando ambos sus intereses, quedando así, en 1852, la zona del lado de Coahuila para el señor Zuloaga y en Durango para el señor Jiménez.

A sabiendas de lo anterior, desde 1850, Zuloaga inició la planeación y el trabajo enfocado en la construcción de la presa. Su administrador, don Pedro Santa Cruz, construyó junto a sus peones una cuadra de cuatro muros de cien varas por lado, en cuya esquina sureste se erigió un torreón para vigilar los alrededores.

Años después Leonardo Zuloaga falleció y heredó todos sus bienes a la viuda, doña Luisa Ibarra, a quien se los confiscaron bajo la acusación de la República de convivir con enemigos, lo que la llevó a la imputación, que fue escuchada directamente por el presidente Benito Juárez, que ordenó se le devolvieran.

Ya en posesión de sus bienes, Luisa Ibarra intentó reorganizar los negocios agrícolas, entre ellos los del ya llamado Rancho del Torreón, pero al mismo tiempo se presentaron algunos problemas: la destrucción del torreón por la fuerte avenida de las aguas del Nazas, una nueva cuestión de límites territoriales con el señor Jiménez y la necesidad de hipotecar el mismo rancho para atender otros negocios, cada uno de los cuáles pudo solucionar.

La viuda de Zuloaga solicitó los servicios de Andrés Eppen en 1879 para los asuntos agrícolas y administrativos, lo que trajo abundancia a la región, que empezó a resentir lo deficiente de los medios de transporte existentes, lo que llevó a él a celebrar un contrato que Luisa Ibarra aceptó: ceder los terrenos necesarios para el derecho de vía y el establecimiento de una estación en las tierras del Rancho de Torreón, el cual se firmó el 24 de agosto de 1883.

Así pues, el 23 de septiembre del mismo año mencionado “las paralelas de acero llegaron hasta el Rancho del Torreón y con ellas los trenes primeros que solamente traían su material de construcción de vía”, narra Eduardo Guerra (2006).

Después, en 1886, la casa Rapp Sommer y Compañía, mediante arreglos con la señora Luisa Ibarra, adquirió la Hacienda de San Antonio del Coyote y anexos, entre los que se hallaba El Torreón, que ya comprendía El Tajito, San Luis y San Antonio de los Bravos.

Tan solo un año después, el señor Andrés Eppen –que tuvo la personalidad de apoderado y socio en participación de utilidades con Rapp Sommer– solicitó los servicios del ingeniero Federico Wulff, que se hallaba “accidentalmente en Lerdo” y “le indicó que deseaba encomendarle el trazo de unos cuadros de tierra junto al lugar donde iba a cruzar el Ferrocarril Internacional con el Ferrocarril Central”, suceso que terminó concretándose en marzo de 1888.

Fue el señor Eppen quien dispuso que las manzanas midieran 100 varas por lado y que a las calles se les otorgaran 25 de ancho; no obstante, el ingeniero Wulff, no venía preparado con los elementos de medición pues estaba por asuntos familiares en Lerdo. Ello llevó a que las mediciones se realizaran con una cinta de medir de Texas –en pies y pulgadas–, medidas con las que se trabajó bajo el falso supuesto de que correspondían a la vara castellana.

Las primeras manzanas trazadas de Torreón. / Foto: Captura libro Historia de Torreón de Eduardo Guerra (Ed. 2006)

Eduardo Guerra (2006) precisa que cuando se advirtió del error, ya se habían enajenado las primeras manzanas, por lo que lo mejor era seguir, sobre todo porque los adquirientes se veían favorecidos y nadie reclamaba.

“En el plano del proyecto, que se reproduce, aparecen trazadas en la misma forma que la colonia primitiva al lado del Internacional, otras manzanas corriendo paralelamente y en línea vertical con la vía del Central hacia el lado Sur. Estas manzanas no se poblaron desde luego en la forma proyectada, pero allí se empezaron a vender terrenos para las fábricas y el polvorín, y donde más tarde se hicieron fraccionamientos parciales, formándose las actuales colonias de San Joaquín, La Constancia, Embarcación, etc.” (Eduardo Guerra, 2006 p. 46).

Las primeras ventas se concretaron en 1888. Fue el mismo Andrés Eppen quien vendió a su propio hijo Jesús, por tres 300 pesos, la manzana número tres; después convenció a Librado Banda, su compadre y administrador del Rancho, de adquirir la dos; finalmente, la cuadra cuatro a su cuñado don Saturnino L. Lozano.

En junio del mismo año se concretó la venta, en una cuchilla de terreno que se formaba en el cruzamiento de las vías del ferrocarril, de un terreno a don Adolfo Aymes, quien era propietario en Mapimí de una pequeña fábrica de hilados y tejidos de algodón, lo que dio inicio al atractivo industrial de la ciudad como la compañía manufacturera La Alianza y la industrial Jabonera de La Laguna.

En 1893 los colonos fueron escuchados por el gobierno del estado que, al mandato de José María Garza Galán, denominó a El Torreón como Villa, con lo que se instaló un Ayuntamiento y día a día más personas inmigraron, lo que llevó al señor Eppen a vender numerosas manzanas.

En 1896 en la Ciudad de México se concretó la compra de la hacienda de Torreón al coronel Carlos González y en 1897 de este a Feliciano Cobián, cuyos fraccionamientos del centro de la ciudad llevan su apellido: Primero, Segundo, Tercero, Cuarto y Quinto de Cobián, los cuales fueron trazados sucesivamente por los ingenieros Juan M. Espagnet, en una primera instancia y Arturo F. Cortés posteriormente, quienes llevaron a la realidad una de las ciudades mejor trazadas de México.

Proyectado y trazado por el ingeniero Castillo Astrain en 1933. / Foto: Captura libro Historia de Torreón de Eduardo Guerra (Ed. 2006)

Torreón, Coahuila.- La historia de la ciudad Torreón, así como de cualquier asentamiento humano, es compleja y multifactorial; sin embargo, esta en particular destaca por su rápido desarrollo económico, social y evolutivo político, el cual de acuerdo con el reconocido historiador Eduardo Guerra (2006) –a quien tomamos como referencia para este texto–, no tiene comparación en el país.

La formación del Rancho de Torreón se remonta al año de 1850, cuando estuvo compuesto por una finca: la del constructor, así como de los administradores, de la Presa del Torreón –que después pasó a ser Presa del Coyote–, ello en la extensión territorial propiedad de Leonardo Zuloaga, quien encauzó el aprovechamiento de estas tierras para la agricultura.

Cabe aclarar que el señor Zuloaga adquirió las tierras que anteriormente eran de la familia Sánchez Navarro, quienes a su vez las compraron en la época de la Independencia Nacional a los marqueses de San Miguel de Aguayo y Santa Olaya y condes de San Pedro del Álamo, “a quienes fueron mercedadas en gran parte como tierras ‘realengas’, por la Corona de España, que las poseyó por derecho de conquista”.

Fue a partir de que la propiedad de San Lorenzo de La Laguna pasó a manos de los Zuloaga que comenzó propiamente la era agrícola de las tierras de manera más tecnificada y comercial, esto pues como señala Carlos Castañón (2006) en comentario a Eduardo Guerra, desde el siglo XVII ya había siembras de la vid.

Plano más antiguo de Torreón trazado en 1731 al mercedarse la propiedad a su Primer Poseedor Legal. / Foto: Captura libro Historia de Torreón de Eduardo Guerra (Ed. 2006)

El problema del uso de las aguas del Nazas acarreó problemas entre la familia Zuloaga y Jiménez –quienes compartían las tierras pues la compra fue mutua– llevó a que se partiera la hacienda procurando ambos sus intereses, quedando así, en 1852, la zona del lado de Coahuila para el señor Zuloaga y en Durango para el señor Jiménez.

A sabiendas de lo anterior, desde 1850, Zuloaga inició la planeación y el trabajo enfocado en la construcción de la presa. Su administrador, don Pedro Santa Cruz, construyó junto a sus peones una cuadra de cuatro muros de cien varas por lado, en cuya esquina sureste se erigió un torreón para vigilar los alrededores.

Años después Leonardo Zuloaga falleció y heredó todos sus bienes a la viuda, doña Luisa Ibarra, a quien se los confiscaron bajo la acusación de la República de convivir con enemigos, lo que la llevó a la imputación, que fue escuchada directamente por el presidente Benito Juárez, que ordenó se le devolvieran.

Ya en posesión de sus bienes, Luisa Ibarra intentó reorganizar los negocios agrícolas, entre ellos los del ya llamado Rancho del Torreón, pero al mismo tiempo se presentaron algunos problemas: la destrucción del torreón por la fuerte avenida de las aguas del Nazas, una nueva cuestión de límites territoriales con el señor Jiménez y la necesidad de hipotecar el mismo rancho para atender otros negocios, cada uno de los cuáles pudo solucionar.

La viuda de Zuloaga solicitó los servicios de Andrés Eppen en 1879 para los asuntos agrícolas y administrativos, lo que trajo abundancia a la región, que empezó a resentir lo deficiente de los medios de transporte existentes, lo que llevó a él a celebrar un contrato que Luisa Ibarra aceptó: ceder los terrenos necesarios para el derecho de vía y el establecimiento de una estación en las tierras del Rancho de Torreón, el cual se firmó el 24 de agosto de 1883.

Así pues, el 23 de septiembre del mismo año mencionado “las paralelas de acero llegaron hasta el Rancho del Torreón y con ellas los trenes primeros que solamente traían su material de construcción de vía”, narra Eduardo Guerra (2006).

Después, en 1886, la casa Rapp Sommer y Compañía, mediante arreglos con la señora Luisa Ibarra, adquirió la Hacienda de San Antonio del Coyote y anexos, entre los que se hallaba El Torreón, que ya comprendía El Tajito, San Luis y San Antonio de los Bravos.

Tan solo un año después, el señor Andrés Eppen –que tuvo la personalidad de apoderado y socio en participación de utilidades con Rapp Sommer– solicitó los servicios del ingeniero Federico Wulff, que se hallaba “accidentalmente en Lerdo” y “le indicó que deseaba encomendarle el trazo de unos cuadros de tierra junto al lugar donde iba a cruzar el Ferrocarril Internacional con el Ferrocarril Central”, suceso que terminó concretándose en marzo de 1888.

Fue el señor Eppen quien dispuso que las manzanas midieran 100 varas por lado y que a las calles se les otorgaran 25 de ancho; no obstante, el ingeniero Wulff, no venía preparado con los elementos de medición pues estaba por asuntos familiares en Lerdo. Ello llevó a que las mediciones se realizaran con una cinta de medir de Texas –en pies y pulgadas–, medidas con las que se trabajó bajo el falso supuesto de que correspondían a la vara castellana.

Las primeras manzanas trazadas de Torreón. / Foto: Captura libro Historia de Torreón de Eduardo Guerra (Ed. 2006)

Eduardo Guerra (2006) precisa que cuando se advirtió del error, ya se habían enajenado las primeras manzanas, por lo que lo mejor era seguir, sobre todo porque los adquirientes se veían favorecidos y nadie reclamaba.

“En el plano del proyecto, que se reproduce, aparecen trazadas en la misma forma que la colonia primitiva al lado del Internacional, otras manzanas corriendo paralelamente y en línea vertical con la vía del Central hacia el lado Sur. Estas manzanas no se poblaron desde luego en la forma proyectada, pero allí se empezaron a vender terrenos para las fábricas y el polvorín, y donde más tarde se hicieron fraccionamientos parciales, formándose las actuales colonias de San Joaquín, La Constancia, Embarcación, etc.” (Eduardo Guerra, 2006 p. 46).

Las primeras ventas se concretaron en 1888. Fue el mismo Andrés Eppen quien vendió a su propio hijo Jesús, por tres 300 pesos, la manzana número tres; después convenció a Librado Banda, su compadre y administrador del Rancho, de adquirir la dos; finalmente, la cuadra cuatro a su cuñado don Saturnino L. Lozano.

En junio del mismo año se concretó la venta, en una cuchilla de terreno que se formaba en el cruzamiento de las vías del ferrocarril, de un terreno a don Adolfo Aymes, quien era propietario en Mapimí de una pequeña fábrica de hilados y tejidos de algodón, lo que dio inicio al atractivo industrial de la ciudad como la compañía manufacturera La Alianza y la industrial Jabonera de La Laguna.

En 1893 los colonos fueron escuchados por el gobierno del estado que, al mandato de José María Garza Galán, denominó a El Torreón como Villa, con lo que se instaló un Ayuntamiento y día a día más personas inmigraron, lo que llevó al señor Eppen a vender numerosas manzanas.

En 1896 en la Ciudad de México se concretó la compra de la hacienda de Torreón al coronel Carlos González y en 1897 de este a Feliciano Cobián, cuyos fraccionamientos del centro de la ciudad llevan su apellido: Primero, Segundo, Tercero, Cuarto y Quinto de Cobián, los cuales fueron trazados sucesivamente por los ingenieros Juan M. Espagnet, en una primera instancia y Arturo F. Cortés posteriormente, quienes llevaron a la realidad una de las ciudades mejor trazadas de México.

Proyectado y trazado por el ingeniero Castillo Astrain en 1933. / Foto: Captura libro Historia de Torreón de Eduardo Guerra (Ed. 2006)

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