/ martes 30 de noviembre de 2021

Embalsamadores: El camino al "último adiós"

Si un cuerpo está bien embalsamado tarda más el proceso de cremación

Torreón, Coahuila.– "No están rellenos de algodón. Es más, contrario a lo que la gente piensa, aquí los cuerpos no se abren por completo", responde Carlos Alberto Flores Esquivel con una sonrisa de oreja a oreja mientras se pone una bata azul, guantes, cubrebocas y un gorro quirúrgico, lo necesario para desempeñar su labor como embalsamador que comenzó desde los 13 años de edad en el negocio familiar: Funerarias Flores.

Lo que para muchas personas pareciera un trabajo sorprendente o difícil de desarrollar, para Alberto es una actividad común tomando en cuenta que desde su niñez ha tenido contacto con los cadáveres para ayudar a sus padres en el tanatorio y asegura que nunca va a declinar de esta práctica que le resulta apasionante, y por la cual tomó distintos cursos que lo llevaron a titularse como técnico embalsamador en la Facultad de Medicina.

“Te tiene que gustar la profesión, no cualquiera puede entrar en esto. Tengo 45 años y empecé a los 13 a dedicarme a embalsamar cuerpos. Por ejemplo, me he topado con chavos que llegan a trabajar con nosotros y siempre los orientamos; nos ayudan en el proceso de vestimenta, acomodo del cuerpo, etc., pero hay algunos que a veces no quieren ni tocarlos. Unos se quedan, otros se van. Entonces sí deben ser de carácter fuerte, que no les de asco”, dijo Alberto.

En efecto, el embalsamamiento es una práctica tanatopráxica que tiene como objetivo evitar la putrefacción de los cadáveres mediante sustancias químicas, en especial el formaldehído o formol que, según explica Alberto, es el que hace la mayor parte del trabajo pero debe manejarse con mucha precaución pues es uno de los más tóxicos, aunque en el proceso va a acompañado de glicerina, alcohol y colorante.

Lo anterior, lo respalda Juana Imelda de Flores, su madre y dueña de la casa funeraria, quien se encuentra parada frente a uno de los cuartos de velación y antes de dejar que su hijo comience con la explicación del proceso para preparar un cuerpo platica cómo surgió la idea de emprender en un negocio de tal magnitud junto a su esposo Santos Flores, fallecido hace 14 años, y en el cual toda su familia lleva más de 35 años laborando.

“Trabajábamos en una clínica. Mi esposo era chófer y yo asistente de enfermera, hasta que se dio su cambio a la funeraria del hospital. De repente llegó y me dijo que si poníamos una funeraria y le dije que sí. De ahí mis hijos, tres hombres y una mujer, se empezaron a enseñar porque los traía en el trabajo mientras cargaba los muertos. Fue un cambio, no era lo mismo ser asistente que tener la responsabilidad de darles buen trato a las personas y preparar los cadáveres”, expresó Juana.

Funerarias Flores. / Foto: Nayeli Solorio | El Sol de La Laguna

EMBALSAMAR UN CUERPO: DE LA PLANCHA AL ATAÚD

Para hablar sobre la preparación de los cadáveres, Carlos se dirige de la sala de espera hacía un patio trasero. Al salir, a un costado está un portón por el cual reciben a los muertos y también hay varios cuartos, entre ellos se ubica uno de espacio reducido donde se encuentra una plancha para embalsamar, materiales quirúrgicos, químicos y maquillaje. Todo esto, es lo que se usa con la finalidad de alistar los cuerpos para que sus familiares les den el último adiós, mediante un procedimiento que dura alrededor de cuatro horas cuando la muerte es por causas naturales.

“Cuando llega un cadáver lo pasamos al laboratorio para depositarlo en la plancha, desinfectarlo, bañarlo y empezar el embalsamado: una pequeña cirugía donde se extraen las arterias, que es por donde trabajamos nosotros; enseguida ponemos una inyección y realizamos la gasificación del cuerpo, el masaje y por último la vestimenta. Como toque final aplicamos el maquillaje, aquí sí le preguntamos a la familia si lo quieren muy ‘cargado’ o natural. La verdad esto lo aprendemos sobre la marcha porque no tomamos cursos de belleza”, menciona en tono burlesco.

Desde bases en tonos naturales para la piel, labiales rojos y rosas, y distintos tipos de sombras para los ojos, es lo que estos profesionistas aplican a los difuntos para “quitarles lo pálido”. Es decir, tratan de que sus seres queridos los recuerden como los vieron en vida, simulando que el muerto solo está “dormidito”. Incluso, si un fallecido está golpeado, la tarea es reconstruirle el rostro y dejarlo intacto.

Es conveniente subrayar que cuando la muerte es violenta y el médico legista práctica la autopsia los embalsamadores tienen doble trabajo, pues la mayoría de las veces los examinadores les dañan las arterias: “No puedes trabajar un cuerpo autopsiado igual, es diferente proceso, más tardado porque muchas veces les destruyen las arterias y es con lo que nosotros ‘chambeamos’. Eso sí, ellos son los únicos autorizados para abrir por completo los cuerpos y, por ejemplo, cuando son donadores de órganos en el hospital se encargan de eso”.

Carlos Alberto Flores Esquivel, embalsamador. / Foto: Nayeli Solorio | El Sol de La Laguna

PANDEMIA: CUERPOS DIRECTO AL CREMATORIO

Con la llegada de la pandemia por Covid-19 hace casi dos años (marzo, 2020) el mundo tuvo que cambiar diferentes prácticas y readaptarse a un nuevo estilo de vida, entre ellos los negocios ya que tuvieron pérdidas económicas irreparables. Y en lo que al tema de la salud se refiere, tanto hospitales como funerarias llegaron a saturarse por la gran cantidad de personas que se enfermaron o murieron.

Así pues, en la Funeraria Flores la dinámica de trabajo también se modificó. Es decir, los cuerpos de muertos por coronavirus salen en bolsas de los nosocomios y van directo al crematorio, una técnica que comenzó a utilizarse con frecuencia a causa de este virus mortal y por la cual los difuntos solo se sacaban, se depositan en sus féretros, se aislaban y, cuando se autorizaba el cementerio, se trasladaban.

“En 24 horas incinerábamos hasta ocho cuerpos, tomando en cuenta que antes ni siquiera estábamos tan acostumbrados a la cremación. Ya después, como ya no nos dábamos abasto, las autoridades autorizaron la sepultura de los cuerpos Covid. No se embalsaban ni nada. Por ello, puedo decir que somos una de las poblaciones más expuestas, yo fui uno de los que se contagió y tuve que resguardarme un mes”, expresó Carlos.

EPOCA DE VIOLENCIA EN LA LAGUNA

Entre el 2007 y 2012 la Zona Metropolitana de La Laguna (ZML) en Torreón, Gómez Palacio y Lerdo registró un incremento en la tasa de homicidios dolosos de del 5.7 % al 88.9 % por cada 100 mil habitantes. Después, al terminar el último año del gobierno del expresidente de México Felipe Calderón, dicha cifra ya sobrepasaba 385.7 % la media nacional, convirtiendo de esta manera a la ZML en una de las regiones más violentas del mundo, según información del Inegi en el 2017 (Tropa del Silencio, 2019).

Tras lo anterior, Juana de Flores puso como ejemplo que en los años de mayor violencia en la región su funeraria llegó a tener hasta 365 cuerpos en una semana y al momento de recoger los cuerpos debían esperar el llamado de las autoridades para no exponer su vida y la de sus trabajadores: “Pasé por muchas cosas que me dejaron impactada”. Al mismo tiempo, Carlos finalizó: “A pesar de todo esta actividad tiene que seguir. Mis dos hijos crecieron aquí igual que mis hermanos, y uno de ellos tiene hasta su funeraria en Gómez Palacio. No vamos a renunciar”.

Juana de Flores, dueña de la Funeraria Flores. / Foto: Nayeli Solorio | El Sol de La Laguna

Torreón, Coahuila.– "No están rellenos de algodón. Es más, contrario a lo que la gente piensa, aquí los cuerpos no se abren por completo", responde Carlos Alberto Flores Esquivel con una sonrisa de oreja a oreja mientras se pone una bata azul, guantes, cubrebocas y un gorro quirúrgico, lo necesario para desempeñar su labor como embalsamador que comenzó desde los 13 años de edad en el negocio familiar: Funerarias Flores.

Lo que para muchas personas pareciera un trabajo sorprendente o difícil de desarrollar, para Alberto es una actividad común tomando en cuenta que desde su niñez ha tenido contacto con los cadáveres para ayudar a sus padres en el tanatorio y asegura que nunca va a declinar de esta práctica que le resulta apasionante, y por la cual tomó distintos cursos que lo llevaron a titularse como técnico embalsamador en la Facultad de Medicina.

“Te tiene que gustar la profesión, no cualquiera puede entrar en esto. Tengo 45 años y empecé a los 13 a dedicarme a embalsamar cuerpos. Por ejemplo, me he topado con chavos que llegan a trabajar con nosotros y siempre los orientamos; nos ayudan en el proceso de vestimenta, acomodo del cuerpo, etc., pero hay algunos que a veces no quieren ni tocarlos. Unos se quedan, otros se van. Entonces sí deben ser de carácter fuerte, que no les de asco”, dijo Alberto.

En efecto, el embalsamamiento es una práctica tanatopráxica que tiene como objetivo evitar la putrefacción de los cadáveres mediante sustancias químicas, en especial el formaldehído o formol que, según explica Alberto, es el que hace la mayor parte del trabajo pero debe manejarse con mucha precaución pues es uno de los más tóxicos, aunque en el proceso va a acompañado de glicerina, alcohol y colorante.

Lo anterior, lo respalda Juana Imelda de Flores, su madre y dueña de la casa funeraria, quien se encuentra parada frente a uno de los cuartos de velación y antes de dejar que su hijo comience con la explicación del proceso para preparar un cuerpo platica cómo surgió la idea de emprender en un negocio de tal magnitud junto a su esposo Santos Flores, fallecido hace 14 años, y en el cual toda su familia lleva más de 35 años laborando.

“Trabajábamos en una clínica. Mi esposo era chófer y yo asistente de enfermera, hasta que se dio su cambio a la funeraria del hospital. De repente llegó y me dijo que si poníamos una funeraria y le dije que sí. De ahí mis hijos, tres hombres y una mujer, se empezaron a enseñar porque los traía en el trabajo mientras cargaba los muertos. Fue un cambio, no era lo mismo ser asistente que tener la responsabilidad de darles buen trato a las personas y preparar los cadáveres”, expresó Juana.

Funerarias Flores. / Foto: Nayeli Solorio | El Sol de La Laguna

EMBALSAMAR UN CUERPO: DE LA PLANCHA AL ATAÚD

Para hablar sobre la preparación de los cadáveres, Carlos se dirige de la sala de espera hacía un patio trasero. Al salir, a un costado está un portón por el cual reciben a los muertos y también hay varios cuartos, entre ellos se ubica uno de espacio reducido donde se encuentra una plancha para embalsamar, materiales quirúrgicos, químicos y maquillaje. Todo esto, es lo que se usa con la finalidad de alistar los cuerpos para que sus familiares les den el último adiós, mediante un procedimiento que dura alrededor de cuatro horas cuando la muerte es por causas naturales.

“Cuando llega un cadáver lo pasamos al laboratorio para depositarlo en la plancha, desinfectarlo, bañarlo y empezar el embalsamado: una pequeña cirugía donde se extraen las arterias, que es por donde trabajamos nosotros; enseguida ponemos una inyección y realizamos la gasificación del cuerpo, el masaje y por último la vestimenta. Como toque final aplicamos el maquillaje, aquí sí le preguntamos a la familia si lo quieren muy ‘cargado’ o natural. La verdad esto lo aprendemos sobre la marcha porque no tomamos cursos de belleza”, menciona en tono burlesco.

Desde bases en tonos naturales para la piel, labiales rojos y rosas, y distintos tipos de sombras para los ojos, es lo que estos profesionistas aplican a los difuntos para “quitarles lo pálido”. Es decir, tratan de que sus seres queridos los recuerden como los vieron en vida, simulando que el muerto solo está “dormidito”. Incluso, si un fallecido está golpeado, la tarea es reconstruirle el rostro y dejarlo intacto.

Es conveniente subrayar que cuando la muerte es violenta y el médico legista práctica la autopsia los embalsamadores tienen doble trabajo, pues la mayoría de las veces los examinadores les dañan las arterias: “No puedes trabajar un cuerpo autopsiado igual, es diferente proceso, más tardado porque muchas veces les destruyen las arterias y es con lo que nosotros ‘chambeamos’. Eso sí, ellos son los únicos autorizados para abrir por completo los cuerpos y, por ejemplo, cuando son donadores de órganos en el hospital se encargan de eso”.

Carlos Alberto Flores Esquivel, embalsamador. / Foto: Nayeli Solorio | El Sol de La Laguna

PANDEMIA: CUERPOS DIRECTO AL CREMATORIO

Con la llegada de la pandemia por Covid-19 hace casi dos años (marzo, 2020) el mundo tuvo que cambiar diferentes prácticas y readaptarse a un nuevo estilo de vida, entre ellos los negocios ya que tuvieron pérdidas económicas irreparables. Y en lo que al tema de la salud se refiere, tanto hospitales como funerarias llegaron a saturarse por la gran cantidad de personas que se enfermaron o murieron.

Así pues, en la Funeraria Flores la dinámica de trabajo también se modificó. Es decir, los cuerpos de muertos por coronavirus salen en bolsas de los nosocomios y van directo al crematorio, una técnica que comenzó a utilizarse con frecuencia a causa de este virus mortal y por la cual los difuntos solo se sacaban, se depositan en sus féretros, se aislaban y, cuando se autorizaba el cementerio, se trasladaban.

“En 24 horas incinerábamos hasta ocho cuerpos, tomando en cuenta que antes ni siquiera estábamos tan acostumbrados a la cremación. Ya después, como ya no nos dábamos abasto, las autoridades autorizaron la sepultura de los cuerpos Covid. No se embalsaban ni nada. Por ello, puedo decir que somos una de las poblaciones más expuestas, yo fui uno de los que se contagió y tuve que resguardarme un mes”, expresó Carlos.

EPOCA DE VIOLENCIA EN LA LAGUNA

Entre el 2007 y 2012 la Zona Metropolitana de La Laguna (ZML) en Torreón, Gómez Palacio y Lerdo registró un incremento en la tasa de homicidios dolosos de del 5.7 % al 88.9 % por cada 100 mil habitantes. Después, al terminar el último año del gobierno del expresidente de México Felipe Calderón, dicha cifra ya sobrepasaba 385.7 % la media nacional, convirtiendo de esta manera a la ZML en una de las regiones más violentas del mundo, según información del Inegi en el 2017 (Tropa del Silencio, 2019).

Tras lo anterior, Juana de Flores puso como ejemplo que en los años de mayor violencia en la región su funeraria llegó a tener hasta 365 cuerpos en una semana y al momento de recoger los cuerpos debían esperar el llamado de las autoridades para no exponer su vida y la de sus trabajadores: “Pasé por muchas cosas que me dejaron impactada”. Al mismo tiempo, Carlos finalizó: “A pesar de todo esta actividad tiene que seguir. Mis dos hijos crecieron aquí igual que mis hermanos, y uno de ellos tiene hasta su funeraria en Gómez Palacio. No vamos a renunciar”.

Juana de Flores, dueña de la Funeraria Flores. / Foto: Nayeli Solorio | El Sol de La Laguna

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