/ martes 21 de septiembre de 2021

Las caravanas de migrantes: Sus mujeres y sus niños

”No insistas que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, iré yo, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”, dice Mikeida




Se estima que el 82 por ciento de los habitantes de Haití profesan el cristianismo y tal vez sea por eso que Mikenda, de 27 años decidió dejar la tierra que la vio nacer y seguir a su marido con quien tiene tres hijos, una de 9, otro de 4 años y un bebé de 20 meses.

Su marido quería viajar solo y cuando lograra llegar a Estados Unidos, trabajar, juntar dinero y mandar por toda la familia; sin embargo ella le recordó un texto de la biblia del libro de Rut, “No insistas que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, iré yo, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”. Y comenzó con él la caravana.

La joven madre de familia y esposa solo tiene una cosa en la cabeza, darle una mejor vida a sus hijos, “Allá en mi país no tenemos nada, ninguna oportunidad de darle algo mejor a nuestros hijos. Por eso no tuve que pensar mucho”.

Ella viene dispuesta a trabajar aseando casas, cocinar, hacer lo necesario para darla casa y comida a sus hijos. “Nosotros no queremos regresar a nuestro país, allá no tenemos nada, nos quedamos sin nada para poder venir acá”.

LADY, CON EL RECONOCIMIENTO DE SU CARAVANA

Lady, es otra haitiana de 39 años. Entre la caravana es reconocida como mujer valiente. Pues diariamente cruza la ribera del río para llevar agua y comida a quienes ya no tienen dinero para comprar.

De entrada no quiere dar su nombre, ni sus generales, pues teme que eso le afecte en el proceso migratorio que el presidente Joe Biden ofreció a quienes quieren llegar al país.

“Venimos con la ilusión de hacer una vida nueva. Pero creo que solo fue una trampa, porque ahora nos quieren deportar y no toman en cuenta todo el trabajo que hicimos para llegar acá”, dice con un dejo de tristeza.

“Mi amor, nosotros no venimos a robar a nadie. Solo queremos una oportunidad para darle una vida mejor a nuestros hijos. Yo dejé hijos en mi país. Hace 10 años salí de allá, he estado en diferentes países, trabajando y juntando dinero para venir acá”.

Lady tiene 39 años, pero aparenta menos edad, dice que ellos tratan de comer saludable, pollo, arroz, verduras, plátanos y mucha agua. Luego la gente dice que tenemos enfermedades, pero no es cierto.

ETIENNE, CARGA BOLSAS PESADAS EN SU CABEZA PARA LLEVAR A SU FAMILIA

Por otro lado, Etienn, se sumó al rol de la familia y en días intercalados cruza el río para llevar comida a su familia. De estatura pequeña pero con una gran fuerza, lleva agua embotellada y platos de comida para su familia. Ella tiene 49 años de edad. Viene con su esposo y dos jóvenes hijos.

Habló poco, pues dice no domina el español, sin temor a nada, descanso un poco bajo la sombra de un árbol, luego tomó fuerzas para subir a su cabeza una bolsa de plástico negra, con todo el cargamento de comida y botellas de agua para cruzar el río.

Se tardó aproximadamente cinco minutos. Unos metros antes de llegar, salió a su encuentro un varón de la familia, que le ayudo con la carga y en un tramo la cargo para llegar a tierra norteamericana.

Las mujeres y los niños en este viaje también sufren, lloran y soportan porque acarician el sueño de ser libres y vivir en un país que ofrece oportunidades completamente a las que tienen en la tierra que los vio nacer.




Se estima que el 82 por ciento de los habitantes de Haití profesan el cristianismo y tal vez sea por eso que Mikenda, de 27 años decidió dejar la tierra que la vio nacer y seguir a su marido con quien tiene tres hijos, una de 9, otro de 4 años y un bebé de 20 meses.

Su marido quería viajar solo y cuando lograra llegar a Estados Unidos, trabajar, juntar dinero y mandar por toda la familia; sin embargo ella le recordó un texto de la biblia del libro de Rut, “No insistas que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, iré yo, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”. Y comenzó con él la caravana.

La joven madre de familia y esposa solo tiene una cosa en la cabeza, darle una mejor vida a sus hijos, “Allá en mi país no tenemos nada, ninguna oportunidad de darle algo mejor a nuestros hijos. Por eso no tuve que pensar mucho”.

Ella viene dispuesta a trabajar aseando casas, cocinar, hacer lo necesario para darla casa y comida a sus hijos. “Nosotros no queremos regresar a nuestro país, allá no tenemos nada, nos quedamos sin nada para poder venir acá”.

LADY, CON EL RECONOCIMIENTO DE SU CARAVANA

Lady, es otra haitiana de 39 años. Entre la caravana es reconocida como mujer valiente. Pues diariamente cruza la ribera del río para llevar agua y comida a quienes ya no tienen dinero para comprar.

De entrada no quiere dar su nombre, ni sus generales, pues teme que eso le afecte en el proceso migratorio que el presidente Joe Biden ofreció a quienes quieren llegar al país.

“Venimos con la ilusión de hacer una vida nueva. Pero creo que solo fue una trampa, porque ahora nos quieren deportar y no toman en cuenta todo el trabajo que hicimos para llegar acá”, dice con un dejo de tristeza.

“Mi amor, nosotros no venimos a robar a nadie. Solo queremos una oportunidad para darle una vida mejor a nuestros hijos. Yo dejé hijos en mi país. Hace 10 años salí de allá, he estado en diferentes países, trabajando y juntando dinero para venir acá”.

Lady tiene 39 años, pero aparenta menos edad, dice que ellos tratan de comer saludable, pollo, arroz, verduras, plátanos y mucha agua. Luego la gente dice que tenemos enfermedades, pero no es cierto.

ETIENNE, CARGA BOLSAS PESADAS EN SU CABEZA PARA LLEVAR A SU FAMILIA

Por otro lado, Etienn, se sumó al rol de la familia y en días intercalados cruza el río para llevar comida a su familia. De estatura pequeña pero con una gran fuerza, lleva agua embotellada y platos de comida para su familia. Ella tiene 49 años de edad. Viene con su esposo y dos jóvenes hijos.

Habló poco, pues dice no domina el español, sin temor a nada, descanso un poco bajo la sombra de un árbol, luego tomó fuerzas para subir a su cabeza una bolsa de plástico negra, con todo el cargamento de comida y botellas de agua para cruzar el río.

Se tardó aproximadamente cinco minutos. Unos metros antes de llegar, salió a su encuentro un varón de la familia, que le ayudo con la carga y en un tramo la cargo para llegar a tierra norteamericana.

Las mujeres y los niños en este viaje también sufren, lloran y soportan porque acarician el sueño de ser libres y vivir en un país que ofrece oportunidades completamente a las que tienen en la tierra que los vio nacer.

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