/ viernes 4 de junio de 2021

¿Una boleada, patrón? Un oficio que comenzó hace casi 100 años

La clásica frase de los lustradores de Zapatos

"¿Una boleada, patrón?", es la clásica pregunta del lustrador de zapatos para atraer clientes, ganarse la elección o la simpatía, principalmente, de hombres mayores de 30 años, ya que los "chavos" de hoy, por usar tenis o zapatos de gamuza, pocas veces ocurren a este servicio que diariamente se brinda en Gómez Palacio desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde.

Los boleros o limpiabotas, de igual manera denominados así, dejan como nuevos nuestros "papos", como también ellos llaman así a los zapatos, utilizando para ello tinta fuerte de distintos colores, en ocasiones crema y finalmente grasa para dar brillo con un cepillo de cerda y terminar con el clásico trapo de mezclilla al que hacen rechinar, señal de que hay el suficiente lustro.

En la plaza principal de Gómez Palacio hay alrededor de 7 bolerías, las cuales cada una tiene dos sillas asentadas en un soporte de metal para hacer más cómoda la estancia del cliente, a quien le ofrecen un periódico para que se enteren de las últimas noticias, para más tarde iniciar con la amena e interesante plática sobre los tópicos, actuales, porque eso sí, están enterados de todo, ya que muchos clientes dejan ahí sus anécdotas y sus vividas experiencias.

Ahí, todo mundo se sienta, porque no hay clases sociales y mucho menos diferencias, pues han llegado políticos, presidentes municipales, gobernadores y hasta artistas para solicitar la tradicional boleada.

Este oficio, el cual casi cumple un siglo en México, inició con los clásicos boleros ambulantes, esos que cargaban el histórico cajón de madera, pero que hoy casi han desaparecido, pues en Gómez Palacio apenas se cuentan alrededor de 16, ya que las nuevas generaciones poco recurren para lustrar sus zapatos.

Don Francisco Salazar quien tiene más de 20 años años practicando este oficio, calcula que desde 1980 la moda del tenis se reforzó en México y por ello las boleadas disminuyeron, "pues en tiempos modernos hasta para graduarse o ir a una fiesta van en tenis... se olvidó la elegancia y pulcritud en los zapatos y claro que nos afectó un poco".

"Pero nuestra obligación es seguir rindiéndole culto al esplendor del calzado, ya que la mayoría olvida hacerlo en la casa antes de salir a la oficina".

Los limpiadores de zapato, cuyo trabajo principalmente lo ejercen los varones, viven al día con 200 ó en ocasiones 300 pesos de ganancia diarios por 8 horas de jornada.

"Antes de la pandemia llegábamos hasta los 400 pesos, sin embargo, por lógica, mucha gente se asustó y prefirió quedarse en casa, aunque algunos con sus cubrebocas llegaban a dejarnos dos o tres pares de zapatos para regresar en una o dos horas por ellos" dijo.

Fue un momento difícil, del cual apenas comenzamos a recuperarnos, pero "granea" para llevar a casa el "chivo".

Dijo además que hoy en día, una concesión tiene un valor de 200 mil pesos "y hay quienes las compran, pero en 4 y 5 meses recuperan la inversión, pero éstas siguen escasas, ya que es nuestro patrimonio familiar".

Cada uno, añadió, paga a través de Catastro más de mil pesos anuales, lo que les da el derecho al trabajo sin ser molestados.

Y pese a la crisis los más de 14 boletos instalados en esta plaza, continúan en la chamba, desafiando todo tipo de obstáculos con el único fin de sobrevivir.

"Grasa joven", también fue el clásico grito de Cantinflas en la película El Bolero de Raquel, con la cual se identifica la mayoría.

Dato:

  • Siete bolerías hay en la plaza principal, compuesta de 14 o más empleados en dos turnos

"¿Una boleada, patrón?", es la clásica pregunta del lustrador de zapatos para atraer clientes, ganarse la elección o la simpatía, principalmente, de hombres mayores de 30 años, ya que los "chavos" de hoy, por usar tenis o zapatos de gamuza, pocas veces ocurren a este servicio que diariamente se brinda en Gómez Palacio desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde.

Los boleros o limpiabotas, de igual manera denominados así, dejan como nuevos nuestros "papos", como también ellos llaman así a los zapatos, utilizando para ello tinta fuerte de distintos colores, en ocasiones crema y finalmente grasa para dar brillo con un cepillo de cerda y terminar con el clásico trapo de mezclilla al que hacen rechinar, señal de que hay el suficiente lustro.

En la plaza principal de Gómez Palacio hay alrededor de 7 bolerías, las cuales cada una tiene dos sillas asentadas en un soporte de metal para hacer más cómoda la estancia del cliente, a quien le ofrecen un periódico para que se enteren de las últimas noticias, para más tarde iniciar con la amena e interesante plática sobre los tópicos, actuales, porque eso sí, están enterados de todo, ya que muchos clientes dejan ahí sus anécdotas y sus vividas experiencias.

Ahí, todo mundo se sienta, porque no hay clases sociales y mucho menos diferencias, pues han llegado políticos, presidentes municipales, gobernadores y hasta artistas para solicitar la tradicional boleada.

Este oficio, el cual casi cumple un siglo en México, inició con los clásicos boleros ambulantes, esos que cargaban el histórico cajón de madera, pero que hoy casi han desaparecido, pues en Gómez Palacio apenas se cuentan alrededor de 16, ya que las nuevas generaciones poco recurren para lustrar sus zapatos.

Don Francisco Salazar quien tiene más de 20 años años practicando este oficio, calcula que desde 1980 la moda del tenis se reforzó en México y por ello las boleadas disminuyeron, "pues en tiempos modernos hasta para graduarse o ir a una fiesta van en tenis... se olvidó la elegancia y pulcritud en los zapatos y claro que nos afectó un poco".

"Pero nuestra obligación es seguir rindiéndole culto al esplendor del calzado, ya que la mayoría olvida hacerlo en la casa antes de salir a la oficina".

Los limpiadores de zapato, cuyo trabajo principalmente lo ejercen los varones, viven al día con 200 ó en ocasiones 300 pesos de ganancia diarios por 8 horas de jornada.

"Antes de la pandemia llegábamos hasta los 400 pesos, sin embargo, por lógica, mucha gente se asustó y prefirió quedarse en casa, aunque algunos con sus cubrebocas llegaban a dejarnos dos o tres pares de zapatos para regresar en una o dos horas por ellos" dijo.

Fue un momento difícil, del cual apenas comenzamos a recuperarnos, pero "granea" para llevar a casa el "chivo".

Dijo además que hoy en día, una concesión tiene un valor de 200 mil pesos "y hay quienes las compran, pero en 4 y 5 meses recuperan la inversión, pero éstas siguen escasas, ya que es nuestro patrimonio familiar".

Cada uno, añadió, paga a través de Catastro más de mil pesos anuales, lo que les da el derecho al trabajo sin ser molestados.

Y pese a la crisis los más de 14 boletos instalados en esta plaza, continúan en la chamba, desafiando todo tipo de obstáculos con el único fin de sobrevivir.

"Grasa joven", también fue el clásico grito de Cantinflas en la película El Bolero de Raquel, con la cual se identifica la mayoría.

Dato:

  • Siete bolerías hay en la plaza principal, compuesta de 14 o más empleados en dos turnos

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