/ martes 20 de febrero de 2018

Aun con empleo, millones de mexicanos viven en la pobreza

En los cinco, más del 70% de sus trabajadores está ocupado en el sector informal


A pesar de tener empleo, millones de mexicanos viven sin dinero, casi al borde de la miseria.
La quinta parte de la población ocupada en el país –unos 10.7 millones– gana por su trabajo a lo mucho un salario mínimo o incluso no recibe remuneración alguna. Pero en lugares como Chiapas, Oaxaca y Guerrero, la proporción de empleados mal pagados o sin paga crece a 77%, 70% y 64%.


Ejemplo de ello son las historias que te presentamos a continuación:

Chiapas: El esfuerzo de los jornaleros

Amílcar García / Diario del Sur

Apenas sale el sol y el machete desenvainado de cientos de jornaleros agrícolas ya está aporreando la caña de azúcar aquí en la zona baja de Huixtla, al sur de Chiapas. Sin necesidad de despertador, desde las 5 de la mañana empiezan a afilar sus machetes para el corte de la vara dulce, uno de los cultivos más representativos de la región.

El esfuerzo de los jornaleros de la caña es titánico, muchas veces inhumano. Su regreso a los albergues que habitan es hasta pasadas las 6 de la tarde.

José Zunún, originario de una aldea de Guatemala aledaña al volcán Tacaná, ha viajado a Huixtla casi desde que el ingenio azucarero comenzó a funcionar ya que en su tierra natal no hay empleo.

“Ahorita nos pagan 40 pesos por tonelada, yo a mi edad logro juntar hasta cinco toneladas a diario, pero tengo que trabajar de 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde. A veces el sol me agobia, tengo que ir a la sombra unos minutos y seguir con la jornada, pues tengo familia en mi tierra y necesito mandarle dinero, aquí en los albergues la comida corre por nuestra cuenta, únicamente nos dan machete y lima”, cuenta.

No importa qué fecha sea, el machete tiene que desenvainarse y cortar; para los trabajadores de las parcelas no hay días festivos durante los seis meses que dura la zafra, trabajan todos los días, sin cambios de horarios.

Y a diario mueren un poco, pues el cansancio los deteriora, la falta de alimentos los debilita y sus patrones únicamente los ven flaquear.

Oaxaca: Trabajar incluso en la vejez

Víctori Castillo / Corresponsal

Vivir en Oaxaca es sinónimo de vivir en la pobreza, más aún cuando te encuentras en lugares donde las oportunidades son pocas y las necesidades, muchas.

Guillermo Ordaz López es uno de los 2 mil 773 habitantes que conocen las carencias en San Juan Tepeuxila, una comunidad oaxaqueña donde la miseria es imperante: 97.3% de su población vive en pobreza.

Estas cifras son el reflejo de la vida de Guillermo, quien a sus 58 años recuerda que no pudo estudiar porque la escuela quedaba muy lejos de su pueblo y además sus padres no tenían para los útiles que necesitaba.

Él tampoco pudo dar estudios a sus siete hijos, quienes decidieron emigrar en busca de una vida mejor que no consiguieron por su poca preparación. Tampoco han vuelto a la comunidad; solo Sabina, la hija menor, regresó para llevarle un nieto que no podía mantener en la capital del estado, donde trabaja como sirvienta.



Para mantener al niño que hoy tiene seis años, Guillermo trabaja en la venta de leña, una de las pocas actividades que puede desarrollar en esta zona carente de oportunidades.

Todas las mañanas sale muy temprano a las afueras de la comunidad, ahí empieza su jornada. Corta un árbol pequeño y otro mediano cuando le dan las fuerzas, lo troza y lo lleva hasta su casa. Su jornada es de siete horas por una paga de entre 60 y 90 pesos diarios.

Guillermo no quiere salir de su pueblo. Sabe que ganaba más cuando decidió probar suerte en la capital como peón de albañil, pero tenía que pagar renta, comida y pasajes.

“Al menos aquí el burro no gasta, solo lo llevamos a comer o lo alimentamos con mazorca”, dice melancólico.

Guerrero: dos chambas para apenas sobrevivir

Pedro Elías Radilla / El Sol de Acapulco

Raquel Galeana García es trabajadora del Ayuntamiento de Acapulco, en el área de Saneamiento Básico. Por las noches barre las calles principales de la ciudad para ganar apenas un salario mínimo al día que no le alcanza para mantener a sus tres hijos y a un marido que presenta discapacidad permanente debido a un accidente automovilístico que sufrió hace cinco años.

Esta situación obligó a Doña Raque, como le dicen sus compañeros, a vender por las mañanas trajes de baño, pareos y otras prendas en las playas de este destino turístico. Y aunque a veces gana más que en su trabajo de planta, se mantiene en el ayuntamiento por la seguridad social para su familia y las pocas prestaciones que tiene como el aguinaldo, que aunque no es mucho, se compensa con las ventas que obtiene en diciembre.

Sus jornadas laborales son de hasta 16 horas al día –ocho en la mañana para vender y ocho en la noche para limpiar la ciudad– con lo que gana alrededor de 200 pesos. Esta cantidad apenas le alcanza para comer y mantener la casa de madera y lámina de cartón que tiene en la colonia Emiliano Zapata, una de las más violentas del puerto.

Raquel tiene aún dos hijos en la escuela, uno en secundaria y otro en preparatoria, por lo que debe apoyarlos con los útiles escolares. Para ello ha tenido que pedir préstamos en varias tiendas e incluso lavar ropa ajena en los pocos momentos libres de la semana para obtener un poco más de dinero.


Veracruz: Cada vez hay menos días buenos de venta

Karla Cancino / Diario de Xalapa

Para José Jiménez Cortés, comerciante y artesano de productos de madera, cada día es más difícil llevar el sustento a casa. Pese a que todos los días abre su local de 9 de la mañana a 8 de la noche, al final llegará a su hogar con un promedio de 120 pesos, aunque hay jornadas en que no vende “ni un rodillo”.

“Un buen día puedo ganar unos 150 pesos pero desgraciadamente cada vez son más raros esos buenos días”, dice este hombre originario de Xalapa mientras espera algún cliente.

A sus 70 años de edad no solo debe trabajar para su manutención y la de su esposa, sino que también tiene la necesidad de apoyar económicamente a sus tres nietos ya que su hijo enfrenta dificultades económicas.

“Mi hijo trabaja pero solo gana 150 pesos diarios. Imagínese que ese dinero al día tiene que alcanzarle para los gastos de comida, transporte, escuela, ropa y zapatos de él, los niños y su esposa. Si ese dinero no nos alcanza a nosotros dos pues menos para cinco”, comenta.

Para José, la venta de artículos de madera, canastos, ollas y enseres domésticos ha sido su forma de vida desde hace 50 años cuando adquirió el local comercial en el mercado Jáuregui. Sin embargo, en los últimos años el aumento en los insumos que compra ha provocado una disminución en sus ganancias.

Y por si esto no fuera poco, del dinero que obtiene tiene que descontar el pago de los servicios, impuestos y cuotas que paga por el local que ocupa en el céntrico mercado de la capital veracruzana.


Puebla: Tan cerca de Puebla y tan lejos del empleo

Verónica de la Luz / El Sol de Puebla

San Miguel Canoa es una de las localidades más pobres del estado de Puebla. Aunque está a solo 25 minutos de la capital, en la zona no hay fábricas, oficinas o alguna fuente de empleo formal, exceptuando las clínicas y las escuelas, así que sus pobladores, como Julia Monarca, viven de la agricultura.

Ella alimenta a los cerdos, desgrana el maíz que cosecha con su familia y lo vende para la elaboración de tortillas.

Su esposo trabaja como cargador en la Central de Abasto de Puebla, donde gana alrededor de 100 pesos diarios, cantidad a la que debe restar sus pasajes y comida. Entre los dos tienen que sostener a tres hijos y aunque reciben un apoyo bimestral del programa Prospera, el dinero que perciben es insuficiente.

El mayor de sus hijos quiere estudiar en un Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (Cbtis), pero lo más probable es que solo vaya al centro escolar de la comunidad debido a que implicaría un mayor gasto trasladarse al otro instituto.

Vivir en San Miguel Canoa no solo implica estar condenado a la carencia de aspiraciones educativas y laborales, sus habitantes ahora también tienen que lidiar con la inseguridad.

Aquí no hay autos lujosos o bancos que robar, pero los ladrones han llegado al extremo de hurtar escobas, tinacos, cubetas y leña. Incluso se roban los frijoles y el maíz de las cosechas.



A pesar de tener empleo, millones de mexicanos viven sin dinero, casi al borde de la miseria.
La quinta parte de la población ocupada en el país –unos 10.7 millones– gana por su trabajo a lo mucho un salario mínimo o incluso no recibe remuneración alguna. Pero en lugares como Chiapas, Oaxaca y Guerrero, la proporción de empleados mal pagados o sin paga crece a 77%, 70% y 64%.


Ejemplo de ello son las historias que te presentamos a continuación:

Chiapas: El esfuerzo de los jornaleros

Amílcar García / Diario del Sur

Apenas sale el sol y el machete desenvainado de cientos de jornaleros agrícolas ya está aporreando la caña de azúcar aquí en la zona baja de Huixtla, al sur de Chiapas. Sin necesidad de despertador, desde las 5 de la mañana empiezan a afilar sus machetes para el corte de la vara dulce, uno de los cultivos más representativos de la región.

El esfuerzo de los jornaleros de la caña es titánico, muchas veces inhumano. Su regreso a los albergues que habitan es hasta pasadas las 6 de la tarde.

José Zunún, originario de una aldea de Guatemala aledaña al volcán Tacaná, ha viajado a Huixtla casi desde que el ingenio azucarero comenzó a funcionar ya que en su tierra natal no hay empleo.

“Ahorita nos pagan 40 pesos por tonelada, yo a mi edad logro juntar hasta cinco toneladas a diario, pero tengo que trabajar de 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde. A veces el sol me agobia, tengo que ir a la sombra unos minutos y seguir con la jornada, pues tengo familia en mi tierra y necesito mandarle dinero, aquí en los albergues la comida corre por nuestra cuenta, únicamente nos dan machete y lima”, cuenta.

No importa qué fecha sea, el machete tiene que desenvainarse y cortar; para los trabajadores de las parcelas no hay días festivos durante los seis meses que dura la zafra, trabajan todos los días, sin cambios de horarios.

Y a diario mueren un poco, pues el cansancio los deteriora, la falta de alimentos los debilita y sus patrones únicamente los ven flaquear.

Oaxaca: Trabajar incluso en la vejez

Víctori Castillo / Corresponsal

Vivir en Oaxaca es sinónimo de vivir en la pobreza, más aún cuando te encuentras en lugares donde las oportunidades son pocas y las necesidades, muchas.

Guillermo Ordaz López es uno de los 2 mil 773 habitantes que conocen las carencias en San Juan Tepeuxila, una comunidad oaxaqueña donde la miseria es imperante: 97.3% de su población vive en pobreza.

Estas cifras son el reflejo de la vida de Guillermo, quien a sus 58 años recuerda que no pudo estudiar porque la escuela quedaba muy lejos de su pueblo y además sus padres no tenían para los útiles que necesitaba.

Él tampoco pudo dar estudios a sus siete hijos, quienes decidieron emigrar en busca de una vida mejor que no consiguieron por su poca preparación. Tampoco han vuelto a la comunidad; solo Sabina, la hija menor, regresó para llevarle un nieto que no podía mantener en la capital del estado, donde trabaja como sirvienta.



Para mantener al niño que hoy tiene seis años, Guillermo trabaja en la venta de leña, una de las pocas actividades que puede desarrollar en esta zona carente de oportunidades.

Todas las mañanas sale muy temprano a las afueras de la comunidad, ahí empieza su jornada. Corta un árbol pequeño y otro mediano cuando le dan las fuerzas, lo troza y lo lleva hasta su casa. Su jornada es de siete horas por una paga de entre 60 y 90 pesos diarios.

Guillermo no quiere salir de su pueblo. Sabe que ganaba más cuando decidió probar suerte en la capital como peón de albañil, pero tenía que pagar renta, comida y pasajes.

“Al menos aquí el burro no gasta, solo lo llevamos a comer o lo alimentamos con mazorca”, dice melancólico.

Guerrero: dos chambas para apenas sobrevivir

Pedro Elías Radilla / El Sol de Acapulco

Raquel Galeana García es trabajadora del Ayuntamiento de Acapulco, en el área de Saneamiento Básico. Por las noches barre las calles principales de la ciudad para ganar apenas un salario mínimo al día que no le alcanza para mantener a sus tres hijos y a un marido que presenta discapacidad permanente debido a un accidente automovilístico que sufrió hace cinco años.

Esta situación obligó a Doña Raque, como le dicen sus compañeros, a vender por las mañanas trajes de baño, pareos y otras prendas en las playas de este destino turístico. Y aunque a veces gana más que en su trabajo de planta, se mantiene en el ayuntamiento por la seguridad social para su familia y las pocas prestaciones que tiene como el aguinaldo, que aunque no es mucho, se compensa con las ventas que obtiene en diciembre.

Sus jornadas laborales son de hasta 16 horas al día –ocho en la mañana para vender y ocho en la noche para limpiar la ciudad– con lo que gana alrededor de 200 pesos. Esta cantidad apenas le alcanza para comer y mantener la casa de madera y lámina de cartón que tiene en la colonia Emiliano Zapata, una de las más violentas del puerto.

Raquel tiene aún dos hijos en la escuela, uno en secundaria y otro en preparatoria, por lo que debe apoyarlos con los útiles escolares. Para ello ha tenido que pedir préstamos en varias tiendas e incluso lavar ropa ajena en los pocos momentos libres de la semana para obtener un poco más de dinero.


Veracruz: Cada vez hay menos días buenos de venta

Karla Cancino / Diario de Xalapa

Para José Jiménez Cortés, comerciante y artesano de productos de madera, cada día es más difícil llevar el sustento a casa. Pese a que todos los días abre su local de 9 de la mañana a 8 de la noche, al final llegará a su hogar con un promedio de 120 pesos, aunque hay jornadas en que no vende “ni un rodillo”.

“Un buen día puedo ganar unos 150 pesos pero desgraciadamente cada vez son más raros esos buenos días”, dice este hombre originario de Xalapa mientras espera algún cliente.

A sus 70 años de edad no solo debe trabajar para su manutención y la de su esposa, sino que también tiene la necesidad de apoyar económicamente a sus tres nietos ya que su hijo enfrenta dificultades económicas.

“Mi hijo trabaja pero solo gana 150 pesos diarios. Imagínese que ese dinero al día tiene que alcanzarle para los gastos de comida, transporte, escuela, ropa y zapatos de él, los niños y su esposa. Si ese dinero no nos alcanza a nosotros dos pues menos para cinco”, comenta.

Para José, la venta de artículos de madera, canastos, ollas y enseres domésticos ha sido su forma de vida desde hace 50 años cuando adquirió el local comercial en el mercado Jáuregui. Sin embargo, en los últimos años el aumento en los insumos que compra ha provocado una disminución en sus ganancias.

Y por si esto no fuera poco, del dinero que obtiene tiene que descontar el pago de los servicios, impuestos y cuotas que paga por el local que ocupa en el céntrico mercado de la capital veracruzana.


Puebla: Tan cerca de Puebla y tan lejos del empleo

Verónica de la Luz / El Sol de Puebla

San Miguel Canoa es una de las localidades más pobres del estado de Puebla. Aunque está a solo 25 minutos de la capital, en la zona no hay fábricas, oficinas o alguna fuente de empleo formal, exceptuando las clínicas y las escuelas, así que sus pobladores, como Julia Monarca, viven de la agricultura.

Ella alimenta a los cerdos, desgrana el maíz que cosecha con su familia y lo vende para la elaboración de tortillas.

Su esposo trabaja como cargador en la Central de Abasto de Puebla, donde gana alrededor de 100 pesos diarios, cantidad a la que debe restar sus pasajes y comida. Entre los dos tienen que sostener a tres hijos y aunque reciben un apoyo bimestral del programa Prospera, el dinero que perciben es insuficiente.

El mayor de sus hijos quiere estudiar en un Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (Cbtis), pero lo más probable es que solo vaya al centro escolar de la comunidad debido a que implicaría un mayor gasto trasladarse al otro instituto.

Vivir en San Miguel Canoa no solo implica estar condenado a la carencia de aspiraciones educativas y laborales, sus habitantes ahora también tienen que lidiar con la inseguridad.

Aquí no hay autos lujosos o bancos que robar, pero los ladrones han llegado al extremo de hurtar escobas, tinacos, cubetas y leña. Incluso se roban los frijoles y el maíz de las cosechas.


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