/ miércoles 8 de diciembre de 2021

Sir Waitron, el Lord inglés de Torreón

Jesús Huitrón falleció a los 79 años de edad

Al hablar de leyendas en la comarca lagunera uno suele pensar en el garrotero del puente negro, el fantasma del 11-40 o la historia de la cubana, pero ¿Qué sucede con aquellas personas que son leyenda de la ciudad? ¿Aquellos cuya historia se fue conociendo entre las pláticas de sobremesa, entre conversaciones de cantina, como una anécdota de quienes lo vieron o conocieron? Déjame te cuento la historia Sir Waitron, el Lord Inglés de la Morelos.

Nacido en 1911, Jesús Huitrón García que era su verdadero nombre, fue un niño especial. Estudió la primaria en la escuela Centenario, pero nunca la terminó. Pese a esta falta de educación, cuentan los que lo conocieron, era una persona sumamente inteligente.

Le consideraban un bohemio nato, no le gustaba ni el estudio ni el trabajo, de hecho, nunca trabajó en su vida ya que aseguraba tener un amparo para protegerse de hacerlo. Esta negativa a trabajar fue una de sus más grandes características, ya que, nunca lo hizo, siempre vivió de los regalos y dádivas de sus amistades, este siempre las recibía de manera muy discreta y siempre guardando su dignidad.

Jesús también tenía una manera de vestir muy característica. Siempre pulcro utilizaba un traje y corbata de moño, pañuelo en el bolsillo del saco y un clavel en la solapa. Cuentan que su ropa era de Casa Galloso, es decir, ropa usada que sus amigos le obsequiaban. Cuentan que en los años 30 se celebró un carnaval y Jesús fue elegido, por unanimidad, como el Rey Feo. Aunque los organizadores no le otorgaron el premio debido a que el padre de la Reina no le gustó el modo de vida del Rey.

Jesús participó en el desfile del carnaval disfrazado como un lord inglés en un safari, utilizó un casco de corcho, botas, pañoleta al cuello, y en su antebrazo una escopeta, todo esto mientras iba montado en un elefante fabricado por el Sr. Desiderio Martínez. Luego de este desfile, Jesús Huitrón, comenzó a ser conocido como Sir Waitron, haciendo alusión al porte y modales estilo inglés que tenía en su vida diaria.

Se cuenta que diariamente se le veía, justo a las 12 del día, en la esquina de la avenida Morelos y la calle Cepeda, siempre pulcro y utilizando su característico traje. A las 13 horas partía hacia París, no la ciudad si no el bar París, donde tenía aseguradas sus tres copas cortesía de la casa para degustar en lo que sus amigos llegaban para invitarle la comida o una copa más.

El libro “Habla del Desierto, leyendas de La Laguna” recopila la historia de Sir Waitron y cuenta algunas anécdotas sobre su persona como la situación que vivió con un par de ferrocarrileros jubilados:

Cierta vez en el París Viejo, unos ferrocarrileros jubilados estaban sentados a la entrada de un pasillo e invitaron a Sir Waitron —que venía del baño vistiendo un saco azul marino muy deslavado— a quien creyeron colega o jefe de publicaciones. Muy circunspecto Sir Waitron aceptó la invitación y se sentó.

—¿Qué va a tomar? le preguntaron sus anfitriones.

—Lo mismo que ustedes— contestó él.

A los pocos instantes, el más viejo de los ferrocarrileros le preguntó:

—Y usted, ¿cuánto hace que se jubiló?

Sir Waitron levantó su cara y por vez primera tuvo un exabrupto; poniéndose de pie, contestó con voz altisonante:

Mire viejo jijo de las melcochas: yo todavía no empiezo a trabajar. ¿Cómo quiere que me jubile? ¡Si esto es por la copa, ahí está!

Con aires de gran dignidad se levantó y se fue.

Alguna vez también le gastaron broma o fue parte (involuntaria) de ellas, como cuando lo embriagaron, e hicieron que se tomara un par de nembutales, para dormirlo y trasladarlo a una sastrería donde ya tenían preparado un ataúd para colocar a Sir Waitron y comenzar un velatorio. Al poco rato, un militar, amigo de Sir Waitron pasó por el lugar donde le comunicaron que ‘Se te murió tu viejo’. El militar no podía creerlo y expresaba ‘¿Cómo? Pero si estuvimos en Perches al mediodía’. El sastre con aire filosófico dijo: ‘No somos nada’.

Así continuó un discurso funerario mientras bebían tazas de café con piquete (tequila). Al mismo tiempo, Sir Waitron, comenzaba a recuperar la consciencia para de pronto despertar iracundo: ‘Y ahora dónde me tienen, jijos de la…’

El capitán, sorprendido y asustado de ver resucitar a su amigo, corrió despavorido del lugar, pero al llegar a la esquina comprendió que todo había sido una broma. Enojado y con una pistola en su mano regresó a la sastrería donde encañonó a Víctor Castro, alias la Vitrola, parte de los artífices de la broma, quien solo atinó a decir ‘Yo no sé nada… a mí también me invitaron al velorio’. Afortunadamente nadie resultó herido por la ‘bromita’.

Sir Waitron fue amigo de todo tipo de personas, artistas, gobernadores y presidentes municipales, donde algunos de estos lo tenían como parte de la nómina en puestos honorarios. En cierta ocasión, y luego de un cambio de presidente municipal, el alcalde recibió a Sir Waitron, quien iba a presentarle sus respetos; el alcalde le dijo:

-Waitron, quiero que vayas a la Recaudación para que conozcas a tu nuevo jefe- Sir Waitron se levantó y con actitud ofendida le contestó - ¡No, no! Con todo el respeto que usted me merece, yo he venido a saludarlo, no a pedirle trabajo-

El alcalde rectificó y explicó –No, hombre, no es para que trabajes: es para que veas con quién vas a recoger ahora tu cheque. -

Waitron más tranquilo, y fiel a su estilo de vida, respondió, –Si me van a dar cheque, que por favor me lo manden a mi casa: yo no voy a andar recogiendo esas cosas-

Waitron murió en agosto de 1989. El 31 de agosto, un periódico local publicó un texto del Dr. Gregorio Ramírez Valdés, amigo y médico de Jesús. En este texto narró los últimos días de su compañero.

“Su muerte me impactó fuertemente, y aun cuando ya sabía de su gravedad, pensé que el tratamiento médico bien llevado podría prolongar su vida. No fue así. […] Una semana antes había estado en mi consultorio […] lo encontré en pleno desastre físico y psíquico: febril, soporoso, deshidratado, emaciado. […] Dos días después nuestros mutuos amigos Mario Barraza y Víctor Castro lograron internarlo en el hospital de la medicina institucional y ahí murió” escribió Gregorio Ramírez

Se cuenta que, luego de su muerte, sus amigos le regalaron el ataúd y el servicio funerario. Hasta su descanso eterno fue regalado.

“Mi amigo no conoció oficio […] nunca se casó porque decía ‘Soy como las mariposas que besan miles de flores y yo a miles de mujeres” sigue el doctor.

Parafraseando al Dr Gregorio, Sir Waitron fue un hombre sencillo, religioso y respetuoso con quien debía serlo, posiblemente su mayor locura fue intentar imitar a caballeros ingleses, de chistera o bombín, en una época y clase a la que no perteneció.

Jesús es recordado como un personaje conocido de la Comarca, un hombre que parecía atemporal aun en su época. Seguramente muchas personas tengan vagos recuerdos de él, algunos tal vez cruzaron palabras, otros lo debieron ver de pie en la esquina de Morelos y Cepeda. Tú tal vez sólo has escuchado sus historias, su peculiar manera de vestir y hablar, tal vez sólo hayas escuchado hablar de ‘El catrín de la Morelos’ o de Sir Waitron: Un hombre que, sin trabajar, era un caballero, ante todo.

Al hablar de leyendas en la comarca lagunera uno suele pensar en el garrotero del puente negro, el fantasma del 11-40 o la historia de la cubana, pero ¿Qué sucede con aquellas personas que son leyenda de la ciudad? ¿Aquellos cuya historia se fue conociendo entre las pláticas de sobremesa, entre conversaciones de cantina, como una anécdota de quienes lo vieron o conocieron? Déjame te cuento la historia Sir Waitron, el Lord Inglés de la Morelos.

Nacido en 1911, Jesús Huitrón García que era su verdadero nombre, fue un niño especial. Estudió la primaria en la escuela Centenario, pero nunca la terminó. Pese a esta falta de educación, cuentan los que lo conocieron, era una persona sumamente inteligente.

Le consideraban un bohemio nato, no le gustaba ni el estudio ni el trabajo, de hecho, nunca trabajó en su vida ya que aseguraba tener un amparo para protegerse de hacerlo. Esta negativa a trabajar fue una de sus más grandes características, ya que, nunca lo hizo, siempre vivió de los regalos y dádivas de sus amistades, este siempre las recibía de manera muy discreta y siempre guardando su dignidad.

Jesús también tenía una manera de vestir muy característica. Siempre pulcro utilizaba un traje y corbata de moño, pañuelo en el bolsillo del saco y un clavel en la solapa. Cuentan que su ropa era de Casa Galloso, es decir, ropa usada que sus amigos le obsequiaban. Cuentan que en los años 30 se celebró un carnaval y Jesús fue elegido, por unanimidad, como el Rey Feo. Aunque los organizadores no le otorgaron el premio debido a que el padre de la Reina no le gustó el modo de vida del Rey.

Jesús participó en el desfile del carnaval disfrazado como un lord inglés en un safari, utilizó un casco de corcho, botas, pañoleta al cuello, y en su antebrazo una escopeta, todo esto mientras iba montado en un elefante fabricado por el Sr. Desiderio Martínez. Luego de este desfile, Jesús Huitrón, comenzó a ser conocido como Sir Waitron, haciendo alusión al porte y modales estilo inglés que tenía en su vida diaria.

Se cuenta que diariamente se le veía, justo a las 12 del día, en la esquina de la avenida Morelos y la calle Cepeda, siempre pulcro y utilizando su característico traje. A las 13 horas partía hacia París, no la ciudad si no el bar París, donde tenía aseguradas sus tres copas cortesía de la casa para degustar en lo que sus amigos llegaban para invitarle la comida o una copa más.

El libro “Habla del Desierto, leyendas de La Laguna” recopila la historia de Sir Waitron y cuenta algunas anécdotas sobre su persona como la situación que vivió con un par de ferrocarrileros jubilados:

Cierta vez en el París Viejo, unos ferrocarrileros jubilados estaban sentados a la entrada de un pasillo e invitaron a Sir Waitron —que venía del baño vistiendo un saco azul marino muy deslavado— a quien creyeron colega o jefe de publicaciones. Muy circunspecto Sir Waitron aceptó la invitación y se sentó.

—¿Qué va a tomar? le preguntaron sus anfitriones.

—Lo mismo que ustedes— contestó él.

A los pocos instantes, el más viejo de los ferrocarrileros le preguntó:

—Y usted, ¿cuánto hace que se jubiló?

Sir Waitron levantó su cara y por vez primera tuvo un exabrupto; poniéndose de pie, contestó con voz altisonante:

Mire viejo jijo de las melcochas: yo todavía no empiezo a trabajar. ¿Cómo quiere que me jubile? ¡Si esto es por la copa, ahí está!

Con aires de gran dignidad se levantó y se fue.

Alguna vez también le gastaron broma o fue parte (involuntaria) de ellas, como cuando lo embriagaron, e hicieron que se tomara un par de nembutales, para dormirlo y trasladarlo a una sastrería donde ya tenían preparado un ataúd para colocar a Sir Waitron y comenzar un velatorio. Al poco rato, un militar, amigo de Sir Waitron pasó por el lugar donde le comunicaron que ‘Se te murió tu viejo’. El militar no podía creerlo y expresaba ‘¿Cómo? Pero si estuvimos en Perches al mediodía’. El sastre con aire filosófico dijo: ‘No somos nada’.

Así continuó un discurso funerario mientras bebían tazas de café con piquete (tequila). Al mismo tiempo, Sir Waitron, comenzaba a recuperar la consciencia para de pronto despertar iracundo: ‘Y ahora dónde me tienen, jijos de la…’

El capitán, sorprendido y asustado de ver resucitar a su amigo, corrió despavorido del lugar, pero al llegar a la esquina comprendió que todo había sido una broma. Enojado y con una pistola en su mano regresó a la sastrería donde encañonó a Víctor Castro, alias la Vitrola, parte de los artífices de la broma, quien solo atinó a decir ‘Yo no sé nada… a mí también me invitaron al velorio’. Afortunadamente nadie resultó herido por la ‘bromita’.

Sir Waitron fue amigo de todo tipo de personas, artistas, gobernadores y presidentes municipales, donde algunos de estos lo tenían como parte de la nómina en puestos honorarios. En cierta ocasión, y luego de un cambio de presidente municipal, el alcalde recibió a Sir Waitron, quien iba a presentarle sus respetos; el alcalde le dijo:

-Waitron, quiero que vayas a la Recaudación para que conozcas a tu nuevo jefe- Sir Waitron se levantó y con actitud ofendida le contestó - ¡No, no! Con todo el respeto que usted me merece, yo he venido a saludarlo, no a pedirle trabajo-

El alcalde rectificó y explicó –No, hombre, no es para que trabajes: es para que veas con quién vas a recoger ahora tu cheque. -

Waitron más tranquilo, y fiel a su estilo de vida, respondió, –Si me van a dar cheque, que por favor me lo manden a mi casa: yo no voy a andar recogiendo esas cosas-

Waitron murió en agosto de 1989. El 31 de agosto, un periódico local publicó un texto del Dr. Gregorio Ramírez Valdés, amigo y médico de Jesús. En este texto narró los últimos días de su compañero.

“Su muerte me impactó fuertemente, y aun cuando ya sabía de su gravedad, pensé que el tratamiento médico bien llevado podría prolongar su vida. No fue así. […] Una semana antes había estado en mi consultorio […] lo encontré en pleno desastre físico y psíquico: febril, soporoso, deshidratado, emaciado. […] Dos días después nuestros mutuos amigos Mario Barraza y Víctor Castro lograron internarlo en el hospital de la medicina institucional y ahí murió” escribió Gregorio Ramírez

Se cuenta que, luego de su muerte, sus amigos le regalaron el ataúd y el servicio funerario. Hasta su descanso eterno fue regalado.

“Mi amigo no conoció oficio […] nunca se casó porque decía ‘Soy como las mariposas que besan miles de flores y yo a miles de mujeres” sigue el doctor.

Parafraseando al Dr Gregorio, Sir Waitron fue un hombre sencillo, religioso y respetuoso con quien debía serlo, posiblemente su mayor locura fue intentar imitar a caballeros ingleses, de chistera o bombín, en una época y clase a la que no perteneció.

Jesús es recordado como un personaje conocido de la Comarca, un hombre que parecía atemporal aun en su época. Seguramente muchas personas tengan vagos recuerdos de él, algunos tal vez cruzaron palabras, otros lo debieron ver de pie en la esquina de Morelos y Cepeda. Tú tal vez sólo has escuchado sus historias, su peculiar manera de vestir y hablar, tal vez sólo hayas escuchado hablar de ‘El catrín de la Morelos’ o de Sir Waitron: Un hombre que, sin trabajar, era un caballero, ante todo.

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