/ viernes 29 de abril de 2022

Mere, el siniestro forense de la Laguna que asustó a cientos; conoce su leyenda

Algunas que tienen un tono oscuro, de terror y que debido a que se comparten de generación en generación como historias parecen sacadas de la ficción

Dentro de las muchas leyendas que existen en la región, como la de Julio Cajitas, hay algunas que tienen un tono oscuro, de terror y que debido a que se comparten de generación en generación como historias parecen sacadas de la ficción. Tal es el caso de Mere, el siniestro forense de Lerdo, aquí su historia.

De nombre Hermenegildo Chávez, se cuenta que ‘Mere’, como le conocían, era de una persona obesa, con un aspecto siniestro. Siempre su cuchillo en mano para abrir el pecho de la persona que yacía en su mesa. No mostraba ninguna pisca de piedad mientras realizaba su trabajo, de hecho, parecía estar orgullo de lo que hacía.

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Para Mere resultaba cotidiano abrir cadáveres y su oficio lo acostumbró a la fetidez de la sangre descompuesta. Su jornada laboral consistía en abrir cadáveres, siempre acompañado de un médico legista al que le solía preguntar: —Dotor, ¿Quere que le enseñe los istentinos o la visicula?

Una vez que la necropsia terminaba, Mere enjuagaba de manera superficial sus manos, se secaba con el costado de su pantalón, el cual siempre estaba bastante sucio. Siempre sacaba una bolsa de papel con su comida, un pan relleno de frijoles con huevo, solía masticar con la boca abierta mientras mostraba su dentadura a los presentes. Sin dejar de lado la cortesía, ofrecía sus alimentos a quienes lo acompañaban, casi siempre estudiantes de medicina o enfermería, aunque siempre rechazaban su invitación.

Se cuenta que Mere ya prácticamente formaba parte del anfiteatro del Hospital Civil de Torreón, ubicado por la avenida Juárez, entre las calles 10 y 11. Nadie sabe cómo o cuándo llegó a ese lugar.

Su lugar de trabajo era un tejaban de madera, el cual tenía rendijas por las cuales se asomaban los curiosos. Sobre la loza de mármol se apilaban los cadáveres que posteriormente pasarían a flotar en formol disuelto en agua, tras ser objeto de estudio de los alumnos de enfermería y medicina. Aquel lugar era evitado por muchas personas, ya que el hedor quitaba el apetito de cualquiera, además de que muchos novatos no podían contener las nauseas. Algunos llegaron a evitar el consumo de carne por mucho tiempo.

Mere, era un misterio para todos. Nadie sabía su origen, quien lo contrató, o siquiera cómo aprendió el oficio. Era un hombre solitario que caminaba con dificultad debido a su obesidad y artritis. También se cuenta que tenía doble personalidad, de día era pacifico, pero por la noche enloquecía por su adicción al alcohol, llegando en muchas ocasiones a causar pánico a quienes diambulaban por el hospital de noche.

Mere no tomaba solo, siempre estaba acompañado por su amigo ‘Lupillo’, a quien presentaba como su ayudante, este de piel morena, además de caminar enconrbado y con un aspecto peculiar debido a su estrabismo. Los estudiantes le temían, pero a la vez sentían cierta simpatía por el.

De vez en cuando algún médico residente jugaba a las damas chinas con Mere. Por su parte él veía a los estudiantes con orgullo, y más a los ya graduados o que estaban en sus últimos meses de estudio.

Se decía que Mere tenía una perversión sexual llamada necrofilia, por supuesto este siempre la negó. Sin embargo, algunas veces lo encontraron temprano en la mañana, acostado y desnudo sobre la plancha, junto a algún cadáver femenino. Cuando le recriminaban, se disculpaba diciendo que eran «puntadas de borracho».

Sobre este asuntó sucedió el caso muy sonado de una conocida señorita, con quien Mere fue descubierto desnudo sobre una plancha. A partir de entonces se fueron expandiendo una serie de comentarios sobre el comportamiento de Mere, los cuales terminaron en leyenda.

Años más tarde le fue amputada una pierna debido a un proceso degenerativo, obligándolo a dejar el único trabajo que sabía desempeñar. Después la otra pierna corrió con la misma suerte, por lo que quedó unido a una silla de ruedas empujada por un jovencito que decían era su hijo.

Nada más se supo de Mere, ni dónde vivía, ni cuándo murió, ni siquiera dónde fue enterrado. Hay quienes aseguran que aún se escuchan sus inconfundibles pisadas y su risa.

Dentro de las muchas leyendas que existen en la región, como la de Julio Cajitas, hay algunas que tienen un tono oscuro, de terror y que debido a que se comparten de generación en generación como historias parecen sacadas de la ficción. Tal es el caso de Mere, el siniestro forense de Lerdo, aquí su historia.

De nombre Hermenegildo Chávez, se cuenta que ‘Mere’, como le conocían, era de una persona obesa, con un aspecto siniestro. Siempre su cuchillo en mano para abrir el pecho de la persona que yacía en su mesa. No mostraba ninguna pisca de piedad mientras realizaba su trabajo, de hecho, parecía estar orgullo de lo que hacía.

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Para Mere resultaba cotidiano abrir cadáveres y su oficio lo acostumbró a la fetidez de la sangre descompuesta. Su jornada laboral consistía en abrir cadáveres, siempre acompañado de un médico legista al que le solía preguntar: —Dotor, ¿Quere que le enseñe los istentinos o la visicula?

Una vez que la necropsia terminaba, Mere enjuagaba de manera superficial sus manos, se secaba con el costado de su pantalón, el cual siempre estaba bastante sucio. Siempre sacaba una bolsa de papel con su comida, un pan relleno de frijoles con huevo, solía masticar con la boca abierta mientras mostraba su dentadura a los presentes. Sin dejar de lado la cortesía, ofrecía sus alimentos a quienes lo acompañaban, casi siempre estudiantes de medicina o enfermería, aunque siempre rechazaban su invitación.

Se cuenta que Mere ya prácticamente formaba parte del anfiteatro del Hospital Civil de Torreón, ubicado por la avenida Juárez, entre las calles 10 y 11. Nadie sabe cómo o cuándo llegó a ese lugar.

Su lugar de trabajo era un tejaban de madera, el cual tenía rendijas por las cuales se asomaban los curiosos. Sobre la loza de mármol se apilaban los cadáveres que posteriormente pasarían a flotar en formol disuelto en agua, tras ser objeto de estudio de los alumnos de enfermería y medicina. Aquel lugar era evitado por muchas personas, ya que el hedor quitaba el apetito de cualquiera, además de que muchos novatos no podían contener las nauseas. Algunos llegaron a evitar el consumo de carne por mucho tiempo.

Mere, era un misterio para todos. Nadie sabía su origen, quien lo contrató, o siquiera cómo aprendió el oficio. Era un hombre solitario que caminaba con dificultad debido a su obesidad y artritis. También se cuenta que tenía doble personalidad, de día era pacifico, pero por la noche enloquecía por su adicción al alcohol, llegando en muchas ocasiones a causar pánico a quienes diambulaban por el hospital de noche.

Mere no tomaba solo, siempre estaba acompañado por su amigo ‘Lupillo’, a quien presentaba como su ayudante, este de piel morena, además de caminar enconrbado y con un aspecto peculiar debido a su estrabismo. Los estudiantes le temían, pero a la vez sentían cierta simpatía por el.

De vez en cuando algún médico residente jugaba a las damas chinas con Mere. Por su parte él veía a los estudiantes con orgullo, y más a los ya graduados o que estaban en sus últimos meses de estudio.

Se decía que Mere tenía una perversión sexual llamada necrofilia, por supuesto este siempre la negó. Sin embargo, algunas veces lo encontraron temprano en la mañana, acostado y desnudo sobre la plancha, junto a algún cadáver femenino. Cuando le recriminaban, se disculpaba diciendo que eran «puntadas de borracho».

Sobre este asuntó sucedió el caso muy sonado de una conocida señorita, con quien Mere fue descubierto desnudo sobre una plancha. A partir de entonces se fueron expandiendo una serie de comentarios sobre el comportamiento de Mere, los cuales terminaron en leyenda.

Años más tarde le fue amputada una pierna debido a un proceso degenerativo, obligándolo a dejar el único trabajo que sabía desempeñar. Después la otra pierna corrió con la misma suerte, por lo que quedó unido a una silla de ruedas empujada por un jovencito que decían era su hijo.

Nada más se supo de Mere, ni dónde vivía, ni cuándo murió, ni siquiera dónde fue enterrado. Hay quienes aseguran que aún se escuchan sus inconfundibles pisadas y su risa.

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