En México los asesinatos parecen ser ‘el pan de cada día’. Si bien este tipo de violencia se ha normalizado hasta cierto punto, hay casos particulares que han atemorizado al país entero.
Recién fue capturado en Estado de México un feminicida que ya fue apodado como ‘El monstruo de Atizapán’, luego de que su captura por un asesinato contra una mujer lo llevara a asegurar que ya había causado la muerte de por lo menos 30 mujeres, lo que finalmente fue desestimado por autoridades, quienes hallaron restos pertenecientes a 19 personas en su domicilio.
Sin embargo, así como este, hay otros similares o incluso más terribles acontecimientos que pasaron a formar parte de la historia violenta del país. A continuación, te presentamos algunos de ellos:
‘La Mataviejitas’
Juana Barraza cometió algunos de los más terribles asesinatos del país, precisamente en la Ciudad de México, no solo por la violencia con la que los cometía, sino porque además se hacía pasar por enfermera para llevarlos a cabo.
‘La Mataviejitas’, como se le apodó, fue detenida en 2006 cuando escapaba de una vivienda en la colonia Moctezuma; la averiguación permitió a las autoridades percatarse de que sus homicidios eran con el fin de robar.
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Por lo menos a 16 mujeres de la tercera edad las convenció de que necesitaban de sus servicios como enfermera. Después de un tiempo, cuando ya se había ganado su confianza, las golpeaba fuerte con cables y las torturaba hasta estrangularlas para posteriormente despojarlas de sus pertenencias.
En entrevista después de su captura detalló que cuando mataba a sus víctimas se imaginaba que era a su madre a quien ahorcaba.
‘Las Poquianchis’
Las hermanas Delfina, María de Jesús, Luisa y Carmen González Valenzuela se hicieron de un peculiar negocio familiar: la prostitución, distribuidos sus burdeles desde Jalisco, Guanajuato y Tamaulipas cada uno operando de forma más o menos independiente.
Sin embargo, en 1962 las autoridades decidieron cerrar todos, lo que las llevó a adquirir un rancho que bautizaron como “Loma del Ángel”, el cual transformaron en un prostíbulo que solo pudo funcionar secuestrando a algunas niñas de 12 o 13 años que en ocasiones eran simplemente vendidas por sus propios padres.
‘Las Poquianchis’, conocidas así porque el dueño de uno de los locales que convirtieron en burdel se apodaba ‘el poquianchis’, abusaban y explotaban sexualmente de las adolescentes hasta los 25 años, cuando finalmente las mandaban con un verdugo.
El sujeto encargado de dar muerte a las mujeres las dejaba sin comida, las golpeaba y continuaba abusando de ellas hasta que estaban tan débiles que las enterraba vivas o, en su caso, las arrojaba desde una azotea para que murieran al caer.
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Asimismo, en ocasiones terminaron con la vida de algunas embarazadas; solo a las que les dejaban más “ganancias” les provocaban el aborto, salvo en una ocasión que un bebé fue vendido a un cliente que quería “experimentar” con él.
No fue sino hasta 1964 que una de las víctimas, Catalina Ortega, escapó de las hermanas González y las denunció con policías, que afortunadamente no estaban coludidos con ellas, lo que provocó una fuerte movilización e investigación que estimó que ‘las poquianchis’ mataron a más de 100 jóvenes.
‘El pozolero’
Santiago Meza López fue detenido por las autoridades al descubrir que se había deshecho de por lo menos 300 cuerpos en barriles que llenó con ácido, sosa cáustica y otras sustancias químicas corrosivas.
Todo se remonta al 2008, los años más violentos de la guerra del narcotráfico en Tijuana, Baja California, donde la lucha fue protagonizada por el Cartel de Sinaloa y la banda criminal fundada por los hermanos Arellano Félix.
Meza López, que luego fue apodado como ‘el pozolero’, era albañil de oficio; sin embargo, fue contactado por integrantes del Cartel de Sinaloa con el fin de desaparecer cadáveres, lo que consiguió con una mezcla líquida que depositó en aljibes en una finca conocida como Ojo de Agua.
‘Las goteras’
Una docena de personas que se dedicaban a la prostitución, fueron también las asesinas de 23 hombres, a quienes drogaban con un medicamento.
La serie de homicidios por los que fueron declaradas culpables ocurrieron, de acuerdo con los registros de la entonces procuraduría capitalina, desde el año 2000.
Según se conoce, las mujeres en cuestión enganchaban a sus víctimas en bares de la ciudad, desde donde depositaban gotas para los ojos –que actuaban como drogas– en las bebidas de sus acompañantes. Luego los llevaban a un motel y les robaban o incluso los mataban.
En ocasiones, la investigación permitió conocer, con lo que drogaban a sus clientes lo usaban hasta el hotel de paso, ya sea en bebidas que adquirían en este o colocando la sustancia directo en sus senos.
Fue el 10 de mayo de 2007 que fueron presentados ante los medios de comunicación la mayoría de los involucrados.