/ lunes 3 de mayo de 2021

El albur, de origen misterioso pero popular entre mexicanos

Su relevancia es tal que hasta existen diplomados y campeonatos nacionales del mismo

El albur acompaña, casi a diario, a los mexicanos, mas no solo a ellos, pues en todas las lenguas existen palabras con diferentes significados que hacen posible aludir a un significado no literal en la construcción de los enunciados, esto de acuerdo con la lingüista de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Lucille Herasti.

La especialista explicó a Chilango que existe en la lengua el significado pleno y el figurado, por ende, el albur cae en el segundo y se genera por las similitudes que se dan entre ciertos objetos y la forma que tienen ciertas partes del cuerpo humano, tal y como es posible referirnos a: paloma, gomas, huevos, salchicha, etcétera, en lugar de pene, testículos o senos.

No obstante, precisó Lucille Herasti, que si bien estas figuras retóricas se utilizan para representar cuestiones relacionadas con el sexo, la “magia” de los albures radica en la agilidad mental para elaborarlos e introducirlos por medio de nombres, en adivinanzas, preguntas, canciones, rimas y otros posibles discursos, en un determinado contexto, con el fin de entretener.

El albur en particular se cree, pues no es posible confirmar la información, nació en Mineral del Monte, en la época en la que los ingleses comenzaron a llegar, allá por el siglo XVII, para la exploración y explotación de minas, esto siguiendo el texto Consomé Costecho: La receta del albur, lenguaje popular mexicano de Rizieri Rodríguez, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

A partir de ahí hay distintas hipótesis, la primera de ellas menciona que los mineros, que pasaban mucho tiempo encerrados, empezaron a usar el lenguaje como diversión o, en su caso, decidieron hacer más difícil el idioma con el fin de que sus jefes ingleses no les entendieran, por lo que “jugaban” y hacían pequeños cambios en el discurso, en ocasiones con énfasis en lo sexual.

Los albures entran hasta en las imágenes. / Foto: JustCheckIn

Otro posible origen es el que refieren Lourdes Ruiz Baltasar (Q.E.P.D), campeona nacional de albures, y Alfonso Hernández Hernández, cronista e historiador de Tepito, quienes en la impartición del diplomado “albures finos” señalan a los asistentes que el albur data de la época prehispánica.

Según los expertos los aztecas obreros dedicados a la alfarería crearon un lenguaje en código en náhuatl que les permitía solo entenderse entre ellos, igualmente con el fin de que sus patrones no se enteraran de algo que había salido mal, pues los castigos eran crueles.

Sea cual sea su origen, este se mantuvo y poco a poco se introdujo entre la sociedad común a tal grado de que como dice Lucille Herasti: “A los niños se les enseña a decirle ‘pilín’ al pene o a referirse a la muerte como ‘colgó los tenis’”.

La relevancia del albur llegó a tal nivel que en la actualidad, como ya se mencionó entre líneas anteriormente, existe un Campeonato Nacional de Albures e incluso un Diplomado en Albures Finos que se lleva a cabo en Tepito, Ciudad de México.

En ese espacio académico se infiere que hay dos tipos de albures, los finos, “que se construyen a través de palabras no soeces que, por la misma complejidad que representa el descifrarlos, son a veces ininteligibles hasta para la personas más capaz en el lenguaje o la lingüística” y los vulgares, “que se construyen a través de palabras altisonantes y que explícitamente indican una relación con lo sexual, con los órganos sexuales masculinos y femeninos y sus fluidos”, comenta Rizieri Rodríguez.

Lo más importante de todo es que, como argumenta Rodríguez: “No es necesario ser un experto en la lingüística o en el español para poder entender el albur”, lo que implica que en el día a día puedan identificarse algunos como en:

  1. - Buenas
    -Buenas las tenga- me dice mi primer cliente.
    -¿Tienes naranjas? ¿A cómo las de atrás?
    - ¡Póngame atención, que le voy a dar precio de me lo llevo!
    -¡Qué caray! Tú sí sabes de lo bueno. Pues dame diez cajas. ¡Y me las cuidas, eh! En lo que me vengo por ellas.

  2. -¡Buenos días! ¿Quieres ver qué hay?
    -Sólo tráeme lo de siempre
    - ¿Tu lechita con pan?
    -Te gusta mucho, pero tráeme un café y unas galletas.
    -¿Saco las de avena o las de nuez?
    -¿Eh? ¡No! Sólo unas de canela, por favor.

  3. -Ahí va el golpe.
    -Voy p’al centro.
    -Ya siéntese, güera, no se me vaya usted a cansar.
    -Chorro de leche me sobró del desayuno, ¿van a querer o los tiro?
    -¿Van a comprar o qué? Traen cara de ‘ber gastado todo su dinero.

Ejemplos tomados del texto Consomé Costecho: La receta del albur, lenguaje popular mexicano de Rizieri Rodríguez, donde se analizan.

El albur acompaña, casi a diario, a los mexicanos, mas no solo a ellos, pues en todas las lenguas existen palabras con diferentes significados que hacen posible aludir a un significado no literal en la construcción de los enunciados, esto de acuerdo con la lingüista de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Lucille Herasti.

La especialista explicó a Chilango que existe en la lengua el significado pleno y el figurado, por ende, el albur cae en el segundo y se genera por las similitudes que se dan entre ciertos objetos y la forma que tienen ciertas partes del cuerpo humano, tal y como es posible referirnos a: paloma, gomas, huevos, salchicha, etcétera, en lugar de pene, testículos o senos.

No obstante, precisó Lucille Herasti, que si bien estas figuras retóricas se utilizan para representar cuestiones relacionadas con el sexo, la “magia” de los albures radica en la agilidad mental para elaborarlos e introducirlos por medio de nombres, en adivinanzas, preguntas, canciones, rimas y otros posibles discursos, en un determinado contexto, con el fin de entretener.

El albur en particular se cree, pues no es posible confirmar la información, nació en Mineral del Monte, en la época en la que los ingleses comenzaron a llegar, allá por el siglo XVII, para la exploración y explotación de minas, esto siguiendo el texto Consomé Costecho: La receta del albur, lenguaje popular mexicano de Rizieri Rodríguez, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

A partir de ahí hay distintas hipótesis, la primera de ellas menciona que los mineros, que pasaban mucho tiempo encerrados, empezaron a usar el lenguaje como diversión o, en su caso, decidieron hacer más difícil el idioma con el fin de que sus jefes ingleses no les entendieran, por lo que “jugaban” y hacían pequeños cambios en el discurso, en ocasiones con énfasis en lo sexual.

Los albures entran hasta en las imágenes. / Foto: JustCheckIn

Otro posible origen es el que refieren Lourdes Ruiz Baltasar (Q.E.P.D), campeona nacional de albures, y Alfonso Hernández Hernández, cronista e historiador de Tepito, quienes en la impartición del diplomado “albures finos” señalan a los asistentes que el albur data de la época prehispánica.

Según los expertos los aztecas obreros dedicados a la alfarería crearon un lenguaje en código en náhuatl que les permitía solo entenderse entre ellos, igualmente con el fin de que sus patrones no se enteraran de algo que había salido mal, pues los castigos eran crueles.

Sea cual sea su origen, este se mantuvo y poco a poco se introdujo entre la sociedad común a tal grado de que como dice Lucille Herasti: “A los niños se les enseña a decirle ‘pilín’ al pene o a referirse a la muerte como ‘colgó los tenis’”.

La relevancia del albur llegó a tal nivel que en la actualidad, como ya se mencionó entre líneas anteriormente, existe un Campeonato Nacional de Albures e incluso un Diplomado en Albures Finos que se lleva a cabo en Tepito, Ciudad de México.

En ese espacio académico se infiere que hay dos tipos de albures, los finos, “que se construyen a través de palabras no soeces que, por la misma complejidad que representa el descifrarlos, son a veces ininteligibles hasta para la personas más capaz en el lenguaje o la lingüística” y los vulgares, “que se construyen a través de palabras altisonantes y que explícitamente indican una relación con lo sexual, con los órganos sexuales masculinos y femeninos y sus fluidos”, comenta Rizieri Rodríguez.

Lo más importante de todo es que, como argumenta Rodríguez: “No es necesario ser un experto en la lingüística o en el español para poder entender el albur”, lo que implica que en el día a día puedan identificarse algunos como en:

  1. - Buenas
    -Buenas las tenga- me dice mi primer cliente.
    -¿Tienes naranjas? ¿A cómo las de atrás?
    - ¡Póngame atención, que le voy a dar precio de me lo llevo!
    -¡Qué caray! Tú sí sabes de lo bueno. Pues dame diez cajas. ¡Y me las cuidas, eh! En lo que me vengo por ellas.

  2. -¡Buenos días! ¿Quieres ver qué hay?
    -Sólo tráeme lo de siempre
    - ¿Tu lechita con pan?
    -Te gusta mucho, pero tráeme un café y unas galletas.
    -¿Saco las de avena o las de nuez?
    -¿Eh? ¡No! Sólo unas de canela, por favor.

  3. -Ahí va el golpe.
    -Voy p’al centro.
    -Ya siéntese, güera, no se me vaya usted a cansar.
    -Chorro de leche me sobró del desayuno, ¿van a querer o los tiro?
    -¿Van a comprar o qué? Traen cara de ‘ber gastado todo su dinero.

Ejemplos tomados del texto Consomé Costecho: La receta del albur, lenguaje popular mexicano de Rizieri Rodríguez, donde se analizan.

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