/ jueves 7 de mayo de 2020

Cuentos desde mi ventana - Capítulo 6

La Organización Editorial Mexicana y Amonite traen para ti este audiolibro

Capítulo 6 - Papá me enseñará a volar

Mi papá es un hombre divertido y fuerte; y cuando mamá no se da cuenta me regala paletas de sabores. Hace rato salió de casa para comprar comida porque los doctores pidieron a las familias no salir a la calle. Prometió traerme un helado de vainilla, fresa y chocolate con una galleta de nuez arriba.

Y también, dijo que jugaríamos con un aparato volador que hicimos con palitos, resistol y papel periódico, que se llama papalote ¿Pa-pa-lo-te? El nombre se me hizo divertido y parecido a un trabalenguas. Papá dice que a los papalotes también les dicen cometas y flotan como nubes en el cielo y uno puede controlarlos desde tierra con una cuerda. Es lo más parecido a volar.

El problema es que a nuestro cometa le falta una cuerda grande y liviana que comprará en la tienda. Imagino que ellos con sus alas nos llevarán otro lugar, donde no haya enfermedades, y todos podamos jugar en las calles hasta que la luna se vea grandota.

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Cuando papá salió de casa traía en su cara un cubrebocas casero que mamá y yo hicimos. Cortamos un pañuelo de tela, le cosimos un filtro de la cafetera y él, se lo amarró en la cabeza, de esta manera se encuentra seguro.

Hoy que salió de casa dijo que iría caminando a la tienda, que no está nada cerca. Y es que los choferes de los camiones de pasajeros que andan por la ciudad, decidieron no trabajar porque casi no hay pasaje, al igual que algunas gasolineras, por eso también el carro que manejan él y mamá está debajo de un árbol llenándose de polvo y de popó de pájaro.

Pero todo eso no detiene a mi padre. Sus piernas son fuertes y sus brazos grandes, y con ellos me puede aventar bien alto y atraparme a la altura de su pecho, o cuando era bebé me cargaba varias horas hasta que me dormía y a veces me dejaba roncar arriba de su panza.

Pasan las horas y mamá no deja de levantar las cortinas “¿Qué pasa mamá?”, pregunto. Ella responde que solo quiere ver si en la calle vacía aparece aunque sea un animalito, o una hoja correteada por el aire. La verdad es que a quien quiere ver es a papá.

Y así los minutos se van, llega el medio día, la hora de la comida y la tarde. Yo veo las caricaturas y escucho que se abre la puerta: ¡Es papá! Sudoroso y cansado. Dice que había mucha gente y poca comida en las tiendas, por lo que tuvo que caminar mucho para llegar a otros lugares y tratar de conseguir todo lo que mamá le apuntó en una lista que le mandó por el celular.

Mis ojos brillan, grito “¡Papi!” Él me abraza y me dice que lo perdone, que no había helado ni galletas de nuez, tampoco encontró la cuerda para volar el cometa. Comienzo a llorar y me abraza más fuerte, pero no lloro de tristeza ni porque no encontró lo que me prometió.

Lloro de emoción porque tengo a mi papá, quien un día de estos me enseñará a volar.


Capítulo 6 - Papá me enseñará a volar

Mi papá es un hombre divertido y fuerte; y cuando mamá no se da cuenta me regala paletas de sabores. Hace rato salió de casa para comprar comida porque los doctores pidieron a las familias no salir a la calle. Prometió traerme un helado de vainilla, fresa y chocolate con una galleta de nuez arriba.

Y también, dijo que jugaríamos con un aparato volador que hicimos con palitos, resistol y papel periódico, que se llama papalote ¿Pa-pa-lo-te? El nombre se me hizo divertido y parecido a un trabalenguas. Papá dice que a los papalotes también les dicen cometas y flotan como nubes en el cielo y uno puede controlarlos desde tierra con una cuerda. Es lo más parecido a volar.

El problema es que a nuestro cometa le falta una cuerda grande y liviana que comprará en la tienda. Imagino que ellos con sus alas nos llevarán otro lugar, donde no haya enfermedades, y todos podamos jugar en las calles hasta que la luna se vea grandota.

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Cuando papá salió de casa traía en su cara un cubrebocas casero que mamá y yo hicimos. Cortamos un pañuelo de tela, le cosimos un filtro de la cafetera y él, se lo amarró en la cabeza, de esta manera se encuentra seguro.

Hoy que salió de casa dijo que iría caminando a la tienda, que no está nada cerca. Y es que los choferes de los camiones de pasajeros que andan por la ciudad, decidieron no trabajar porque casi no hay pasaje, al igual que algunas gasolineras, por eso también el carro que manejan él y mamá está debajo de un árbol llenándose de polvo y de popó de pájaro.

Pero todo eso no detiene a mi padre. Sus piernas son fuertes y sus brazos grandes, y con ellos me puede aventar bien alto y atraparme a la altura de su pecho, o cuando era bebé me cargaba varias horas hasta que me dormía y a veces me dejaba roncar arriba de su panza.

Pasan las horas y mamá no deja de levantar las cortinas “¿Qué pasa mamá?”, pregunto. Ella responde que solo quiere ver si en la calle vacía aparece aunque sea un animalito, o una hoja correteada por el aire. La verdad es que a quien quiere ver es a papá.

Y así los minutos se van, llega el medio día, la hora de la comida y la tarde. Yo veo las caricaturas y escucho que se abre la puerta: ¡Es papá! Sudoroso y cansado. Dice que había mucha gente y poca comida en las tiendas, por lo que tuvo que caminar mucho para llegar a otros lugares y tratar de conseguir todo lo que mamá le apuntó en una lista que le mandó por el celular.

Mis ojos brillan, grito “¡Papi!” Él me abraza y me dice que lo perdone, que no había helado ni galletas de nuez, tampoco encontró la cuerda para volar el cometa. Comienzo a llorar y me abraza más fuerte, pero no lloro de tristeza ni porque no encontró lo que me prometió.

Lloro de emoción porque tengo a mi papá, quien un día de estos me enseñará a volar.


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