/ domingo 13 de marzo de 2022

Violencia de Género

El pasado 8 de marzo se conmemoró la valiente lucha de la mujer por su participación, “en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona”. Se trata de una conmemoración que se efectúa en todo el mundo y que goza del reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en recuerdo de los sucesos acaecidos en la ciudad de Nueva York (EE.UU), el 8 de marzo de 1908.

Aquel aciago día, 146 mujeres murieron calcinadas a causa de un incendio que fue provocado con el propósito de “romper con la toma que llevaban adelante en protesta por las condiciones de trabajo y bajos salarios”.

Hoy en día, el instrumento más importante en relación con los derechos de las mujeres es la “Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer”. La CEDAW fue aprobada por la Asamblea General de la ONU, el 18 de diciembre de 1979, y ratificada por la mayoría de los Estados parte de la ONU, entre ellos México.

El contenido de esta convención se basa en los siguientes dos conceptos: “el de igualdad entre los sexos como principio rector de los derechos fundamentales, y el de la discriminación contra la mujer en sus distintas formas, cuya erradicación es la meta final hacia la cual se tiene que orientar la política de los Estados parte”.

A pesar de este importante instrumento, y de la existencia de legislaciones muy avanzadas en la totalidad de las entidades de nuestro país, los casos de violencia de género siguen siendo el pan nuestro de cada día. La impunidad, por desgracia, prevalece en la mayoría de estos casos, debido a que las leyes se aplican inadecuadamente, y porque prevalecen, además, “criterios judiciales marcados por concepciones patriarcales y patrimonialistas respecto de la impartición de justicia”.

Amnistía Internacional, que en años pasados ha dicho que en México la violencia contra la mujer se manifiesta de distintas formas y en distintos contextos, “pide una actuación audaz para contrarrestar la erosión de los derechos humanos para las mujeres y las niñas”. La citada ONG humanitaria, al referirse a los asesinatos que tuvieron lugar hace algunos años en Ciudad Juárez y Chihuahua, señala: “incluyen una proporción significativa de casos en el contexto de la violencia doméstica y familiar”.

Hoy, a diferencia del pasado, el problema no se circunscribe a Ciudad Juárez y al Estado de México: abarca muchas otras entidades de la República Mexicana, donde las mujeres siguen siendo asesinadas y atropelladas en sus derechos. Las cifras dadas a conocer en medios son alarmantes, pero lo serían aún más si las mujeres de México no se atrevieran a denunciar la violencia que inexplicablemente se ejerce contra de ellas.

Muchas de estas vejaciones se desconocen, pues en la mayoría de los casos “los receptores de violencia no denuncian a la sociedad los actos de violencia ejercidos contra ellos hasta que desembocan en una situación en la que el niño decide romper con la familia, o la mujer abandonar al marido”, explica Carlos Arteaga Basurto en su libro La política social en la transición.

El silencio de las víctimas ocasiona que los agresores se crean intocables y que repitan hasta el cansancio las agresiones contra la mujer, impidiendo que las autoridades competentes apliquen las sanciones que, de acuerdo con la ley, debe recibir. Esto favorece la impunidad de los feminicidios y violencia de género y de los autores de estos delitos.

Esta impunidad pervive gracias a la protección que se brinda a los agresores, así como a la falta de información que necesitan conocer las mujeres. Lo digo porque algunas de ellas han declarado a medios de comunicación que no denuncian los atropellos en su contra porque carecen de información sobre los derechos que les asisten y sobre lo que deben esperar de las autoridades.

El Día Internacional de las Mujeres fue una magnífica oportunidad para considerar lo que se ha dejado de hacer, o bien, lo que se ha hecho mal en lo relativo a la protección de la integridad física, sexual y psicológica de las mujeres. El único problema son las formas en que se protesta del 8 de marzo, aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador señaló que este año la mayoría de las protestas en el país se desarrollaron en paz.

Ojalá que sigamos por ese sendero, ya que la presencia de la violencia en las manifestaciones de las mujeres sirve de pretexto para que muchos desacrediten la legitima exigencia de los derechos de las mujeres por parte de ellas.


Twitter: @armayacastro

El pasado 8 de marzo se conmemoró la valiente lucha de la mujer por su participación, “en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona”. Se trata de una conmemoración que se efectúa en todo el mundo y que goza del reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en recuerdo de los sucesos acaecidos en la ciudad de Nueva York (EE.UU), el 8 de marzo de 1908.

Aquel aciago día, 146 mujeres murieron calcinadas a causa de un incendio que fue provocado con el propósito de “romper con la toma que llevaban adelante en protesta por las condiciones de trabajo y bajos salarios”.

Hoy en día, el instrumento más importante en relación con los derechos de las mujeres es la “Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer”. La CEDAW fue aprobada por la Asamblea General de la ONU, el 18 de diciembre de 1979, y ratificada por la mayoría de los Estados parte de la ONU, entre ellos México.

El contenido de esta convención se basa en los siguientes dos conceptos: “el de igualdad entre los sexos como principio rector de los derechos fundamentales, y el de la discriminación contra la mujer en sus distintas formas, cuya erradicación es la meta final hacia la cual se tiene que orientar la política de los Estados parte”.

A pesar de este importante instrumento, y de la existencia de legislaciones muy avanzadas en la totalidad de las entidades de nuestro país, los casos de violencia de género siguen siendo el pan nuestro de cada día. La impunidad, por desgracia, prevalece en la mayoría de estos casos, debido a que las leyes se aplican inadecuadamente, y porque prevalecen, además, “criterios judiciales marcados por concepciones patriarcales y patrimonialistas respecto de la impartición de justicia”.

Amnistía Internacional, que en años pasados ha dicho que en México la violencia contra la mujer se manifiesta de distintas formas y en distintos contextos, “pide una actuación audaz para contrarrestar la erosión de los derechos humanos para las mujeres y las niñas”. La citada ONG humanitaria, al referirse a los asesinatos que tuvieron lugar hace algunos años en Ciudad Juárez y Chihuahua, señala: “incluyen una proporción significativa de casos en el contexto de la violencia doméstica y familiar”.

Hoy, a diferencia del pasado, el problema no se circunscribe a Ciudad Juárez y al Estado de México: abarca muchas otras entidades de la República Mexicana, donde las mujeres siguen siendo asesinadas y atropelladas en sus derechos. Las cifras dadas a conocer en medios son alarmantes, pero lo serían aún más si las mujeres de México no se atrevieran a denunciar la violencia que inexplicablemente se ejerce contra de ellas.

Muchas de estas vejaciones se desconocen, pues en la mayoría de los casos “los receptores de violencia no denuncian a la sociedad los actos de violencia ejercidos contra ellos hasta que desembocan en una situación en la que el niño decide romper con la familia, o la mujer abandonar al marido”, explica Carlos Arteaga Basurto en su libro La política social en la transición.

El silencio de las víctimas ocasiona que los agresores se crean intocables y que repitan hasta el cansancio las agresiones contra la mujer, impidiendo que las autoridades competentes apliquen las sanciones que, de acuerdo con la ley, debe recibir. Esto favorece la impunidad de los feminicidios y violencia de género y de los autores de estos delitos.

Esta impunidad pervive gracias a la protección que se brinda a los agresores, así como a la falta de información que necesitan conocer las mujeres. Lo digo porque algunas de ellas han declarado a medios de comunicación que no denuncian los atropellos en su contra porque carecen de información sobre los derechos que les asisten y sobre lo que deben esperar de las autoridades.

El Día Internacional de las Mujeres fue una magnífica oportunidad para considerar lo que se ha dejado de hacer, o bien, lo que se ha hecho mal en lo relativo a la protección de la integridad física, sexual y psicológica de las mujeres. El único problema son las formas en que se protesta del 8 de marzo, aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador señaló que este año la mayoría de las protestas en el país se desarrollaron en paz.

Ojalá que sigamos por ese sendero, ya que la presencia de la violencia en las manifestaciones de las mujeres sirve de pretexto para que muchos desacrediten la legitima exigencia de los derechos de las mujeres por parte de ellas.


Twitter: @armayacastro