/ domingo 20 de diciembre de 2020

Vamos por una blanca navidad

Amigas y amigos, el fin de un año siempre conlleva detener un poco el ritmo, y sentarnos a analizar y valorar lo que hemos pasado: replantearnos proyectos, metas, y sobre todo aprender a convivir pacíficamente entre nosotros, enriqueciéndonos de nuestras diferencias, y buscando coincidencias que nos acerquen y unan más.

Queridos lectores, este fue un año como ninguno. El COVID-19 llego a México de manera sensible en marzo, y creo que en ese entonces ninguno de nosotros imagino que llegaríamos hasta diciembre con tanta incertidumbre, tanta zozobra y, sobre todo, tantas y tantas vidas perdidas.

En un principio, los casos de COVID-19 parecían un mito urbano, algo que le había pasado al “amigo de un amigo”, o que parecía que alguien tenía, pero no estaban muy seguros. A estas alturas, la cotidianeidad de los casos es tal, que lamentablemente hemos perdido cierta capacidad de asombro, motivados por una narrativa del gobierno federal en donde es lo mismo 50 mil que 150 mil muertos, en donde un día dicen que el semáforo epidemiológico no importa, y el otro día dicen que debemos obedecerlo, donde nos dicen que no salgamos y extrememos cuidados, pero el Presidente no puede portar un cubrebocas, salvo cuando fue a reportarse con el Presidente Trump.

Quiero compartirles que, en mi experiencia, la peor noticia que he recibido este año fue cuando mi hijo mayor me llamó para decirme que había dado positivo al virus. Sentí que me quitaron el suelo de golpe, y un frio extraño recorrió mi cuerpo. Muchos temores cruzaron por mi mente, mucha angustia y mucha preocupación, sin embargo, todas las mamás sabemos que son esos momentos cuando más fuertes debemos ser, y le dije a mi hijo: Tranquilo, todo va a estar bien.

Les comparto también, con un tremendo alivio, que afortunadamente ya la venció. Como él, muchos otros han podido salir delante de este padecimiento. Otros tantos, desgraciadamente, son los que día a día apila el “Doctor Muerte”, Hugo López Gatell. Números, solo números, no vidas, no historias, no familias destrozadas, sino números.

Amigas y amigos, ante la irresponsabilidad de las autoridades federales, la única salida que tenemos es reforzar la nuestra. Cuidémonos hoy más que nunca, quedémonos en casa, usemos cubrebocas, lavado de manos, y prioricemos el teletrabajo y las actividades remotas. Que las fiestas no sean una excusa para los contagios, todos debemos cuidarnos y asumir nuestra corresponsabilidad en el combate al COVID-19.

Esta navidad sin duda extrañaremos a quienes partieron, pero es nuestra obligación recordar su legado, y convertir sus enseñanzas en el faro que iluminará nuestros días de hoy en adelante. Hagamos de esta una blanca navidad, sin contagios, sin defunciones, y sin COVID-19.

Amigas y amigos, el fin de un año siempre conlleva detener un poco el ritmo, y sentarnos a analizar y valorar lo que hemos pasado: replantearnos proyectos, metas, y sobre todo aprender a convivir pacíficamente entre nosotros, enriqueciéndonos de nuestras diferencias, y buscando coincidencias que nos acerquen y unan más.

Queridos lectores, este fue un año como ninguno. El COVID-19 llego a México de manera sensible en marzo, y creo que en ese entonces ninguno de nosotros imagino que llegaríamos hasta diciembre con tanta incertidumbre, tanta zozobra y, sobre todo, tantas y tantas vidas perdidas.

En un principio, los casos de COVID-19 parecían un mito urbano, algo que le había pasado al “amigo de un amigo”, o que parecía que alguien tenía, pero no estaban muy seguros. A estas alturas, la cotidianeidad de los casos es tal, que lamentablemente hemos perdido cierta capacidad de asombro, motivados por una narrativa del gobierno federal en donde es lo mismo 50 mil que 150 mil muertos, en donde un día dicen que el semáforo epidemiológico no importa, y el otro día dicen que debemos obedecerlo, donde nos dicen que no salgamos y extrememos cuidados, pero el Presidente no puede portar un cubrebocas, salvo cuando fue a reportarse con el Presidente Trump.

Quiero compartirles que, en mi experiencia, la peor noticia que he recibido este año fue cuando mi hijo mayor me llamó para decirme que había dado positivo al virus. Sentí que me quitaron el suelo de golpe, y un frio extraño recorrió mi cuerpo. Muchos temores cruzaron por mi mente, mucha angustia y mucha preocupación, sin embargo, todas las mamás sabemos que son esos momentos cuando más fuertes debemos ser, y le dije a mi hijo: Tranquilo, todo va a estar bien.

Les comparto también, con un tremendo alivio, que afortunadamente ya la venció. Como él, muchos otros han podido salir delante de este padecimiento. Otros tantos, desgraciadamente, son los que día a día apila el “Doctor Muerte”, Hugo López Gatell. Números, solo números, no vidas, no historias, no familias destrozadas, sino números.

Amigas y amigos, ante la irresponsabilidad de las autoridades federales, la única salida que tenemos es reforzar la nuestra. Cuidémonos hoy más que nunca, quedémonos en casa, usemos cubrebocas, lavado de manos, y prioricemos el teletrabajo y las actividades remotas. Que las fiestas no sean una excusa para los contagios, todos debemos cuidarnos y asumir nuestra corresponsabilidad en el combate al COVID-19.

Esta navidad sin duda extrañaremos a quienes partieron, pero es nuestra obligación recordar su legado, y convertir sus enseñanzas en el faro que iluminará nuestros días de hoy en adelante. Hagamos de esta una blanca navidad, sin contagios, sin defunciones, y sin COVID-19.