/ jueves 24 de junio de 2021

Valores y principios para superar los problemas

Mucha gente ve la vida actual con apatía, desconfianza y hasta con pensamiento negativo, al grado de ya no causarles asombro lo que a diario se lee en las noticias del periódico impreso o en medios de comunicación electrónica (radio, TV e internet, incluyendo las redes sociales): asesinatos de toda índole, niños maltratados y/o abusados, violencia doméstica y toda clase de crímenes e ilícitos del más variado matiz.

(Este mismo tema lo abordé hace once años, pero viendo que aún es igual la situación, o peor en algunos de los renglones expuestos en el párrafo anterior, reintento ver si mis amables lectores comentan con sus amistades y familiares, sobre el particular.)

La maldad siempre ha existido en la humanidad, pero también pervive la bondad en el hombre, sea ésta manifestada a nivel individual o en grupo, y sin embargo vemos que el mal se exacerba por la ausencia de valores y principios, instituidos en casi todas las culturas del mundo con la finalidad de atenuar la malevolencia, aunque la vileza siempre ha sido menor que el bien, pero aquella con efectos igual que al contagios en las enfermedades.

Y es que la malignidad crece cuando hay ausencia de valores y principios, como desgraciadamente ocurre en la actualidad, por la baja calidad de la educación que padecemos, pues no es así lo quiera la gente, sino que ha fallado la enseñanza cívica en las escuelas y el olvido de inculcar lo bueno en el seno familiar, dándole importancia a lo que significa el bien en la sociedad, sin confundir el bienestar con la obtención de logros materiales como finalidad primordial, como suele considerar mucha gente.

Criticamos la corrupción de los gobernantes y de líderes sociales, sin admitir que en ocasiones nosotros también la practicamos, recurriendo a la “mordida” al agente de tránsito o al burócrata para agilizar el trámite en las oficinas públicas; incurrir en componendas para evitar el sueldo justo a la persona a nuestro servicio, al pago de impuestos y otras obligaciones.

Debemos generar una nueva actitud en nuestro actuar, para generar una nueva mentalidad basada en la cultura de lo correcto, lo honesto, lo virtuoso, pues con el buen ejemplo que demos lograremos que otras personas recapaciten, en especial nuestros hijos, familiares, amigos y vecinos, así como cualquier persona que conviva en nuestro alrededor.

Alfonso Reyes, uno de los escritores más luminosos de México, aclara que “el bien es una cuestión de amor y de respeto a nuestros semejantes. El amor es respeto a lo que es bueno para todos y rechazo a lo perjudicial”.

“El bien no debe confundirse con nuestro interés particular en ningún momento de nuestra vida. No debe confundirse con nuestro provecho, con nuestro gusto o nuestro deseo. El bien es un ideal de justicia y de virtud que puede imponernos el sacrificio de nuestros anhelos”, añade Alfonso Reyes, oriundo de Monterrey, N.L., y fallecido en 1959 en la CDMX.

El afamado escritor también nos habla de que el hombre está constituido de cuerpo y alma, a diferencia de otros animales, y tienen la ventaja de haber creado, junto con otros seres humanos, la civilización y la cultura, para superarnos en lo material y espiritual, comenzando por el respeto a nuestra persona, la familia y la gente que nos rodea.

De lo anterior surge la civilización, la ley y el derecho; la patria y la sociedad humana, que dan vida a la naturaleza humana; los valores y los principios, que en conjunto nos conducen a la superación (no sólo personal, sino de toda la raza humana).

Se antepone a lo anterior, el mal en todas sus manifestaciones: la soberbia, el odio, la envidia, etc., que la más de las veces nos maneja a su antojo, nos agobia, pues no tenemos consciencia de los valores y los principios que deberíamos poner en práctica, para un efectivo control de nuestra vida.

Las diferentes religiones y filosofías que existen, y que dan sentido a nuestra existencia, hablan especialmente de las principales virtudes que debemos poner en práctica: la fe, la esperanza y la caridad, pues en estas se centra el bien del hombre.

¡Pongámoslas en práctica, para beneficio de toda la humanidad!

¿Cómo hacerlo? Cada quién sabrá cómo hacerlo consigo mismo o en su entorno, y aquí nos limitamos a exponer ideas, no a dar clases a cada quién, ya que somos seres con libre albedrío, pero teniendo en mente el mejor porvenir de nosotros mismos, de nuestros hijos, familia, amigos y ciudadanos en general. ¿O usted, amable lector, qué opina de todo lo anterior?


¡Hasta la próxima!

Mucha gente ve la vida actual con apatía, desconfianza y hasta con pensamiento negativo, al grado de ya no causarles asombro lo que a diario se lee en las noticias del periódico impreso o en medios de comunicación electrónica (radio, TV e internet, incluyendo las redes sociales): asesinatos de toda índole, niños maltratados y/o abusados, violencia doméstica y toda clase de crímenes e ilícitos del más variado matiz.

(Este mismo tema lo abordé hace once años, pero viendo que aún es igual la situación, o peor en algunos de los renglones expuestos en el párrafo anterior, reintento ver si mis amables lectores comentan con sus amistades y familiares, sobre el particular.)

La maldad siempre ha existido en la humanidad, pero también pervive la bondad en el hombre, sea ésta manifestada a nivel individual o en grupo, y sin embargo vemos que el mal se exacerba por la ausencia de valores y principios, instituidos en casi todas las culturas del mundo con la finalidad de atenuar la malevolencia, aunque la vileza siempre ha sido menor que el bien, pero aquella con efectos igual que al contagios en las enfermedades.

Y es que la malignidad crece cuando hay ausencia de valores y principios, como desgraciadamente ocurre en la actualidad, por la baja calidad de la educación que padecemos, pues no es así lo quiera la gente, sino que ha fallado la enseñanza cívica en las escuelas y el olvido de inculcar lo bueno en el seno familiar, dándole importancia a lo que significa el bien en la sociedad, sin confundir el bienestar con la obtención de logros materiales como finalidad primordial, como suele considerar mucha gente.

Criticamos la corrupción de los gobernantes y de líderes sociales, sin admitir que en ocasiones nosotros también la practicamos, recurriendo a la “mordida” al agente de tránsito o al burócrata para agilizar el trámite en las oficinas públicas; incurrir en componendas para evitar el sueldo justo a la persona a nuestro servicio, al pago de impuestos y otras obligaciones.

Debemos generar una nueva actitud en nuestro actuar, para generar una nueva mentalidad basada en la cultura de lo correcto, lo honesto, lo virtuoso, pues con el buen ejemplo que demos lograremos que otras personas recapaciten, en especial nuestros hijos, familiares, amigos y vecinos, así como cualquier persona que conviva en nuestro alrededor.

Alfonso Reyes, uno de los escritores más luminosos de México, aclara que “el bien es una cuestión de amor y de respeto a nuestros semejantes. El amor es respeto a lo que es bueno para todos y rechazo a lo perjudicial”.

“El bien no debe confundirse con nuestro interés particular en ningún momento de nuestra vida. No debe confundirse con nuestro provecho, con nuestro gusto o nuestro deseo. El bien es un ideal de justicia y de virtud que puede imponernos el sacrificio de nuestros anhelos”, añade Alfonso Reyes, oriundo de Monterrey, N.L., y fallecido en 1959 en la CDMX.

El afamado escritor también nos habla de que el hombre está constituido de cuerpo y alma, a diferencia de otros animales, y tienen la ventaja de haber creado, junto con otros seres humanos, la civilización y la cultura, para superarnos en lo material y espiritual, comenzando por el respeto a nuestra persona, la familia y la gente que nos rodea.

De lo anterior surge la civilización, la ley y el derecho; la patria y la sociedad humana, que dan vida a la naturaleza humana; los valores y los principios, que en conjunto nos conducen a la superación (no sólo personal, sino de toda la raza humana).

Se antepone a lo anterior, el mal en todas sus manifestaciones: la soberbia, el odio, la envidia, etc., que la más de las veces nos maneja a su antojo, nos agobia, pues no tenemos consciencia de los valores y los principios que deberíamos poner en práctica, para un efectivo control de nuestra vida.

Las diferentes religiones y filosofías que existen, y que dan sentido a nuestra existencia, hablan especialmente de las principales virtudes que debemos poner en práctica: la fe, la esperanza y la caridad, pues en estas se centra el bien del hombre.

¡Pongámoslas en práctica, para beneficio de toda la humanidad!

¿Cómo hacerlo? Cada quién sabrá cómo hacerlo consigo mismo o en su entorno, y aquí nos limitamos a exponer ideas, no a dar clases a cada quién, ya que somos seres con libre albedrío, pero teniendo en mente el mejor porvenir de nosotros mismos, de nuestros hijos, familia, amigos y ciudadanos en general. ¿O usted, amable lector, qué opina de todo lo anterior?


¡Hasta la próxima!