/ jueves 26 de noviembre de 2020

Toma mi mano y llévame a casa 

“Precious Lord, take my hand Lead me on”, la canción que cantaba Elvis Presley puede ser una oración asertiva cuando nuestra condición de salud no está de forma favorable, más sin embargo siempre tendremos una esperanza de recobrar la salud, esta canción diría así: Cuando mi camino se vuelve triste Precioso Señor, quédate cerca del oído para escuchar tu voz, cuando mi luz casi se ha ido escucha mi llanto, escucha mi llamada, sostén mi mano, no sea que me falte fe, toma mi mano, precioso Señor, y guíame a casa, precioso Señor, toma mi mano, guíame, déjame quedarme, estoy cansado, estoy débil, estoy cansado, a través de la tormenta, a través de la noche guíame hacia la luz, toma mi mano precioso Señor y guíame a casa, mi trabajo aquí ha terminado, mi carrera termina aquí, ahora eres tú el camino a seguir déjame ver la luz. Toma mi mano y llévame a casa.

Vivimos nuestras vidas con batallas de las cuales no estábamos preparados, nadie nos dijo que la vida al nacer fuera ser fácil, desafortunadamente aprendimos a defendernos no en un salón de clases, sino en el campo de batalla, donde el rechazo quiso estar presente en las acciones más simples, confundiendo el yo interior, y fue el enemigo a vencer más difícil, porque el diablo interior supo cómo hacer su trabajo, al hacer creer que el padre o madre o familiar hizo un trabajo destructor que afecta a lo que llaman autoestima.

En el transcurso de la vida, con permiso fuimos zarandeados como trigo, que nos llevó a tener pesadillas, de ver un futuro en ocasiones inciertos que nos llevó en ocasiones a claudicar más sin embargo siempre apareció una luz al final del túnel, que nos hace vivir en victoria y es la bendita palabra de Dios.

En realidad, nunca estuvimos en derrota porque fuimos más que vencedores, Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. ¡Qué podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como estas? Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra? Si Dios no se guardó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos dará también todo lo demás? ¿Quién se atreve a acusarnos a nosotros, a quienes Dios ha elegido para sí? Nadie, porque Dios mismo nos puso en la relación correcta con él. Entonces, ¿quién nos condenará? Nadie, porque Cristo Jesús murió por nosotros y resucitó por nosotros, y está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios, e intercede por nosotros. ¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? ¿Será que él ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte? (Como dicen las Escrituras: «Por tu causa nos matan cada día; nos tratan como a ovejas en el matadero). Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó. Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor. Antes de ir a casa podemos decir: vivimos en fe, fuimos atribulados en todo mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados mas no destruidos, cuanto agradezco a Dios que haya visto mi aflicción y hayas escuchado mi clamor, y al termino de mis días llévame al lugar que me prometiste, no son las calles de oro que me motivan, sino el estar en tu presencia ver tu majestad y tu esplendor y conocer al Rey de reyes y Señor de señores que se humano para rescatarme pagando su sangre por mí, a Jesús el Cristo. Mi Señor y salvador. hotemadavid@hotmail.com Un vistazo a la vida diaria.

David Hotema


“Precious Lord, take my hand Lead me on”, la canción que cantaba Elvis Presley puede ser una oración asertiva cuando nuestra condición de salud no está de forma favorable, más sin embargo siempre tendremos una esperanza de recobrar la salud, esta canción diría así: Cuando mi camino se vuelve triste Precioso Señor, quédate cerca del oído para escuchar tu voz, cuando mi luz casi se ha ido escucha mi llanto, escucha mi llamada, sostén mi mano, no sea que me falte fe, toma mi mano, precioso Señor, y guíame a casa, precioso Señor, toma mi mano, guíame, déjame quedarme, estoy cansado, estoy débil, estoy cansado, a través de la tormenta, a través de la noche guíame hacia la luz, toma mi mano precioso Señor y guíame a casa, mi trabajo aquí ha terminado, mi carrera termina aquí, ahora eres tú el camino a seguir déjame ver la luz. Toma mi mano y llévame a casa.

Vivimos nuestras vidas con batallas de las cuales no estábamos preparados, nadie nos dijo que la vida al nacer fuera ser fácil, desafortunadamente aprendimos a defendernos no en un salón de clases, sino en el campo de batalla, donde el rechazo quiso estar presente en las acciones más simples, confundiendo el yo interior, y fue el enemigo a vencer más difícil, porque el diablo interior supo cómo hacer su trabajo, al hacer creer que el padre o madre o familiar hizo un trabajo destructor que afecta a lo que llaman autoestima.

En el transcurso de la vida, con permiso fuimos zarandeados como trigo, que nos llevó a tener pesadillas, de ver un futuro en ocasiones inciertos que nos llevó en ocasiones a claudicar más sin embargo siempre apareció una luz al final del túnel, que nos hace vivir en victoria y es la bendita palabra de Dios.

En realidad, nunca estuvimos en derrota porque fuimos más que vencedores, Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. ¡Qué podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como estas? Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra? Si Dios no se guardó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos dará también todo lo demás? ¿Quién se atreve a acusarnos a nosotros, a quienes Dios ha elegido para sí? Nadie, porque Dios mismo nos puso en la relación correcta con él. Entonces, ¿quién nos condenará? Nadie, porque Cristo Jesús murió por nosotros y resucitó por nosotros, y está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios, e intercede por nosotros. ¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? ¿Será que él ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte? (Como dicen las Escrituras: «Por tu causa nos matan cada día; nos tratan como a ovejas en el matadero). Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó. Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor. Antes de ir a casa podemos decir: vivimos en fe, fuimos atribulados en todo mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados mas no destruidos, cuanto agradezco a Dios que haya visto mi aflicción y hayas escuchado mi clamor, y al termino de mis días llévame al lugar que me prometiste, no son las calles de oro que me motivan, sino el estar en tu presencia ver tu majestad y tu esplendor y conocer al Rey de reyes y Señor de señores que se humano para rescatarme pagando su sangre por mí, a Jesús el Cristo. Mi Señor y salvador. hotemadavid@hotmail.com Un vistazo a la vida diaria.

David Hotema