/ domingo 21 de abril de 2019

Semana Santa, ¿fue celebrada por la iglesia primitiva?

La Iglesia La Luz del Mundo considera que todas las semanas son santas, como también lo son todos los días del año. Demuestran lo anterior con bases bíblicas, remontándose a la primera semana que Dios creó.

A lo largo de aquella semana todo lo creado fue valorado por Dios al término de cada día, y Él, con su sabiduría, calificaba su creación como bueno. Fue bueno lo que creó el día primero, el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto y el sexto; al final de su creación, hizo Dios un resumen de su obra y encontró que todo lo que había creado "era bueno en gran manera", se asienta en Génesis 1:31.

Con base en lo anterior, no hay una semana santa en el año, y las otras 51 desprovistas de santidad; todas las semanas son santas, como santos son los 365 días del año.

Otra prueba bíblica de que todos los días del año son santos, se encuentra en el libro de Salmos 65:11, en donde el rey David le decía a Dios: “Tú coronas el año con tus bienes, y tus nubes destilan grosura”.

El texto deja en claro que todos los días, las semanas y los meses del año son coronados por Dios, por ello afirma La Luz del Mundo que todas las semanas son especiales y bendecidas por Dios.

En relación con los días de la llamada semana mayor, que para algunas religiones tiene un significado altamente especial, la Iglesia que dirige el Apóstol Naasón Joaquín García considera que el jueves santo, el viernes santo, el sábado de gloria y el domingo de resurrección, nada de extraordinario tienen.

¿Se trata de un desdén a la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret? Por supuesto que no, porque los miembros y ministros de esta Iglesia consideran especiales dichos acontecimientos por su aporte en pro de la redención de las almas. Sin embargo, al celebrarlos se ciñen a lo establecido por Jesucristo, conmemorando la Cena del Señor sin alterar la forma en que ésta se llevó a cabo en la Iglesia primitiva.

La Santa Cena consiste en la participación del pan y del vino, elementos que, tras ser bendecidos con autoridad apostólica, representan el cuerpo y la sangre de Jesucristo, esto únicamente en el desarrollo del sagrado memorial.

En dicha solemnidad, el Apóstol de Dios cumple la encomienda de Jesucristo dada a sus compañeros, los apóstoles de la Iglesia primitiva, a quienes ordenó en la institución de la Santa Cena: “Haced esto en memoria de mí”.

Al respecto, el Apóstol Pablo dijo: “todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que el venga” (1 Corintios 11:26). Todas las veces que se haga –independientemente de la fecha y del lugar– la muerte de Cristo se anuncia, siempre y cuando en la ceremonia conmemorativa converjan el pan y el vino, así como la autoridad apostólica que bendice estos dos elementos.

La conmemoración de la Santa Cena en La Luz del Mundo no se realiza en el llamado jueves santo, día en que el catolicismo celebra la eucaristía; se celebra en la fecha y lugar que, por inspiración divina, establece la máxima autoridad de la Iglesia.

La muerte de Cristo en la cruz es la culminación de toda una vida –no una semana– entregada por Él en busca de la liberación de las almas. Su martirio empieza en el pesebre de Belén, pero se prolonga a lo largo de su vida, teniendo su culminación en la cruz.

Ahora bien, si la entrega de Jesucristo a la más noble de todas las causas no se limitó a siete días o a una semana, la celebración de dicho sacrificio no tendría por qué limitarse a una semana. Se debe de extender a todo tiempo y circunstancia, como enseñó Pablo a los corintios cuando les dijo: “Llevando en el cuerpo siempre [no una semana] por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (2 Corintios 4:10).

Las celebraciones en memoria de Cristo deben realizarse no con procesiones penitenciales que tienen su origen en la Edad Media, las cuales nunca fueron practicadas por la Iglesia primitiva, sino por el catolicismo medieval. Estas representaciones tenían el propósito de excitar el odio contra los judíos, a los que esta religión responsabilizó hasta hace poco tiempo de la muerte del Hijo de Dios. La buena noticia para los judíos es que hace algún tiempo el papa Benedicto XVI señaló que es un error culpar por la muerte de Cristo a todo el pueblo judío.

Concluyo señalando que para La Luz del Mundo la muerte de Cristo es digna del mayor respeto, y debe conmemorarse en santidad de vida, respondiendo así al propósito de dicho sacrificio.

La Iglesia La Luz del Mundo considera que todas las semanas son santas, como también lo son todos los días del año. Demuestran lo anterior con bases bíblicas, remontándose a la primera semana que Dios creó.

A lo largo de aquella semana todo lo creado fue valorado por Dios al término de cada día, y Él, con su sabiduría, calificaba su creación como bueno. Fue bueno lo que creó el día primero, el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto y el sexto; al final de su creación, hizo Dios un resumen de su obra y encontró que todo lo que había creado "era bueno en gran manera", se asienta en Génesis 1:31.

Con base en lo anterior, no hay una semana santa en el año, y las otras 51 desprovistas de santidad; todas las semanas son santas, como santos son los 365 días del año.

Otra prueba bíblica de que todos los días del año son santos, se encuentra en el libro de Salmos 65:11, en donde el rey David le decía a Dios: “Tú coronas el año con tus bienes, y tus nubes destilan grosura”.

El texto deja en claro que todos los días, las semanas y los meses del año son coronados por Dios, por ello afirma La Luz del Mundo que todas las semanas son especiales y bendecidas por Dios.

En relación con los días de la llamada semana mayor, que para algunas religiones tiene un significado altamente especial, la Iglesia que dirige el Apóstol Naasón Joaquín García considera que el jueves santo, el viernes santo, el sábado de gloria y el domingo de resurrección, nada de extraordinario tienen.

¿Se trata de un desdén a la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret? Por supuesto que no, porque los miembros y ministros de esta Iglesia consideran especiales dichos acontecimientos por su aporte en pro de la redención de las almas. Sin embargo, al celebrarlos se ciñen a lo establecido por Jesucristo, conmemorando la Cena del Señor sin alterar la forma en que ésta se llevó a cabo en la Iglesia primitiva.

La Santa Cena consiste en la participación del pan y del vino, elementos que, tras ser bendecidos con autoridad apostólica, representan el cuerpo y la sangre de Jesucristo, esto únicamente en el desarrollo del sagrado memorial.

En dicha solemnidad, el Apóstol de Dios cumple la encomienda de Jesucristo dada a sus compañeros, los apóstoles de la Iglesia primitiva, a quienes ordenó en la institución de la Santa Cena: “Haced esto en memoria de mí”.

Al respecto, el Apóstol Pablo dijo: “todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que el venga” (1 Corintios 11:26). Todas las veces que se haga –independientemente de la fecha y del lugar– la muerte de Cristo se anuncia, siempre y cuando en la ceremonia conmemorativa converjan el pan y el vino, así como la autoridad apostólica que bendice estos dos elementos.

La conmemoración de la Santa Cena en La Luz del Mundo no se realiza en el llamado jueves santo, día en que el catolicismo celebra la eucaristía; se celebra en la fecha y lugar que, por inspiración divina, establece la máxima autoridad de la Iglesia.

La muerte de Cristo en la cruz es la culminación de toda una vida –no una semana– entregada por Él en busca de la liberación de las almas. Su martirio empieza en el pesebre de Belén, pero se prolonga a lo largo de su vida, teniendo su culminación en la cruz.

Ahora bien, si la entrega de Jesucristo a la más noble de todas las causas no se limitó a siete días o a una semana, la celebración de dicho sacrificio no tendría por qué limitarse a una semana. Se debe de extender a todo tiempo y circunstancia, como enseñó Pablo a los corintios cuando les dijo: “Llevando en el cuerpo siempre [no una semana] por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (2 Corintios 4:10).

Las celebraciones en memoria de Cristo deben realizarse no con procesiones penitenciales que tienen su origen en la Edad Media, las cuales nunca fueron practicadas por la Iglesia primitiva, sino por el catolicismo medieval. Estas representaciones tenían el propósito de excitar el odio contra los judíos, a los que esta religión responsabilizó hasta hace poco tiempo de la muerte del Hijo de Dios. La buena noticia para los judíos es que hace algún tiempo el papa Benedicto XVI señaló que es un error culpar por la muerte de Cristo a todo el pueblo judío.

Concluyo señalando que para La Luz del Mundo la muerte de Cristo es digna del mayor respeto, y debe conmemorarse en santidad de vida, respondiendo así al propósito de dicho sacrificio.