/ sábado 2 de octubre de 2021

Sandri y la carta papal

El lunes 27 de septiembre, Jorge Mario Bergoglio, líder máximo de la Iglesia católica, envío una carta al pueblo de México con motivo del aniversario de la consumación de su Independencia, lograda el 27 de septiembre de 1821.

Sobre la carta del papa Francisco, que fue leída por el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monseñor Rogelio Cabrera, han opinado columnistas y analistas en diversos diarios, algunos de ellos resaltando “el valor de la religión en México”.

Antes de emitir mi opinión sobre la misiva del papa Francisco, deseo referirme a las palabras del cardenal Leonardo Sandri, enviado especial del papa para las celebraciones del bicentenario de la independencia de México. Aquí lo que el también Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales expresó sobre el guadalupanismo: “Con corazón de hijo después de haber sido nuncio apostólico en 2000 y haber acompañado al papa San Juan Pablo II, quien en 2002 quiso presidir la canonización de San Juan Diego, vengo ahora, en nombre del papa Francisco que te quiere tanto, y que cada año, el 12 de diciembre, celebra tu fiesta en la Basílica de San Pedro, para decir que el mundo entero es guadalupano”.

No sé si el representante papal sabe lo que dice o, si sabiéndolo, se atreve a “guadalupanizar” por su dicho al mundo entero, pasando por encima de la diversidad religiosa, que es una realidad inobjetable en México y el mundo. El cardenal debe saber que no todo el mundo es guadalupano, ni todo México, ni todos los fieles de la Iglesia católica, ni todos los miembros del clero romano.

Lo único cierto es que hay católicos guadalupanos y antiguadalupanos;. los unos creen en el mito aparicionista, los otros lo cuestionan y lo rechazan. En la lista de clérigos antiguadalupanos en diferentes momentos de la historia figuran, entre otros, fray Alonso de Montúfar, fray Bernardino de Sahagún, monseñor Eduardo Sánchez Camacho, obispo de Tamaulipas, y monseñor Guillermo Schulenburg Prado, quien negó la existencia de Juan Diego.

A semejanza del arzobispo Leonardo Sandri, el expresidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, intentó “guadalupanizar” a los mexicanos durante su administración, afirmando que, “sin importar creencias, en México todos somos guadalupanos”. Al respecto el investigador Roberto Blancarte señaló que no todos los mexicanos son guadalupanos, acerca de lo cual explicó: “Estamos hablando de más de 20 millones de mexicanos, que suelen ser ignorados por políticos, funcionarios y líderes religiosos, en el afán de seguir identificando a nuestra nación con el guadalupanismo”.

El problema es que el enviado papal fue más lejos que Calderón, pues, para él, “todo mundo es guadalupano”, como queriendo imponer su fe a todos, incluso hasta a quienes pertenecen a las grandes religiones del mundo, algunas de ellas con más miembros que el catolicismo, como son el Islam y el hinduismo, cuyas creencias nada tienen que ver con el guadalupanismo que practican millones de mexicanos, pero no todos.

Me referiré a continuación a la carta papal dirigida a los mexicanos, en la que Bergoglio parece alinearse a la política revisionista defendida y sugerida por el presidente de México Andrés Manuel López Obrador. En ella, el papa reconoce y pide perdón “por todos los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización”. El investigador Bernardo Barranco afirma que la súplica de perdón por parte del papa “no es lo que López Obrador solicitó”, destacando la revirada del pontífice romano en alusión a la sangrienta guerra cristera:

“En esa misma perspectiva, tampoco se pueden ignorar las acciones que, en tiempos más recientes, se cometieron contra el sentimiento religioso cristiano de gran parte del pueblo mexicano, provocando con ello un profundo sufrimiento”, expresa en su misiva el papa Francisco.

La disculpa de Bergoglio tiene como antecedente el mea culpa en ocasión del Jubileo del año 2000, en que el polaco Karol Wojtyla reconoció que la Iglesia católica fue protagonista en el pasado de graves episodios de intolerancia religiosa, violencia contra disidentes, excomuniones, persecuciones y divisiones en el seno del catolicismo, admitiendo así el papa Juan Pablo II el proceder no cristiano de Roma a través de los tiempos.

Con el reconocimiento papal de todos y cada uno de los injustificables excesos cometidos a lo largo del proceso de conquista en México, los apologistas del catolicismo no podrán seguir argumentando que se denigra el buen nombre de su Iglesia, a la que seguramente, y muy a pesar de la disculpa del papa, seguirán conceptuando como la institución más pura en la historia de la humanidad.

Twitter: @armayacastro

El lunes 27 de septiembre, Jorge Mario Bergoglio, líder máximo de la Iglesia católica, envío una carta al pueblo de México con motivo del aniversario de la consumación de su Independencia, lograda el 27 de septiembre de 1821.

Sobre la carta del papa Francisco, que fue leída por el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monseñor Rogelio Cabrera, han opinado columnistas y analistas en diversos diarios, algunos de ellos resaltando “el valor de la religión en México”.

Antes de emitir mi opinión sobre la misiva del papa Francisco, deseo referirme a las palabras del cardenal Leonardo Sandri, enviado especial del papa para las celebraciones del bicentenario de la independencia de México. Aquí lo que el también Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales expresó sobre el guadalupanismo: “Con corazón de hijo después de haber sido nuncio apostólico en 2000 y haber acompañado al papa San Juan Pablo II, quien en 2002 quiso presidir la canonización de San Juan Diego, vengo ahora, en nombre del papa Francisco que te quiere tanto, y que cada año, el 12 de diciembre, celebra tu fiesta en la Basílica de San Pedro, para decir que el mundo entero es guadalupano”.

No sé si el representante papal sabe lo que dice o, si sabiéndolo, se atreve a “guadalupanizar” por su dicho al mundo entero, pasando por encima de la diversidad religiosa, que es una realidad inobjetable en México y el mundo. El cardenal debe saber que no todo el mundo es guadalupano, ni todo México, ni todos los fieles de la Iglesia católica, ni todos los miembros del clero romano.

Lo único cierto es que hay católicos guadalupanos y antiguadalupanos;. los unos creen en el mito aparicionista, los otros lo cuestionan y lo rechazan. En la lista de clérigos antiguadalupanos en diferentes momentos de la historia figuran, entre otros, fray Alonso de Montúfar, fray Bernardino de Sahagún, monseñor Eduardo Sánchez Camacho, obispo de Tamaulipas, y monseñor Guillermo Schulenburg Prado, quien negó la existencia de Juan Diego.

A semejanza del arzobispo Leonardo Sandri, el expresidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, intentó “guadalupanizar” a los mexicanos durante su administración, afirmando que, “sin importar creencias, en México todos somos guadalupanos”. Al respecto el investigador Roberto Blancarte señaló que no todos los mexicanos son guadalupanos, acerca de lo cual explicó: “Estamos hablando de más de 20 millones de mexicanos, que suelen ser ignorados por políticos, funcionarios y líderes religiosos, en el afán de seguir identificando a nuestra nación con el guadalupanismo”.

El problema es que el enviado papal fue más lejos que Calderón, pues, para él, “todo mundo es guadalupano”, como queriendo imponer su fe a todos, incluso hasta a quienes pertenecen a las grandes religiones del mundo, algunas de ellas con más miembros que el catolicismo, como son el Islam y el hinduismo, cuyas creencias nada tienen que ver con el guadalupanismo que practican millones de mexicanos, pero no todos.

Me referiré a continuación a la carta papal dirigida a los mexicanos, en la que Bergoglio parece alinearse a la política revisionista defendida y sugerida por el presidente de México Andrés Manuel López Obrador. En ella, el papa reconoce y pide perdón “por todos los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización”. El investigador Bernardo Barranco afirma que la súplica de perdón por parte del papa “no es lo que López Obrador solicitó”, destacando la revirada del pontífice romano en alusión a la sangrienta guerra cristera:

“En esa misma perspectiva, tampoco se pueden ignorar las acciones que, en tiempos más recientes, se cometieron contra el sentimiento religioso cristiano de gran parte del pueblo mexicano, provocando con ello un profundo sufrimiento”, expresa en su misiva el papa Francisco.

La disculpa de Bergoglio tiene como antecedente el mea culpa en ocasión del Jubileo del año 2000, en que el polaco Karol Wojtyla reconoció que la Iglesia católica fue protagonista en el pasado de graves episodios de intolerancia religiosa, violencia contra disidentes, excomuniones, persecuciones y divisiones en el seno del catolicismo, admitiendo así el papa Juan Pablo II el proceder no cristiano de Roma a través de los tiempos.

Con el reconocimiento papal de todos y cada uno de los injustificables excesos cometidos a lo largo del proceso de conquista en México, los apologistas del catolicismo no podrán seguir argumentando que se denigra el buen nombre de su Iglesia, a la que seguramente, y muy a pesar de la disculpa del papa, seguirán conceptuando como la institución más pura en la historia de la humanidad.

Twitter: @armayacastro