/ domingo 6 de octubre de 2019

Presunción de inocencia y debido proceso

Desde hace varias décadas, las empresas periodísticas han creado sus propios códigos de ética, la mayoría de los cuales “abstrae los valores éticos voluntariamente aceptados y los transforma en reglas de conducta”, en este caso para el comunicador que busca activamente la noticia, la cual, según David Randall, autor de El Periodista Universal, es lo nuevo, lo no publicado, lo inusual y de interés general.

El periodista que se ciñe a la ética se esfuerza en brindar al público información veraz, la cual, según Ernesto Villanueva, “contrasta fuentes de información, realiza un trabajo diligente en la búsqueda de hechos noticiosos, identifica claramente cuando se trata de rumores o de informaciones no confirmadas; y fundamenta las notas informativas que escribe y rechaza el uso de frases ambiguas como “se dice”, “se comenta”, “parece ser”, y otras similares que induzcan a confusión”, refiere.

De acuerdo con el autor antes mencionado, autor del libro Deontología informativa: códigos deontológicos de la prensa escrita en el mundo (Universidad Iberoamericana, 2002), el deber ético del periodista es brindar información exacta, es decir aquella que “separa en forma clara los hechos consignados en la nota informativa de los juicios de valor, opiniones, ideas y conjeturas personales; distingue la nota informativa de la publicidad, particularmente en aquellos casos en que pudiese haber confusión, y coloca las cabezas y titulares ajustadas fielmente al cuerpo de la nota informativa”.

El periodista guiado por la ética y por el afán de satisfacer las necesidades informativas de las audiencias, brinda al público información equilibrada. Lo demuestra así cuando “presenta todas las versiones posibles de un hecho noticioso; brinda igual oportunidad de expresar puntos de vista a las diversas partes involucradas y, en su caso, señala cuando no fue posible entrar en contacto con alguna de las partes o ésta se haya rehusado a emitir su postura; y respeta el derecho de réplica de las personas citadas en el cuerpo del texto informativo”, expresa Villanueva.

Este autor nos habla también sobre la información completa, resultado del compromiso ético del periodista, quien “ejerce la rectificación oportuna tan pronto conozca de errores en la información difundida; brinda información de todos y cada uno de los procedimentales hasta que se haya dictado el fallo judicial respectivo, cuando decida difundir casos legales; rechaza cualquier beneficio personal para ocultar o manipular información; y respeta el secreto profesional en el ejercicio de su profesión”.

Si cotejamos los deberes éticos que menciona Ernesto Villanueva con la cobertura que los medios de comunicación le han dado a la detención y comparecencia del apóstol Naasón Joaquín García en todas y cada una de las audiencias que en un lapso de cuatro meses han tenido lugar en la Corte de Los Angeles, nos daríamos cuenta de que la mayoría de los periodistas, salvo honrosas excepciones, han informado sin una pizca de ética, con una clara tendencia a exaltar el morbo, práctica sensacionalista cuyo único interés es llamar la atención del público.

El Código Deontológico del Colegio de Periodistas de Cataluña establece que los informadores deben “observar escrupulosamente el principio de presunción de inocencia en las informaciones y opiniones relativas a causas o procedimientos penales en curso”. A pesar de este principio ético, plasmado en varios códigos deontológicos, la mayoría de los periodistas que han dado cobertura al proceso del presidente internacional de la Iglesia La Luz del Mundo, han vulnerado la presunción de inocencia al lanzar contra la persona del apóstol Naasón Joaquín calificativos denigrantes, vulnerando el principio constitucional de presunción de inocencia.

Sin ética periodística se viola también la garantía al debido proceso, sobre todo cuando se permite que ingresen videocámaras a las audiencias, colocando frente a éstas a una persona que está detenida por imputaciones que hasta ahora no han sido aportadas por la Fiscalía de California, mucho menos probadas.

En teoría la garantía antes mencionada debería proteger a cualquier persona, y ésta no tendría por qué ser objeto de linchamientos mediáticos, independientemente de que se trate del líder de una Iglesia que algunos ven con recelo por sus éxitos en el campo de la evangelización.

Concluyo señalando que los medios de comunicación y sus periodistas deben realizar sus mejores esfuerzos para presentar al público información equilibrada, veraz, actual e interesante, resultado del trabajo de investigación, contrastación y comprobación de sus periodistas, quienes se deben ceñir en todo tiempo a los principios éticos que los medios de comunicación pregonan.

Desde hace varias décadas, las empresas periodísticas han creado sus propios códigos de ética, la mayoría de los cuales “abstrae los valores éticos voluntariamente aceptados y los transforma en reglas de conducta”, en este caso para el comunicador que busca activamente la noticia, la cual, según David Randall, autor de El Periodista Universal, es lo nuevo, lo no publicado, lo inusual y de interés general.

El periodista que se ciñe a la ética se esfuerza en brindar al público información veraz, la cual, según Ernesto Villanueva, “contrasta fuentes de información, realiza un trabajo diligente en la búsqueda de hechos noticiosos, identifica claramente cuando se trata de rumores o de informaciones no confirmadas; y fundamenta las notas informativas que escribe y rechaza el uso de frases ambiguas como “se dice”, “se comenta”, “parece ser”, y otras similares que induzcan a confusión”, refiere.

De acuerdo con el autor antes mencionado, autor del libro Deontología informativa: códigos deontológicos de la prensa escrita en el mundo (Universidad Iberoamericana, 2002), el deber ético del periodista es brindar información exacta, es decir aquella que “separa en forma clara los hechos consignados en la nota informativa de los juicios de valor, opiniones, ideas y conjeturas personales; distingue la nota informativa de la publicidad, particularmente en aquellos casos en que pudiese haber confusión, y coloca las cabezas y titulares ajustadas fielmente al cuerpo de la nota informativa”.

El periodista guiado por la ética y por el afán de satisfacer las necesidades informativas de las audiencias, brinda al público información equilibrada. Lo demuestra así cuando “presenta todas las versiones posibles de un hecho noticioso; brinda igual oportunidad de expresar puntos de vista a las diversas partes involucradas y, en su caso, señala cuando no fue posible entrar en contacto con alguna de las partes o ésta se haya rehusado a emitir su postura; y respeta el derecho de réplica de las personas citadas en el cuerpo del texto informativo”, expresa Villanueva.

Este autor nos habla también sobre la información completa, resultado del compromiso ético del periodista, quien “ejerce la rectificación oportuna tan pronto conozca de errores en la información difundida; brinda información de todos y cada uno de los procedimentales hasta que se haya dictado el fallo judicial respectivo, cuando decida difundir casos legales; rechaza cualquier beneficio personal para ocultar o manipular información; y respeta el secreto profesional en el ejercicio de su profesión”.

Si cotejamos los deberes éticos que menciona Ernesto Villanueva con la cobertura que los medios de comunicación le han dado a la detención y comparecencia del apóstol Naasón Joaquín García en todas y cada una de las audiencias que en un lapso de cuatro meses han tenido lugar en la Corte de Los Angeles, nos daríamos cuenta de que la mayoría de los periodistas, salvo honrosas excepciones, han informado sin una pizca de ética, con una clara tendencia a exaltar el morbo, práctica sensacionalista cuyo único interés es llamar la atención del público.

El Código Deontológico del Colegio de Periodistas de Cataluña establece que los informadores deben “observar escrupulosamente el principio de presunción de inocencia en las informaciones y opiniones relativas a causas o procedimientos penales en curso”. A pesar de este principio ético, plasmado en varios códigos deontológicos, la mayoría de los periodistas que han dado cobertura al proceso del presidente internacional de la Iglesia La Luz del Mundo, han vulnerado la presunción de inocencia al lanzar contra la persona del apóstol Naasón Joaquín calificativos denigrantes, vulnerando el principio constitucional de presunción de inocencia.

Sin ética periodística se viola también la garantía al debido proceso, sobre todo cuando se permite que ingresen videocámaras a las audiencias, colocando frente a éstas a una persona que está detenida por imputaciones que hasta ahora no han sido aportadas por la Fiscalía de California, mucho menos probadas.

En teoría la garantía antes mencionada debería proteger a cualquier persona, y ésta no tendría por qué ser objeto de linchamientos mediáticos, independientemente de que se trate del líder de una Iglesia que algunos ven con recelo por sus éxitos en el campo de la evangelización.

Concluyo señalando que los medios de comunicación y sus periodistas deben realizar sus mejores esfuerzos para presentar al público información equilibrada, veraz, actual e interesante, resultado del trabajo de investigación, contrastación y comprobación de sus periodistas, quienes se deben ceñir en todo tiempo a los principios éticos que los medios de comunicación pregonan.