/ miércoles 10 de octubre de 2018

Navegando

¿Pagando favores?

En estos días, trascendió que el Ayuntamiento, por instrucciones de Jorge Zermeño, autorizó la reapertura de un casino en la ciudad, reapertura que se da luego de que por más de 6 años permanecieran cerrados estos centros de apuestas, luego de que tuvimos que sacrificar mucho para poder recuperar nuestra seguridad. La rapidez con la que el alcalde ha ordenado la reapertura del casino, nos obliga a hacernos algunas preguntas:

¿Acaso la benevolencia se debe a algún tipo de pago de favores?

¿Acaso el alcalde no recuerda la gran crisis de inseguridad que vivimos los torreonenses durante los años que él vivió en España?

¿Acaso importa más la posibilidad de recaudar impuestos, que garantizar la seguridad?

En efecto, la Constitución del Estado prohíbe la colocación de casinos en la entidad, pero el alcalde parece desconocer, cuando menos, este detalle. Hoy, sin importar si es correcto o no para la ciudad, se ha abierto la puerta al regreso de los casinos.

Los apologistas del desastre insisten en usar los mismos argumentos de siempre: “El casino generará empleos”, lo mismo hace el crimen organizado, y no por eso debemos de tolerarlo. “El crimen estará presente con o sin casinos”, sin duda, pero si les damos las condiciones para facilitar el lavado de dinero, hacemos más atractivo y redituable su funcionamiento. “Zermeño no lo autorizó, fue su subordinado”, buscando que creamos que cuando la administración se equivoca siempre es por subalternos descarriados, y no por instrucciones de su titular.

Amigas y amigos, jamás nadie ha buscado oponerse a la apertura de nuevas fuentes de empleo, pero no podemos decir que está bien abrir centros que acaban con los ahorros de las familias. En nuestra ciudad, una famosa gasolinera tiene meses peleando porque el alcalde le de permiso de operar, pero ahí parece que no existe esa máxima de buscar generar más empleos; la ley a medias, a modo, a conveniencia de los amigos, parecen ser los elementos claves de esta narrativa.

En los Estados Unidos, los casinos están obligados a habilitar servicios de ayuda y líneas de soporte para impedir que una persona gaste más de lo necesario en las máquinas. Deben transparentar el margen de ganancia que les dan los juegos, y vigilar que, por ningún motivo, bajo su más estricta responsabilidad, acceda un menor de edad. Hace 6 años, en un casino de Saltillo una menor fue asesinada a balazos. Así eran los casinos que teníamos entonces.

Este debate tiene solo dos vertientes: o se salen con la suya y pone un casino, o se respeta la ley y se detiene a este nocivo giro. Tengamos fe en la segunda opción; esperemos que a Coahuila no vuelva a caerle la violencia que tanto daño nos hizo aquellos años.

¿Pagando favores?

En estos días, trascendió que el Ayuntamiento, por instrucciones de Jorge Zermeño, autorizó la reapertura de un casino en la ciudad, reapertura que se da luego de que por más de 6 años permanecieran cerrados estos centros de apuestas, luego de que tuvimos que sacrificar mucho para poder recuperar nuestra seguridad. La rapidez con la que el alcalde ha ordenado la reapertura del casino, nos obliga a hacernos algunas preguntas:

¿Acaso la benevolencia se debe a algún tipo de pago de favores?

¿Acaso el alcalde no recuerda la gran crisis de inseguridad que vivimos los torreonenses durante los años que él vivió en España?

¿Acaso importa más la posibilidad de recaudar impuestos, que garantizar la seguridad?

En efecto, la Constitución del Estado prohíbe la colocación de casinos en la entidad, pero el alcalde parece desconocer, cuando menos, este detalle. Hoy, sin importar si es correcto o no para la ciudad, se ha abierto la puerta al regreso de los casinos.

Los apologistas del desastre insisten en usar los mismos argumentos de siempre: “El casino generará empleos”, lo mismo hace el crimen organizado, y no por eso debemos de tolerarlo. “El crimen estará presente con o sin casinos”, sin duda, pero si les damos las condiciones para facilitar el lavado de dinero, hacemos más atractivo y redituable su funcionamiento. “Zermeño no lo autorizó, fue su subordinado”, buscando que creamos que cuando la administración se equivoca siempre es por subalternos descarriados, y no por instrucciones de su titular.

Amigas y amigos, jamás nadie ha buscado oponerse a la apertura de nuevas fuentes de empleo, pero no podemos decir que está bien abrir centros que acaban con los ahorros de las familias. En nuestra ciudad, una famosa gasolinera tiene meses peleando porque el alcalde le de permiso de operar, pero ahí parece que no existe esa máxima de buscar generar más empleos; la ley a medias, a modo, a conveniencia de los amigos, parecen ser los elementos claves de esta narrativa.

En los Estados Unidos, los casinos están obligados a habilitar servicios de ayuda y líneas de soporte para impedir que una persona gaste más de lo necesario en las máquinas. Deben transparentar el margen de ganancia que les dan los juegos, y vigilar que, por ningún motivo, bajo su más estricta responsabilidad, acceda un menor de edad. Hace 6 años, en un casino de Saltillo una menor fue asesinada a balazos. Así eran los casinos que teníamos entonces.

Este debate tiene solo dos vertientes: o se salen con la suya y pone un casino, o se respeta la ley y se detiene a este nocivo giro. Tengamos fe en la segunda opción; esperemos que a Coahuila no vuelva a caerle la violencia que tanto daño nos hizo aquellos años.