/ domingo 25 de abril de 2021

Muros que dividen

El muro de Berlín cayó sin derramar sangre o disparar un arma de fuego. Fue un acontecimiento pacífico que data del 9 de noviembre de 1989. De entonces a la fecha, los habitantes de Alemania celebran la caída del muro que dividió la capital alemana en dos partes durante 28 años.

La construcción del también llamado muro de la vergüenza fue a iniciativa de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA), y llegó a ser uno de los símbolos de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS. Políticos alemanes de la talla de Angela Merkel, han rendido homenaje en más de una ocasión a los hombres que contribuyeron a la caída del muro de Berlín.

El 13 de agosto de 1961, el bloque comunista determinó construir una pared de concreto de cuatro metros de altura y de 10 centímetros de espesor a lo largo de 166 kilómetros. Helmut Altrichter afirma que “entre los muros interno y externo había un muy sutil sistema de torres de vigilancia, cercas de señalización, zanjas, barreras de alambre de púas y, finalmente, la llamada ‘franja de la muerte’, una banda de arena rastrillada de hasta 15 metros de ancho, iluminada todo el tiempo para garantizar, aun de noche, buenas condiciones de observación y de tiro”. El objetivo, según los que lo idearon, era “proteger a los habitantes de la RDA contra los ataques fascistas occidentales”. El objetivo real de su construcción fue este: impedir que los alemanes del este no se escaparan hacia el oeste.

El primer paso consistió en rodear la ciudad con alambre de púas y barricadas. Tres días después, comenzó a erigirse la muralla con la colocación de bloques de concreto. Las autoridades de la RDA apostaron guardias a lo largo de la línea divisoria con la orden de disparar a cualquier persona que intentara fugarse. Los discursos que descalificaban las acciones de quienes dividían Alemania no detuvieron la construcción del muro. Willy Brendt, a la sazón alcalde de Berlín, declaró: “el Senado de Berlín acusa ante la comunidad mundial, las medidas ilegales e inhumanas practicadas por aquellos que están dividiendo Alemania, oprimiendo a Berlín Oriental y amenazando a Berlín Occidental…”.

Las cosas fueron así durante poco más de 28 años, lapso en el que “80 ciudadanos de la República Democrática Alemana pagaron con su vida el intento de vencer el muro de Berlín y llegar al oeste”. Al respecto, Altrichter afirma: “3,000 fueron aprehendidos en el intento y condenados a prisión por varios meses”. Queda claro que para quienes intentaban escapar del totalitarismo soviético había tres caminos: el de la libertad, el de la cárcel y el de la muerte.

Por fortuna, la pesadilla terminó el jueves 9 de noviembre de 1989. Ese histórico día, los berlineses unieron esfuerzos para demoler el muro y celebraron a lo grande el fin de una época marcada por la opresión y el atropello constante a los derechos humanos de los habitantes de Berlín Oriental. La comunidad internacional se unió también a la fiesta de la libertad, y saludó con muestras de adhesión la reunificación de Alemania.

Lo ideal sería que nunca más en la historia de la humanidad se levantaran muros para contener la libre circulación de las personas. Sin embargo, murallas similares siguen construyéndose en algunas otras naciones del mundo. Tal es el caso de los siguientes muros: el levantado en la ciudad de Ostrovany (Eslovaquia), con el objetivo de aislar un campamento de gitanos, presuntamente dados a la rapiña; el que separa Israel del territorio palestino de Cisjordania, erigido con el propósito de contener el ingreso de terroristas a Israel; y el que construyó el gobierno de Estados Unidos en la frontera con México, cuyo propósito es impedir la inmigración ilegal procedente del sur.

En octubre de 2006, el ex presidente de la desaparecida Unión Soviética, Mijail Gorbachov, cuyas reformas fueron determinantes en la caída del Muro de Berlín, comparó con esta valla el proyecto estadounidense de edificar una muralla de más de mil 100 kilómetros en la frontera con México.

En el pasado, el republicano Antonio O. Garza declaró a medios de comunicación que existe una grande diferencia entre el Muro de Berlín y la valla de seguridad construida en la frontera Estados Unidos-México: “el Muro de Berlín fue construido para mantener confinado al pueblo; fue creado por un gobierno autoritario. En total contraste, nuestro gobierno democráticamente electo ha propuesto métodos para proteger a sus ciudadanos y para aplicar nuestras leyes migratorias”, sostuvo el ex embajador de Estados Unidos en México.

Algunos afirman que Joe Biden nunca va a terminar el muro fronterizo de Donald Trump, impuesto para frenar la entrada en Estados Unidos de migrantes que aspiran a mejores condiciones de vida. Ojalá sea así, porque la humanidad tiene hoy necesidad de muchas cosas, menos de la construcción de muros que dividen.


Twitter: @armayacastro

El muro de Berlín cayó sin derramar sangre o disparar un arma de fuego. Fue un acontecimiento pacífico que data del 9 de noviembre de 1989. De entonces a la fecha, los habitantes de Alemania celebran la caída del muro que dividió la capital alemana en dos partes durante 28 años.

La construcción del también llamado muro de la vergüenza fue a iniciativa de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA), y llegó a ser uno de los símbolos de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS. Políticos alemanes de la talla de Angela Merkel, han rendido homenaje en más de una ocasión a los hombres que contribuyeron a la caída del muro de Berlín.

El 13 de agosto de 1961, el bloque comunista determinó construir una pared de concreto de cuatro metros de altura y de 10 centímetros de espesor a lo largo de 166 kilómetros. Helmut Altrichter afirma que “entre los muros interno y externo había un muy sutil sistema de torres de vigilancia, cercas de señalización, zanjas, barreras de alambre de púas y, finalmente, la llamada ‘franja de la muerte’, una banda de arena rastrillada de hasta 15 metros de ancho, iluminada todo el tiempo para garantizar, aun de noche, buenas condiciones de observación y de tiro”. El objetivo, según los que lo idearon, era “proteger a los habitantes de la RDA contra los ataques fascistas occidentales”. El objetivo real de su construcción fue este: impedir que los alemanes del este no se escaparan hacia el oeste.

El primer paso consistió en rodear la ciudad con alambre de púas y barricadas. Tres días después, comenzó a erigirse la muralla con la colocación de bloques de concreto. Las autoridades de la RDA apostaron guardias a lo largo de la línea divisoria con la orden de disparar a cualquier persona que intentara fugarse. Los discursos que descalificaban las acciones de quienes dividían Alemania no detuvieron la construcción del muro. Willy Brendt, a la sazón alcalde de Berlín, declaró: “el Senado de Berlín acusa ante la comunidad mundial, las medidas ilegales e inhumanas practicadas por aquellos que están dividiendo Alemania, oprimiendo a Berlín Oriental y amenazando a Berlín Occidental…”.

Las cosas fueron así durante poco más de 28 años, lapso en el que “80 ciudadanos de la República Democrática Alemana pagaron con su vida el intento de vencer el muro de Berlín y llegar al oeste”. Al respecto, Altrichter afirma: “3,000 fueron aprehendidos en el intento y condenados a prisión por varios meses”. Queda claro que para quienes intentaban escapar del totalitarismo soviético había tres caminos: el de la libertad, el de la cárcel y el de la muerte.

Por fortuna, la pesadilla terminó el jueves 9 de noviembre de 1989. Ese histórico día, los berlineses unieron esfuerzos para demoler el muro y celebraron a lo grande el fin de una época marcada por la opresión y el atropello constante a los derechos humanos de los habitantes de Berlín Oriental. La comunidad internacional se unió también a la fiesta de la libertad, y saludó con muestras de adhesión la reunificación de Alemania.

Lo ideal sería que nunca más en la historia de la humanidad se levantaran muros para contener la libre circulación de las personas. Sin embargo, murallas similares siguen construyéndose en algunas otras naciones del mundo. Tal es el caso de los siguientes muros: el levantado en la ciudad de Ostrovany (Eslovaquia), con el objetivo de aislar un campamento de gitanos, presuntamente dados a la rapiña; el que separa Israel del territorio palestino de Cisjordania, erigido con el propósito de contener el ingreso de terroristas a Israel; y el que construyó el gobierno de Estados Unidos en la frontera con México, cuyo propósito es impedir la inmigración ilegal procedente del sur.

En octubre de 2006, el ex presidente de la desaparecida Unión Soviética, Mijail Gorbachov, cuyas reformas fueron determinantes en la caída del Muro de Berlín, comparó con esta valla el proyecto estadounidense de edificar una muralla de más de mil 100 kilómetros en la frontera con México.

En el pasado, el republicano Antonio O. Garza declaró a medios de comunicación que existe una grande diferencia entre el Muro de Berlín y la valla de seguridad construida en la frontera Estados Unidos-México: “el Muro de Berlín fue construido para mantener confinado al pueblo; fue creado por un gobierno autoritario. En total contraste, nuestro gobierno democráticamente electo ha propuesto métodos para proteger a sus ciudadanos y para aplicar nuestras leyes migratorias”, sostuvo el ex embajador de Estados Unidos en México.

Algunos afirman que Joe Biden nunca va a terminar el muro fronterizo de Donald Trump, impuesto para frenar la entrada en Estados Unidos de migrantes que aspiran a mejores condiciones de vida. Ojalá sea así, porque la humanidad tiene hoy necesidad de muchas cosas, menos de la construcción de muros que dividen.


Twitter: @armayacastro