/ lunes 28 de marzo de 2022

Mujeres y periodistas, en constante peligro mortal

“Ningún crimen se
funda en la razón”.
Tito Livio

Lamentablemente, los asesinatos de mujeres y de periodistas han ido en un constante aumento, imparable, y lo peor del caso es que en su gran mayoría la mayoría los casos quedan sin ser debidamente investigados, motivando que en lugar de haber una contención de dichos crímenes, estos se sigan cometiendo impunemente.

Las cifras son escandalosas, pues ya desde el año pasado, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en nuestro país ocurren 10 feminicidios diarios en promedio, y todo parece indicar que esa constante se mantiene en esa cantidad.

Por lo que hace a los periodistas asesinados, aunque supuestamente “blindados” con un mecanismo de protección algunos de ellos, siguen siendo sacrificados de manera frecuente por sicarios que la más de las veces no se logra detener, y cuando cae el supuesto homicida nunca se establece quién fue el autor intelectual del atentado.

El motivo de esa ola de atentados contra la integridad física de damas y de comunicadores tiene diferentes motivos obviamente, pero uno y otro se ubican como delitos dolosos que ameritan una pena corporal, lo mismo para quien priva de la vida a una persona, como para quien ordena su muerte.

Los asesinatos no es cosa nueva en la actualidad, pues la historia nos da a conocer toda clase de homicidios desde el inicio de la humanidad, pero debería suponerse que conforme han pasado los años el ser humano a madurado y perfeccionado su actuar. Lamentablemente parece ocurrir lo contrario.

La gente se sigue matando irracionalmente, no se diga en tiempos de guerra, como ocurre actualmente en Ucrania, como ha venido sucediendo en Medio Oriente, en África y en otros puntos del orbe, justificando sus acciones por causas patrióticas, pero también por motivos de defensa territorial, cuando en realidad existe siempre un interés económico oculto, sin importar el número de víctimas que llegue a resultar.

Sin embargo, hoy nos estamos refiriendo al extraordinario número de asesinatos de mujeres y de periodistas, y en el análisis correspondiente tenemos que lamentar en primer término la ausencia de valores que priva hoy en día en el seno del hogar, ya que son pocos los padres de familia que se preocupan por educar a sus hijos en torno a los principios y valores universales, así como a los religiosos si es el caso de un hogar cristiano, comenzando por el respeto hacia los demás.

Si se tratara de una familia creyente en Dios, cualquiera que sea su idea de Él, están en primer lugar sus mandamientos (no matarás, no robarás, etc.), pero si no creen en un Ser Supremo están entonces las leyes que establecen el orden que debe existir en una nación, basado en el Derecho objetivo, o sea aquel conjunto de normas que rige obligatoriamente la vida humana en la comunidad.

Dicha obediencia a las leyes establecidas, nos recuerda el tratadista Miguel Villoro Toranzo, se aplica en primer término al orden moral de los individuos y en consecuencia a toda sociedad humana.

De no contarse con las sólidas columnas de los principios y valores humanos, viene una fatal desobediencia a los mismos, a través del machismo o bien de la ley del más fuerte (física o económicamente), generando una violencia extrema hasta llegar a la muerte de la persona violentada.

Las malas acciones, lamentablemente, son fácilmente adoptadas por mentes débiles, manejada por líderes perversos, tal como ocurre desde la infancia misma en el patio o exteriores de algunas escuelas, cuando un grupo de escolapios azuzados por uno de ellos ataca verbal y físicamente a un compañero de manera sistemática. Es entonces que se cultiva el maltrato a otras personas, hasta llegar incluso a la privación de la vida de la víctima.

Incluso hay quienes no sólo atacan a personas fuera de la familia, sino dentro del seno del hogar, hasta convertirse en un feminicida en el peor de los casos, como suele ocurrir.

En cuanto al frecuente homicidio de comunicadores, los móviles son otros, obviamente, pues mayormente ocurren para acallar a quienes ponen al descubierto actividades ilícitas de servidores públicos o personajes con poder económico, sean éstos o no del llamado crimen organizado.

¿Qué hacer como personas? ¿Unirse a grupos que claman justicia por los asesinatos de mujeres, incluso recurriendo a métodos violentos? ¿O sería mejor atendiéndolos dictados de la educación básica del hogar y dando el buen ejemplo en nuestro medio? Usted, amable lector, tiene la palabra.

¡Hasta la próxima!

“Ningún crimen se
funda en la razón”.
Tito Livio

Lamentablemente, los asesinatos de mujeres y de periodistas han ido en un constante aumento, imparable, y lo peor del caso es que en su gran mayoría la mayoría los casos quedan sin ser debidamente investigados, motivando que en lugar de haber una contención de dichos crímenes, estos se sigan cometiendo impunemente.

Las cifras son escandalosas, pues ya desde el año pasado, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en nuestro país ocurren 10 feminicidios diarios en promedio, y todo parece indicar que esa constante se mantiene en esa cantidad.

Por lo que hace a los periodistas asesinados, aunque supuestamente “blindados” con un mecanismo de protección algunos de ellos, siguen siendo sacrificados de manera frecuente por sicarios que la más de las veces no se logra detener, y cuando cae el supuesto homicida nunca se establece quién fue el autor intelectual del atentado.

El motivo de esa ola de atentados contra la integridad física de damas y de comunicadores tiene diferentes motivos obviamente, pero uno y otro se ubican como delitos dolosos que ameritan una pena corporal, lo mismo para quien priva de la vida a una persona, como para quien ordena su muerte.

Los asesinatos no es cosa nueva en la actualidad, pues la historia nos da a conocer toda clase de homicidios desde el inicio de la humanidad, pero debería suponerse que conforme han pasado los años el ser humano a madurado y perfeccionado su actuar. Lamentablemente parece ocurrir lo contrario.

La gente se sigue matando irracionalmente, no se diga en tiempos de guerra, como ocurre actualmente en Ucrania, como ha venido sucediendo en Medio Oriente, en África y en otros puntos del orbe, justificando sus acciones por causas patrióticas, pero también por motivos de defensa territorial, cuando en realidad existe siempre un interés económico oculto, sin importar el número de víctimas que llegue a resultar.

Sin embargo, hoy nos estamos refiriendo al extraordinario número de asesinatos de mujeres y de periodistas, y en el análisis correspondiente tenemos que lamentar en primer término la ausencia de valores que priva hoy en día en el seno del hogar, ya que son pocos los padres de familia que se preocupan por educar a sus hijos en torno a los principios y valores universales, así como a los religiosos si es el caso de un hogar cristiano, comenzando por el respeto hacia los demás.

Si se tratara de una familia creyente en Dios, cualquiera que sea su idea de Él, están en primer lugar sus mandamientos (no matarás, no robarás, etc.), pero si no creen en un Ser Supremo están entonces las leyes que establecen el orden que debe existir en una nación, basado en el Derecho objetivo, o sea aquel conjunto de normas que rige obligatoriamente la vida humana en la comunidad.

Dicha obediencia a las leyes establecidas, nos recuerda el tratadista Miguel Villoro Toranzo, se aplica en primer término al orden moral de los individuos y en consecuencia a toda sociedad humana.

De no contarse con las sólidas columnas de los principios y valores humanos, viene una fatal desobediencia a los mismos, a través del machismo o bien de la ley del más fuerte (física o económicamente), generando una violencia extrema hasta llegar a la muerte de la persona violentada.

Las malas acciones, lamentablemente, son fácilmente adoptadas por mentes débiles, manejada por líderes perversos, tal como ocurre desde la infancia misma en el patio o exteriores de algunas escuelas, cuando un grupo de escolapios azuzados por uno de ellos ataca verbal y físicamente a un compañero de manera sistemática. Es entonces que se cultiva el maltrato a otras personas, hasta llegar incluso a la privación de la vida de la víctima.

Incluso hay quienes no sólo atacan a personas fuera de la familia, sino dentro del seno del hogar, hasta convertirse en un feminicida en el peor de los casos, como suele ocurrir.

En cuanto al frecuente homicidio de comunicadores, los móviles son otros, obviamente, pues mayormente ocurren para acallar a quienes ponen al descubierto actividades ilícitas de servidores públicos o personajes con poder económico, sean éstos o no del llamado crimen organizado.

¿Qué hacer como personas? ¿Unirse a grupos que claman justicia por los asesinatos de mujeres, incluso recurriendo a métodos violentos? ¿O sería mejor atendiéndolos dictados de la educación básica del hogar y dando el buen ejemplo en nuestro medio? Usted, amable lector, tiene la palabra.

¡Hasta la próxima!