/ sábado 16 de abril de 2022

Misoginia

La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación considera la misoginia como una conducta discriminatoria, en el mismo apartado que la homofobia, la xenofobia, la segregación racial, el antisemitismo y otras formas conexas de intolerancia.

El término misoginia está formado por la raíz griega "miseo", que significa odiar; y "gyné", cuya traducción es mujer. Es fácil encontrar el significado de esta palabra en cualquier diccionario (“aversión contra las mujeres”); pero es más fácil encontrar esta práctica en nuestro día a día, ya que la misoginia se ha universalizado, es decir, está presente en todas partes y en todos los estratos sociales.

La importancia de trabajar responsablemente en la erradicación de este ancestral problema se debe a que la misoginia deriva en casos de violencia de género, machismo, abusos sexuales, agresiones sexistas y feminicidios, prácticas que representan una grave afectación a los derechos humanos de las mujeres.

En la esfera religiosa, el islam y el catolicismo han sido señalados por los expertos como religiones que en algún momento de su historia desarrollaron un discurso misógino. En el caso específico del islam se debe señalar que esta conducta es resultado de la práctica extrema de algunos grupos al interior de la religión fundada por Mahoma en el siglo VII, específicamente en el año 610 de nuestra era.

Mientras algunos consideran al islam como “una religión patriarcal e incluso misógina, que profesa modelos de relación jerárquica y desigualdad sexual y estampa el sello sagrado en la subordinación de la mujer”, otros opinan en su defensa que la supremacía del varón y la defensa del modelo patriarcal se asocia con formas fundamentalistas de interpretación de los preceptos del Corán, y no de la religión en sí misma.

Lo mismo sucede en el catolicismo, al que en diferentes momentos se le ha acusado de excluir a la mujer del sacerdocio, un privilegio que dicha religión reserva únicamente para los hombres. Al respecto, la Iglesia católica ha ratificado siempre la tradición, señalando que su no apertura al sacerdocio femenino obedece a razones teológicas, y no en sí a una práctica discriminatoria.

Lo cierto es que, en el pasado, algunos doctores y teólogos católicos desarrollaron un discurso con una fuerte carga machista. Tal es el caso de Agustín de Hipona, Juan Crisóstomo y Juan Damasceno, entre otros. Éstos y muchos otros clérigos "le dedican (a la mujer) graves calificativos como, "soberana peste", "puerta del infierno", "arma del diablo", "centinela avanzada del infierno", "larva del demonio", "flecha del demonio"... Además de considerarla un ser insuficiente, un ser de segundo orden, creado del costado de Adán", refiere José González-Sandoval Buedo en su libro El amor en Occidente: mito y realidad: Para salir del laberinto.

Algunas perlas machistas de hombres que la Iglesia reconoce como santos son las que les comparto a continuación: Juan Damasceno denigró la dignidad de la mujer al expresarse así de ella: "La mujer es una burra tozuda, un gusano terrible en el corazón del hombre, hija de la mentira, centinela del infierno". Alberto Magno, filósofo y teólogo católico dijo: "La mujer es un hombre ilegítimo y tiene la naturaleza incorrecta y defectuosa". En el año 401 Agustín de Hipona se expresó de la mujer en los siguientes términos: "Nada hay tan poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de una mujer".

Tal concepto y otros intereses de tipo económico llevaron a los hombres de la Iglesia romana a desarrollar un discurso que ha fortalecido la práctica del celibato sacerdotal a través de los tiempos. Algunos opinan que el mantener célibes a los sacerdotes ha sido la causa de los múltiples casos de pederastia entre los sacerdotes, aunque en lo personal me quedo con lo que alguna vez escribió Roberto Blancarte respecto al tema: “Y se equivocan también (…) quienes creen que eliminando el celibato se acabará el problema de la pederastia dentro de la Iglesia”.

Sobre el mencionado discurso y la falta de apertura al sacerdocio femenino, la teóloga y catedrática alemana Uta Ranke-Heinemann, señala: "De los innumerables pecados cometidos a lo largo de su historia, de ningún otro deberían de arrepentirse tanto las Iglesias como del pecado cometido contra la mujer".

Queda claro que hay situaciones dentro de varias religiones que han pasado por alto la dignidad de las mujeres, como también las hay en la sociedad. En mi opinión, esto último ha contribuido a la multiplicación de los casos de violencia de género, una situación que nos obliga a trabajar más y mejor en el tema de crisis de valores, así como en el diseño de políticas públicas que contribuyan a poner un hasta aquí a la misoginia.

Twitter: @armayacastro

La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación considera la misoginia como una conducta discriminatoria, en el mismo apartado que la homofobia, la xenofobia, la segregación racial, el antisemitismo y otras formas conexas de intolerancia.

El término misoginia está formado por la raíz griega "miseo", que significa odiar; y "gyné", cuya traducción es mujer. Es fácil encontrar el significado de esta palabra en cualquier diccionario (“aversión contra las mujeres”); pero es más fácil encontrar esta práctica en nuestro día a día, ya que la misoginia se ha universalizado, es decir, está presente en todas partes y en todos los estratos sociales.

La importancia de trabajar responsablemente en la erradicación de este ancestral problema se debe a que la misoginia deriva en casos de violencia de género, machismo, abusos sexuales, agresiones sexistas y feminicidios, prácticas que representan una grave afectación a los derechos humanos de las mujeres.

En la esfera religiosa, el islam y el catolicismo han sido señalados por los expertos como religiones que en algún momento de su historia desarrollaron un discurso misógino. En el caso específico del islam se debe señalar que esta conducta es resultado de la práctica extrema de algunos grupos al interior de la religión fundada por Mahoma en el siglo VII, específicamente en el año 610 de nuestra era.

Mientras algunos consideran al islam como “una religión patriarcal e incluso misógina, que profesa modelos de relación jerárquica y desigualdad sexual y estampa el sello sagrado en la subordinación de la mujer”, otros opinan en su defensa que la supremacía del varón y la defensa del modelo patriarcal se asocia con formas fundamentalistas de interpretación de los preceptos del Corán, y no de la religión en sí misma.

Lo mismo sucede en el catolicismo, al que en diferentes momentos se le ha acusado de excluir a la mujer del sacerdocio, un privilegio que dicha religión reserva únicamente para los hombres. Al respecto, la Iglesia católica ha ratificado siempre la tradición, señalando que su no apertura al sacerdocio femenino obedece a razones teológicas, y no en sí a una práctica discriminatoria.

Lo cierto es que, en el pasado, algunos doctores y teólogos católicos desarrollaron un discurso con una fuerte carga machista. Tal es el caso de Agustín de Hipona, Juan Crisóstomo y Juan Damasceno, entre otros. Éstos y muchos otros clérigos "le dedican (a la mujer) graves calificativos como, "soberana peste", "puerta del infierno", "arma del diablo", "centinela avanzada del infierno", "larva del demonio", "flecha del demonio"... Además de considerarla un ser insuficiente, un ser de segundo orden, creado del costado de Adán", refiere José González-Sandoval Buedo en su libro El amor en Occidente: mito y realidad: Para salir del laberinto.

Algunas perlas machistas de hombres que la Iglesia reconoce como santos son las que les comparto a continuación: Juan Damasceno denigró la dignidad de la mujer al expresarse así de ella: "La mujer es una burra tozuda, un gusano terrible en el corazón del hombre, hija de la mentira, centinela del infierno". Alberto Magno, filósofo y teólogo católico dijo: "La mujer es un hombre ilegítimo y tiene la naturaleza incorrecta y defectuosa". En el año 401 Agustín de Hipona se expresó de la mujer en los siguientes términos: "Nada hay tan poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de una mujer".

Tal concepto y otros intereses de tipo económico llevaron a los hombres de la Iglesia romana a desarrollar un discurso que ha fortalecido la práctica del celibato sacerdotal a través de los tiempos. Algunos opinan que el mantener célibes a los sacerdotes ha sido la causa de los múltiples casos de pederastia entre los sacerdotes, aunque en lo personal me quedo con lo que alguna vez escribió Roberto Blancarte respecto al tema: “Y se equivocan también (…) quienes creen que eliminando el celibato se acabará el problema de la pederastia dentro de la Iglesia”.

Sobre el mencionado discurso y la falta de apertura al sacerdocio femenino, la teóloga y catedrática alemana Uta Ranke-Heinemann, señala: "De los innumerables pecados cometidos a lo largo de su historia, de ningún otro deberían de arrepentirse tanto las Iglesias como del pecado cometido contra la mujer".

Queda claro que hay situaciones dentro de varias religiones que han pasado por alto la dignidad de las mujeres, como también las hay en la sociedad. En mi opinión, esto último ha contribuido a la multiplicación de los casos de violencia de género, una situación que nos obliga a trabajar más y mejor en el tema de crisis de valores, así como en el diseño de políticas públicas que contribuyan a poner un hasta aquí a la misoginia.

Twitter: @armayacastro