/ viernes 18 de diciembre de 2020

Mis últimos tres libros, sobre senderismo, ciencias, educación y algo más

Cuando asumí la rectoría me propuse firmemente seguir sendereando, por ser una actividad que he desarrollado durante muchos años de mi vida, también aventuré que leería un libro y seguiría escribiendo un artículo a la semana y hasta me arriesgué a decir que escribiría un libro por año. Estos propósitos los he cumplido en estos ya casi tres años. Hay muchas personas que me preguntan a qué hora escribo. Y puedo contestar que a las mismas horas en las que lo he hecho siempre. Al empezar la noche, le dedico unas cuatro horas, cuatro veces a la semana. Lo que equivale a un medio turno, pero sin descansos.

En relación con las actividades de senderismo, los fines de semana las llevo a cabo con amigos, estas prácticas de andar en alguna sierra, son una voluntad deliberada por caminar en algún sendero en el monte, una vereda, un camino o simplemente recorrer un arroyo para disfrutarlo. Ser senderista, en cierto sentido, es ser nómada. Tener la inclinación para amar las rutas y, si son en zonas desérticas hay que tenerles mucho más cariño, porque hay que aguantar las inclemencias del sol; y también las espinadas, en las caminatas, sinuosas y zigzagueantes. Ser senderista permite hacer a un lado el disfrute de la madriguera, oscura y cómoda, sobre un grato sillón acechando la pantalla digital ya sea en un visor de plasma o en un smartphone.

Con respecto a los libros, el primero de este periodo rectoral que escribí y lo publiqué en el 2018 es “Jimulco y sus Alrededores”. En él, comparto un conjunto de reseñas alrededor de la Sierra de Jimulco, que son producto de los diferentes recorridos que he hecho desde niño por esa región que admiro y transito cada vez que tengo oportunidad. Soy un habitante del desierto. Nunca ha dejado de sorprenderme, el encontrarme con un bosque de palmas chinas (un izotal), un conjunto de lechuguillas, una aglomeración de ocotillos festejando su floración, de color anaranjada, una floresta de chaparros prietos presumiendo sus hermosas flores blancas, que en conjunto exhiben una especie de manta blanca en movimiento de ondulaciones fractálicas. En las caminatas sobre ese conglomerado que es la Sierra de Jimulco, al ir trajinando en una vereda de burros, echa hace muchos años, ya sea para los candelilleros, los talladores de ixtle de lechuguilla, los recolectores de guayule o los gambusinos o si te encuentras una guarida de leoncillos americanos, te invade una sensación de incertidumbre y temor. O bien te topas con una víbora de cascabel, por lo que te deslizas con cuidado y mucha precaución.

El segundo libro que publiqué en el 2019 es “Sendereando en Coahuila”. En estos últimos años (2018-2020) sendereé en varios lugares del estado de Coahuila: En la sierra de Zapalinamé en Saltillo; en la meseta de Catujanos en el municipio de Candela; en el río Sabinas, en Nueva Rosita; en el cerro del Mercado en Castaños; en la sierra de Vizcaya en Matamoros; en el cerro de las Noas en Torreón, y en la sierra del Mármol en Viesca. Casi puedo decir que subí alguna montaña en este periodo, una vez a la semana.

Subir y bajar el cerro de las Noas, en Torreón, lo hacemos en 45 minutos, es un recorrido de ida y vuelta de dos kilómetros y medio, y una altura de 120 metros. Cruzar la sierra de Zapalinamé de Saltillo a la comunidad del Diamante en el municipio de Arteaga del estado de Coahuila nos llevó siete horas. Lo más alto que subimos fue la meseta de Catujanos, 430 metros de altura en un recorrido de mil 800 metros. Andar en la montaña, es una actividad simple, natural e instintiva, no impone una técnica particular, sólo las ganas de hacerlo. Lo único, quizá necesario, es contar con un par de botas, un sombrero o cachucha, un bastón y una pequeña mochila para cargar agua.

El tercer libro que ya salió este año 2020 es “De Ciencias, Educación y Algo Más”. Recurro a lo expresado por mi maestro el doctor Ricardo Cantoral: Este libro reafirma la idea de monumento geográfico con la matemática en su base, la testifica con el trabajo arquitectónico de diversas culturas en la creación de espacios, y así con un lento andar es en la Grecia clásica donde adquiere el sentido de verdad lógica, como arte de pensar sobre axiomas y reglas válidas. Y, finalmente leeré cuatro libros más y escribiré dos artículos que faltan para decir que si cumplí con esos propósitos.

jshv0851@gmail.com

Cuando asumí la rectoría me propuse firmemente seguir sendereando, por ser una actividad que he desarrollado durante muchos años de mi vida, también aventuré que leería un libro y seguiría escribiendo un artículo a la semana y hasta me arriesgué a decir que escribiría un libro por año. Estos propósitos los he cumplido en estos ya casi tres años. Hay muchas personas que me preguntan a qué hora escribo. Y puedo contestar que a las mismas horas en las que lo he hecho siempre. Al empezar la noche, le dedico unas cuatro horas, cuatro veces a la semana. Lo que equivale a un medio turno, pero sin descansos.

En relación con las actividades de senderismo, los fines de semana las llevo a cabo con amigos, estas prácticas de andar en alguna sierra, son una voluntad deliberada por caminar en algún sendero en el monte, una vereda, un camino o simplemente recorrer un arroyo para disfrutarlo. Ser senderista, en cierto sentido, es ser nómada. Tener la inclinación para amar las rutas y, si son en zonas desérticas hay que tenerles mucho más cariño, porque hay que aguantar las inclemencias del sol; y también las espinadas, en las caminatas, sinuosas y zigzagueantes. Ser senderista permite hacer a un lado el disfrute de la madriguera, oscura y cómoda, sobre un grato sillón acechando la pantalla digital ya sea en un visor de plasma o en un smartphone.

Con respecto a los libros, el primero de este periodo rectoral que escribí y lo publiqué en el 2018 es “Jimulco y sus Alrededores”. En él, comparto un conjunto de reseñas alrededor de la Sierra de Jimulco, que son producto de los diferentes recorridos que he hecho desde niño por esa región que admiro y transito cada vez que tengo oportunidad. Soy un habitante del desierto. Nunca ha dejado de sorprenderme, el encontrarme con un bosque de palmas chinas (un izotal), un conjunto de lechuguillas, una aglomeración de ocotillos festejando su floración, de color anaranjada, una floresta de chaparros prietos presumiendo sus hermosas flores blancas, que en conjunto exhiben una especie de manta blanca en movimiento de ondulaciones fractálicas. En las caminatas sobre ese conglomerado que es la Sierra de Jimulco, al ir trajinando en una vereda de burros, echa hace muchos años, ya sea para los candelilleros, los talladores de ixtle de lechuguilla, los recolectores de guayule o los gambusinos o si te encuentras una guarida de leoncillos americanos, te invade una sensación de incertidumbre y temor. O bien te topas con una víbora de cascabel, por lo que te deslizas con cuidado y mucha precaución.

El segundo libro que publiqué en el 2019 es “Sendereando en Coahuila”. En estos últimos años (2018-2020) sendereé en varios lugares del estado de Coahuila: En la sierra de Zapalinamé en Saltillo; en la meseta de Catujanos en el municipio de Candela; en el río Sabinas, en Nueva Rosita; en el cerro del Mercado en Castaños; en la sierra de Vizcaya en Matamoros; en el cerro de las Noas en Torreón, y en la sierra del Mármol en Viesca. Casi puedo decir que subí alguna montaña en este periodo, una vez a la semana.

Subir y bajar el cerro de las Noas, en Torreón, lo hacemos en 45 minutos, es un recorrido de ida y vuelta de dos kilómetros y medio, y una altura de 120 metros. Cruzar la sierra de Zapalinamé de Saltillo a la comunidad del Diamante en el municipio de Arteaga del estado de Coahuila nos llevó siete horas. Lo más alto que subimos fue la meseta de Catujanos, 430 metros de altura en un recorrido de mil 800 metros. Andar en la montaña, es una actividad simple, natural e instintiva, no impone una técnica particular, sólo las ganas de hacerlo. Lo único, quizá necesario, es contar con un par de botas, un sombrero o cachucha, un bastón y una pequeña mochila para cargar agua.

El tercer libro que ya salió este año 2020 es “De Ciencias, Educación y Algo Más”. Recurro a lo expresado por mi maestro el doctor Ricardo Cantoral: Este libro reafirma la idea de monumento geográfico con la matemática en su base, la testifica con el trabajo arquitectónico de diversas culturas en la creación de espacios, y así con un lento andar es en la Grecia clásica donde adquiere el sentido de verdad lógica, como arte de pensar sobre axiomas y reglas válidas. Y, finalmente leeré cuatro libros más y escribiré dos artículos que faltan para decir que si cumplí con esos propósitos.

jshv0851@gmail.com