/ viernes 5 de febrero de 2021

Luis XV, rey francés que inicia la decadencia de la monarquía

El nombre, Luis, aparece en el linaje real de diversos soberanos de la antigua Europa, tal como hemos mencionado a dos de ellos (Luis XIII y Luis XIV) en anterior entrega de la serie “Grandes de la Historia”, y ahora nos referiremos a otro no menos famoso que sus antecesores, Luis XV, del que derivaron otros descendientes con el mismo nombre, pero con poca suerte.

El personaje que hoy nos ocupa era bisnieto de Luis XIV de Francia, pues fue tan prolongada la estadía de éste como rey, que ni sus hijos, ni sus nietos tuvieron la oportunidad de heredar el trono, y circunstancialmente lo mismo ocurrió posteriormente con Luis XVI.

Entrando en materia, Luis XV, fue declarado rey a los cinco años de edad; su reinado estuvo primero bajo la regencia de Felipe de Orleans para gobernar, y posteriormente fue el cardenal André Hercule de Fleury, de 1720 a 1743, quien tomara las riendas del reino de una manera estable.

En 1725 casó con María Leszczynska, hija de Estanislao I de Polonia, y por lo tanto princesa de esa país, con la que tuvo diez hijos: Luisa Isabel, casada con Felipe de Parma; Ana Enriqueta, hermana gemela de la anterior mencionada; María Luisa, quien murió a los 5 años de edad; Luis, delfín de Francia (fallecido antes que su padre) y progenitor de los últimos monarcas de la Casa de Borbón francesa. Felipe de Francia, María Adelaida, Victoria, Sofía Filipina, Teresa Felicitas y Luisa María.

A la muerte del cardenal, Luis XV se propuso asumir toda clase de determinaciones gubernamentales, pues por primera vez se sentía libre, y posteriormente depositando toda clase de preferencias y confianzas en favor de sus predilectas: madame Pompadour y madame Du Barry.

El caso es que ruvo en el comienzo del reinado toda una serie de dificultades fiscales, algunas por las torpes decisiones de sus ministros y además porque el rey nunca utilizó una política coherente, implicando sus malas decisiones (sin sus ministros) la vuelta al absolutismo y a su vez un rebrote de la intolerancia religiosa.

En ocasiones Luis XV se comportaba voluptuoso y devorado por el deseo, mientras que otras veces taciturno y angustiado por el pecado de la carne; el caso es que el joven rey desatendía sus obligaciones desde su juventud.

Vinieron luego los desastres militares, tal como ocurrió durante la guerra por la sucesión al trono de Austria, que incluso reclamaron su presencia en Flandes, lo que tuvo que hacer a pesar de su disgusto, por no querer abandonar Versalles (su palacio real), y se hizo acompañado por sus hermanas Nesle, la duquesa de Chateauroux y Madame de Lauraguais, sin haber necesidad de ello sino como una mera extravagancia.

Sin embargo, el rey enfermó gravemente en Metz, al grado que los médicos declararon que estaba en peligro su vida, y para administrarle los últimos sacramentos el obispo de Soissons le exigió que se arrepintiera de sus pecados, mediante una retractación publica en la corte, y temeroso por la muerte, Luis XV accedió.

Cuando se recuperó, milagrosamente, los partidarios de la castidad sintieron que habían triunfado, y las amantes del rey fueron retiradas de la corte, pero no fue por mucho tiempo.

Las oraciones del pueblo por la recuperación de su rey le dieron una notable popularidad, de manera tal que durante un tiempo se convirtió en el “Bien Amado” de los franceses, y aunado el valor personal que demostró durante la batalla de Fontenoy, aparejada a la victoria frente a una coalición anglo-alemana, redobló su prestigio.

Fue entonces que el rey conoció a la que sería después la marquesa de Pompadour, Jeanne-Antoinette Poisson, la que no sólo por su atractivo físico, sino también a su cultura y su don de gentes, se mantuvo como la amante preferida del soberano durante 24 años, si bien ella, oficialmente, era considerada una consejera real, misma que lo mismo tenía poder, concedido por el rey para expulsar ministros, nombrar embajadores y distribuir cargos.

Sin embargo, en la guerra de sucesión austriaca, se marcó el inicio del enfrentamiento colonial con Gran Bretaña, y en la guerra de los Siete Años, Francia perdió casi todas sus posesiones en Canadá y la India, por lo que su política exterior fue caótica.

Su errática política fiscal y las innumerables y humillantes derrotas militares, sazonadas con los escándalos de su vida privada, convirtieron a Luis XV en el blanco directo del descontento popular, y por lo tanto dejó de ser el Bien Amado.

Muestra de lo anterior fue el atentado que sufrió en 1757 por parte de uno de sus sirvientes, quien lo apuñaló con un pequeño cuchillo, pero sin herirlo seriamente. El regicida, fue descuartizado y quemado, horrorizando esto último a la opinión ilustrada del país.

Hacia 1770 el monarca había caído en brazos de su última amante, la condesa Du Barry, cuya ostentosa presencia en Versalles escandalizó a todo el reino, al grado de ser señalado por un religioso de manera pública, mediante un discurso que cerró con una profecía de Jonás, en el Antiguo Testamento: “40 días más y Nínive será destruida”, lo que justamente se cumplió, pues el 10 de mayo de 1774 Luis XV falleció.

Además, el propio soberano había dicho tiempo: “Después de mí, llegará el diluvio”, tal como ocurrió, al llegar tiempo después la Revolución Francesa, que ya estaba en puerta.


(*) Compilador de Historia.

¡Hasta la próxima!

El nombre, Luis, aparece en el linaje real de diversos soberanos de la antigua Europa, tal como hemos mencionado a dos de ellos (Luis XIII y Luis XIV) en anterior entrega de la serie “Grandes de la Historia”, y ahora nos referiremos a otro no menos famoso que sus antecesores, Luis XV, del que derivaron otros descendientes con el mismo nombre, pero con poca suerte.

El personaje que hoy nos ocupa era bisnieto de Luis XIV de Francia, pues fue tan prolongada la estadía de éste como rey, que ni sus hijos, ni sus nietos tuvieron la oportunidad de heredar el trono, y circunstancialmente lo mismo ocurrió posteriormente con Luis XVI.

Entrando en materia, Luis XV, fue declarado rey a los cinco años de edad; su reinado estuvo primero bajo la regencia de Felipe de Orleans para gobernar, y posteriormente fue el cardenal André Hercule de Fleury, de 1720 a 1743, quien tomara las riendas del reino de una manera estable.

En 1725 casó con María Leszczynska, hija de Estanislao I de Polonia, y por lo tanto princesa de esa país, con la que tuvo diez hijos: Luisa Isabel, casada con Felipe de Parma; Ana Enriqueta, hermana gemela de la anterior mencionada; María Luisa, quien murió a los 5 años de edad; Luis, delfín de Francia (fallecido antes que su padre) y progenitor de los últimos monarcas de la Casa de Borbón francesa. Felipe de Francia, María Adelaida, Victoria, Sofía Filipina, Teresa Felicitas y Luisa María.

A la muerte del cardenal, Luis XV se propuso asumir toda clase de determinaciones gubernamentales, pues por primera vez se sentía libre, y posteriormente depositando toda clase de preferencias y confianzas en favor de sus predilectas: madame Pompadour y madame Du Barry.

El caso es que ruvo en el comienzo del reinado toda una serie de dificultades fiscales, algunas por las torpes decisiones de sus ministros y además porque el rey nunca utilizó una política coherente, implicando sus malas decisiones (sin sus ministros) la vuelta al absolutismo y a su vez un rebrote de la intolerancia religiosa.

En ocasiones Luis XV se comportaba voluptuoso y devorado por el deseo, mientras que otras veces taciturno y angustiado por el pecado de la carne; el caso es que el joven rey desatendía sus obligaciones desde su juventud.

Vinieron luego los desastres militares, tal como ocurrió durante la guerra por la sucesión al trono de Austria, que incluso reclamaron su presencia en Flandes, lo que tuvo que hacer a pesar de su disgusto, por no querer abandonar Versalles (su palacio real), y se hizo acompañado por sus hermanas Nesle, la duquesa de Chateauroux y Madame de Lauraguais, sin haber necesidad de ello sino como una mera extravagancia.

Sin embargo, el rey enfermó gravemente en Metz, al grado que los médicos declararon que estaba en peligro su vida, y para administrarle los últimos sacramentos el obispo de Soissons le exigió que se arrepintiera de sus pecados, mediante una retractación publica en la corte, y temeroso por la muerte, Luis XV accedió.

Cuando se recuperó, milagrosamente, los partidarios de la castidad sintieron que habían triunfado, y las amantes del rey fueron retiradas de la corte, pero no fue por mucho tiempo.

Las oraciones del pueblo por la recuperación de su rey le dieron una notable popularidad, de manera tal que durante un tiempo se convirtió en el “Bien Amado” de los franceses, y aunado el valor personal que demostró durante la batalla de Fontenoy, aparejada a la victoria frente a una coalición anglo-alemana, redobló su prestigio.

Fue entonces que el rey conoció a la que sería después la marquesa de Pompadour, Jeanne-Antoinette Poisson, la que no sólo por su atractivo físico, sino también a su cultura y su don de gentes, se mantuvo como la amante preferida del soberano durante 24 años, si bien ella, oficialmente, era considerada una consejera real, misma que lo mismo tenía poder, concedido por el rey para expulsar ministros, nombrar embajadores y distribuir cargos.

Sin embargo, en la guerra de sucesión austriaca, se marcó el inicio del enfrentamiento colonial con Gran Bretaña, y en la guerra de los Siete Años, Francia perdió casi todas sus posesiones en Canadá y la India, por lo que su política exterior fue caótica.

Su errática política fiscal y las innumerables y humillantes derrotas militares, sazonadas con los escándalos de su vida privada, convirtieron a Luis XV en el blanco directo del descontento popular, y por lo tanto dejó de ser el Bien Amado.

Muestra de lo anterior fue el atentado que sufrió en 1757 por parte de uno de sus sirvientes, quien lo apuñaló con un pequeño cuchillo, pero sin herirlo seriamente. El regicida, fue descuartizado y quemado, horrorizando esto último a la opinión ilustrada del país.

Hacia 1770 el monarca había caído en brazos de su última amante, la condesa Du Barry, cuya ostentosa presencia en Versalles escandalizó a todo el reino, al grado de ser señalado por un religioso de manera pública, mediante un discurso que cerró con una profecía de Jonás, en el Antiguo Testamento: “40 días más y Nínive será destruida”, lo que justamente se cumplió, pues el 10 de mayo de 1774 Luis XV falleció.

Además, el propio soberano había dicho tiempo: “Después de mí, llegará el diluvio”, tal como ocurrió, al llegar tiempo después la Revolución Francesa, que ya estaba en puerta.


(*) Compilador de Historia.

¡Hasta la próxima!