/ martes 17 de septiembre de 2019

Los invito a una revolución… de conciencias

Un día como hoy de 1810 se consumó la independencia de México, poniendo fin al dominio español, después de un proceso político y social desgastante. Eran tiempos en que solo unos cuantos podían ocupar puestos importantes, había mucho desigualdad y desencanto. A más de 200 años seguimos viviendo en un país muy injusto, un país muy violento, un país de mucha desigualdad, sumamente polarizado y de mucha corrupción. Hemos exigido mejores gobiernos, pero parece que el resultado sigue siendo el mismo. Les hemos pasado la factura a los partidos políticos, pero se repite la historia, una y otra vez. Cambian los partidos, cambian las personas, cambian sus liderazgos…y sigue repitiéndose la historia. Hemos pasado del enojo al desencanto, exigimos colectivamente pero parece que sigue la frustración. Definitivamente la corrupción ha sido fundamental para ese enojo, innumerables funcionarios han hecho privado lo público, cuando lo público es de todos. La corrupción elimina lo público para convertirlo en poder de unos cuantos. Ese poder se ha quedado con los derechos, con nuestros derechos…y no llegan a los más débiles a los más vulnerables. Cada que se vulnera uno de nuestros derechos, pensemos que también se está vulnerando a los de otros más. Si exigimos justicia que sea para todos, si exigimos medicinas que sea para todos, si exigimos becas y estancias infantiles que sean para todos. En la medida que cada quien sigamos resolviendo nuestros problemas de forma individual será difícil mejorar. Nos hemos planteado la idea de exigir a nuestros gobernantes que cumplan lo que prometieron, pero eso solo los empodera, mientras que los que deben empoderarse deben ser los ciudadanos. No hemos entendido que a los que nos gobiernan no se les idolatra, a aquellos a quién les conferimos ese poder, el poder no es de “ellos”, el poder es de los ciudadanos. Si no construimos comunidad, volveremos al ciclo del desencanto. Las instituciones están al servicio de los ciudadanos, son nuestras, hagámoslas nuestras, pongámonos de acuerdo. No nos acostumbremos a la violencia, a la desigualdad, a la injusticia. Los invito a que hagamos juntos una revolución…una revolución de conciencias, pues el poder es de los ciudadanos.

Un día como hoy de 1810 se consumó la independencia de México, poniendo fin al dominio español, después de un proceso político y social desgastante. Eran tiempos en que solo unos cuantos podían ocupar puestos importantes, había mucho desigualdad y desencanto. A más de 200 años seguimos viviendo en un país muy injusto, un país muy violento, un país de mucha desigualdad, sumamente polarizado y de mucha corrupción. Hemos exigido mejores gobiernos, pero parece que el resultado sigue siendo el mismo. Les hemos pasado la factura a los partidos políticos, pero se repite la historia, una y otra vez. Cambian los partidos, cambian las personas, cambian sus liderazgos…y sigue repitiéndose la historia. Hemos pasado del enojo al desencanto, exigimos colectivamente pero parece que sigue la frustración. Definitivamente la corrupción ha sido fundamental para ese enojo, innumerables funcionarios han hecho privado lo público, cuando lo público es de todos. La corrupción elimina lo público para convertirlo en poder de unos cuantos. Ese poder se ha quedado con los derechos, con nuestros derechos…y no llegan a los más débiles a los más vulnerables. Cada que se vulnera uno de nuestros derechos, pensemos que también se está vulnerando a los de otros más. Si exigimos justicia que sea para todos, si exigimos medicinas que sea para todos, si exigimos becas y estancias infantiles que sean para todos. En la medida que cada quien sigamos resolviendo nuestros problemas de forma individual será difícil mejorar. Nos hemos planteado la idea de exigir a nuestros gobernantes que cumplan lo que prometieron, pero eso solo los empodera, mientras que los que deben empoderarse deben ser los ciudadanos. No hemos entendido que a los que nos gobiernan no se les idolatra, a aquellos a quién les conferimos ese poder, el poder no es de “ellos”, el poder es de los ciudadanos. Si no construimos comunidad, volveremos al ciclo del desencanto. Las instituciones están al servicio de los ciudadanos, son nuestras, hagámoslas nuestras, pongámonos de acuerdo. No nos acostumbremos a la violencia, a la desigualdad, a la injusticia. Los invito a que hagamos juntos una revolución…una revolución de conciencias, pues el poder es de los ciudadanos.