/ domingo 11 de octubre de 2020

La televisión y la cultura

Los medios de comunicación de masas (en inglés mass media), deberían de atender más y mejor la promoción de la cultura, entendida como el “conjunto de creencias, conocimientos, hábitos o acciones forjadoras de valores que comparten los individuos de una sociedad, y que ésta es capaz de reproducir en las sucesivas generaciones a través de procesos educativos”, define Mauricio Enríquez.

Esto sería lo ideal, pero lo real es que medios como la televisión, que en su propósito comunicacional debería de servir como vehículo de socialización y mejora intelectual, han privilegiado intereses políticos y económicos, restándole importancia a temas como la herencia social y cultural de nuestro país.

Nadie ignora que la humanidad tiene necesidades informativas en materia cultural, y que en la satisfacción de éstas la contribución de los medios masivos de comunicación (MMC) es fundamental. Lamentablemente, la comunicación centrada en el entretenimiento no ha garantizado siempre la transmisión del patrimonio cultural y la herencia social, concepto este último que Santiago Contreras define como el “conjunto de elementos físicos y de atributos intangibles que representan a un pueblo o sociedad, los cuales han sido adquiridos por herencia social de los antepasados”.

Sobre lo que deberían hacer los medios de comunicación en la materia y no hacen, Norton Robledo señala:

“La humanidad necesita una cultura donde los valores de amor hacia el prójimo, de igualdad social, de solidaridad y de democracia sean los elementos que contribuyan a la formación de las nuevas generaciones del siglo XXI. En la entrega de esta cultura, los medios de comunicación juegan un papel relevante y de primer orden. Es por eso que entre la cultura y los medios de comunicación hay una relación dialéctica”, explica.

El problema es que los medios de comunicación no siempre informan, a veces desinforman, “manipulando la información para intereses propios de un grupo específico de élite y poder, en este caso los empresarios y los políticos mexicanos”, nos dice Ricardo Arturo Nieto, quien añade sobre el tema: “La información o desinformación que estos seleccionan, contiene características específicas sobre lo que ellos desean que las masas interioricen, desde una visión reproduccionista, esto implica que aquellos quienes (sic) ocupan puestos de poder o pertenecen a grupos de interés con suficiente influencia para incidir, son quienes definen y aceptan lo que es valioso difundir de manera masiva”.

Párrafos atrás me referí a la televisión porque este sería un eficaz instrumento de penetración cultural si potenciara el aprendizaje de conocimiento y comportamiento. María Victoria Aguiar, que considera a la televisión “como una herramienta de alto poder educativo”, describe en los siguientes términos el papel de este medio de comunicación masiva en relación con la cultura:

“Este medio, en el contexto de la cultura de masas, ha constituido y sigue constituyendo la tecnología más eficaz a la hora de transmitir mensajes a un público disperso geográficamente, pero unido en el hogar en torno al tótem doméstico que es el televisor".

Esta autora destaca asimismo el enorme poder de atracción de la televisión, y la muy grande influencia que "ejerce sobre las costumbres, opiniones y el lenguaje de la sociedad. Todo aquello que aparece en la televisión produce gran impacto en la vida colectiva”. Esta autora piensa como quien esto escribe, que “lo que interesa ya no es comunicar sino obtener un beneficio, no sólo de captación de audiencia sino también económico".

Pudiendo hacer mucho por la cultura de México, lo cierto es que de un tiempo a la fecha la televisión mexicana ha estimulado a cuenta gotas el quehacer intelectual y cultural de la niñez, y en ocasiones la ha alejado de la cultura a través de sus programaciones.

Respecto al tema, Roxana Velasco, académica de la UNAM, señala: “En general podemos decir que no tenemos muchas producciones culturales en la televisión, pues los mensajes que vemos en la televisión privada no sirven para el desarrollo de una buena infancia”.

Ante esta problemática, la especialista propone un acercamiento a la cultura “a través de los valores que la misma familia puede fundar en un niño; pues si ésta tiene hábitos de lectura, de visitar museos... entonces el menor crece con la cultura como parte integral de su formación”.

Concluyo mi columna señalando que la Convención sobre los Derechos del Niño establece que los Estados Partes “alentarán a los medios de comunicación a difundir información y materiales de interés social y cultural para el niño, de conformidad con el espíritu del artículo 29”.

Lo que establece el citado tratado internacional es bastante claro, sólo se requiere que el Estado y las televisoras del país pongan manos a la obra.


Twitter: @armayacastro

Los medios de comunicación de masas (en inglés mass media), deberían de atender más y mejor la promoción de la cultura, entendida como el “conjunto de creencias, conocimientos, hábitos o acciones forjadoras de valores que comparten los individuos de una sociedad, y que ésta es capaz de reproducir en las sucesivas generaciones a través de procesos educativos”, define Mauricio Enríquez.

Esto sería lo ideal, pero lo real es que medios como la televisión, que en su propósito comunicacional debería de servir como vehículo de socialización y mejora intelectual, han privilegiado intereses políticos y económicos, restándole importancia a temas como la herencia social y cultural de nuestro país.

Nadie ignora que la humanidad tiene necesidades informativas en materia cultural, y que en la satisfacción de éstas la contribución de los medios masivos de comunicación (MMC) es fundamental. Lamentablemente, la comunicación centrada en el entretenimiento no ha garantizado siempre la transmisión del patrimonio cultural y la herencia social, concepto este último que Santiago Contreras define como el “conjunto de elementos físicos y de atributos intangibles que representan a un pueblo o sociedad, los cuales han sido adquiridos por herencia social de los antepasados”.

Sobre lo que deberían hacer los medios de comunicación en la materia y no hacen, Norton Robledo señala:

“La humanidad necesita una cultura donde los valores de amor hacia el prójimo, de igualdad social, de solidaridad y de democracia sean los elementos que contribuyan a la formación de las nuevas generaciones del siglo XXI. En la entrega de esta cultura, los medios de comunicación juegan un papel relevante y de primer orden. Es por eso que entre la cultura y los medios de comunicación hay una relación dialéctica”, explica.

El problema es que los medios de comunicación no siempre informan, a veces desinforman, “manipulando la información para intereses propios de un grupo específico de élite y poder, en este caso los empresarios y los políticos mexicanos”, nos dice Ricardo Arturo Nieto, quien añade sobre el tema: “La información o desinformación que estos seleccionan, contiene características específicas sobre lo que ellos desean que las masas interioricen, desde una visión reproduccionista, esto implica que aquellos quienes (sic) ocupan puestos de poder o pertenecen a grupos de interés con suficiente influencia para incidir, son quienes definen y aceptan lo que es valioso difundir de manera masiva”.

Párrafos atrás me referí a la televisión porque este sería un eficaz instrumento de penetración cultural si potenciara el aprendizaje de conocimiento y comportamiento. María Victoria Aguiar, que considera a la televisión “como una herramienta de alto poder educativo”, describe en los siguientes términos el papel de este medio de comunicación masiva en relación con la cultura:

“Este medio, en el contexto de la cultura de masas, ha constituido y sigue constituyendo la tecnología más eficaz a la hora de transmitir mensajes a un público disperso geográficamente, pero unido en el hogar en torno al tótem doméstico que es el televisor".

Esta autora destaca asimismo el enorme poder de atracción de la televisión, y la muy grande influencia que "ejerce sobre las costumbres, opiniones y el lenguaje de la sociedad. Todo aquello que aparece en la televisión produce gran impacto en la vida colectiva”. Esta autora piensa como quien esto escribe, que “lo que interesa ya no es comunicar sino obtener un beneficio, no sólo de captación de audiencia sino también económico".

Pudiendo hacer mucho por la cultura de México, lo cierto es que de un tiempo a la fecha la televisión mexicana ha estimulado a cuenta gotas el quehacer intelectual y cultural de la niñez, y en ocasiones la ha alejado de la cultura a través de sus programaciones.

Respecto al tema, Roxana Velasco, académica de la UNAM, señala: “En general podemos decir que no tenemos muchas producciones culturales en la televisión, pues los mensajes que vemos en la televisión privada no sirven para el desarrollo de una buena infancia”.

Ante esta problemática, la especialista propone un acercamiento a la cultura “a través de los valores que la misma familia puede fundar en un niño; pues si ésta tiene hábitos de lectura, de visitar museos... entonces el menor crece con la cultura como parte integral de su formación”.

Concluyo mi columna señalando que la Convención sobre los Derechos del Niño establece que los Estados Partes “alentarán a los medios de comunicación a difundir información y materiales de interés social y cultural para el niño, de conformidad con el espíritu del artículo 29”.

Lo que establece el citado tratado internacional es bastante claro, sólo se requiere que el Estado y las televisoras del país pongan manos a la obra.


Twitter: @armayacastro