/ domingo 19 de abril de 2020

La Crisis de México: la precarización del empleo

México no es un país pobre, es un país de pobres, resultado de la crisis sistémica del mercado laboral.

La Secretaría del Trabajo y Previsión Social y el IMSS han informado de una pérdida de 347 mil empleos debido a la contracción provocada por el coronavirus.

Aún es prematuro conocer la profundidad total de la caída, pero es previsible estimar que trastocará la vida de millones de mexicanos, particularmente de los más pobres y de los que dependen de su empleo para poder vivir.

La lección de la historia es clara: las recesiones que México ha enfrentado provocaron una pérdida de empleo que perpetuó la pobreza. Dos ejemplos del siglo XXI.

Entre diciembre del año 2000 y mismo mes de 2002 el IMSS reportó una caída de 205 mil empleos formales.

Lejos de crear el millón de empleos formales anuales que se requieren, las estadísticas oficiales presentaron una contracción que propició el auge de la economía informal, la migración, la marginación y la delincuencia: las válvulas de escape y el círculo vicioso asociado a la precarización laboral.

¿El saldo? la entonces Secretaría de Desarrollo Social reportó que en 2002 había 51.3 millones de mexicanos en pobreza patrimonial: 50.6 por ciento de la población.

La crisis de 2008-2009 provocó desequilibrios estructurales. El IMSS reportó la caída de 200 mil empleos.

Además la pobreza se elevó: el número de personas en pobreza pasó de 49.5 a 52.8 millones entre 2008 y 2010.

Por su parte, la cifra de mexicanos con ingreso inferior a la línea de pobreza por ingreso subió de 54.7 millones a 59.6 millones. ¿Cuál fue la razón de esto último?: la pérdida de empleo formal e informal.

Lo acontecido en las últimas dos crisis es similar a lo ocurrido en 1995 y en la década de los 80 del siglo XX: las recesiones causan pobreza porque se pierde empleo.

Pero ¿qué ha causado la precarización sistémica del empleo?: los errores de política económica cometidos durante los últimos 50 años. Se ha fallado en propiciar crecimiento a través del fortalecimiento del aparato productivo nacional, es decir, de las empresas en México.

En su lugar se ha recurrido a la asistencia social para tratar de mitigar los efectos de las crisis recurrentes. Como lo ha señalado acertadamente Julio Boltvinik: "la política de desarrollo social es la ambulancia que recoge a los damnificados de la política económica".

Por décadas se han destinado fondos públicos millonarios para frenar el aumento en el número de pobres. Programas como Solidaridad, Oportunidades, Progresa y Prospera han fracasado en evitar el avance de la pobreza: ¿qué ambulancia asistencial puede atender una pobreza que, en 2018, fue de 52.4 millones de personas?

El problema es mayor si se observa que hay 61.1 millones de mexicanos con recursos inferiores a la línea de pobreza por ingreso.

México vive su tercera recesión del siglo XXI, para superarla deberá implementar estrategias efectivas que eviten un mayor daño al tejido social del país.

En la historia moderna de la humanidad muestra que solo existe una alternativa para lograrlo: crear empleo formal bien remunerado en función de la unidad entre los sectores público-privado-social y académico: establecer programas que trasciendan la coyuntura en favor del progreso nacional. Sin crecimiento no hay desarrollo.

México no es un país pobre, es un país de pobres, resultado de la crisis sistémica del mercado laboral.

La Secretaría del Trabajo y Previsión Social y el IMSS han informado de una pérdida de 347 mil empleos debido a la contracción provocada por el coronavirus.

Aún es prematuro conocer la profundidad total de la caída, pero es previsible estimar que trastocará la vida de millones de mexicanos, particularmente de los más pobres y de los que dependen de su empleo para poder vivir.

La lección de la historia es clara: las recesiones que México ha enfrentado provocaron una pérdida de empleo que perpetuó la pobreza. Dos ejemplos del siglo XXI.

Entre diciembre del año 2000 y mismo mes de 2002 el IMSS reportó una caída de 205 mil empleos formales.

Lejos de crear el millón de empleos formales anuales que se requieren, las estadísticas oficiales presentaron una contracción que propició el auge de la economía informal, la migración, la marginación y la delincuencia: las válvulas de escape y el círculo vicioso asociado a la precarización laboral.

¿El saldo? la entonces Secretaría de Desarrollo Social reportó que en 2002 había 51.3 millones de mexicanos en pobreza patrimonial: 50.6 por ciento de la población.

La crisis de 2008-2009 provocó desequilibrios estructurales. El IMSS reportó la caída de 200 mil empleos.

Además la pobreza se elevó: el número de personas en pobreza pasó de 49.5 a 52.8 millones entre 2008 y 2010.

Por su parte, la cifra de mexicanos con ingreso inferior a la línea de pobreza por ingreso subió de 54.7 millones a 59.6 millones. ¿Cuál fue la razón de esto último?: la pérdida de empleo formal e informal.

Lo acontecido en las últimas dos crisis es similar a lo ocurrido en 1995 y en la década de los 80 del siglo XX: las recesiones causan pobreza porque se pierde empleo.

Pero ¿qué ha causado la precarización sistémica del empleo?: los errores de política económica cometidos durante los últimos 50 años. Se ha fallado en propiciar crecimiento a través del fortalecimiento del aparato productivo nacional, es decir, de las empresas en México.

En su lugar se ha recurrido a la asistencia social para tratar de mitigar los efectos de las crisis recurrentes. Como lo ha señalado acertadamente Julio Boltvinik: "la política de desarrollo social es la ambulancia que recoge a los damnificados de la política económica".

Por décadas se han destinado fondos públicos millonarios para frenar el aumento en el número de pobres. Programas como Solidaridad, Oportunidades, Progresa y Prospera han fracasado en evitar el avance de la pobreza: ¿qué ambulancia asistencial puede atender una pobreza que, en 2018, fue de 52.4 millones de personas?

El problema es mayor si se observa que hay 61.1 millones de mexicanos con recursos inferiores a la línea de pobreza por ingreso.

México vive su tercera recesión del siglo XXI, para superarla deberá implementar estrategias efectivas que eviten un mayor daño al tejido social del país.

En la historia moderna de la humanidad muestra que solo existe una alternativa para lograrlo: crear empleo formal bien remunerado en función de la unidad entre los sectores público-privado-social y académico: establecer programas que trasciendan la coyuntura en favor del progreso nacional. Sin crecimiento no hay desarrollo.