/ domingo 1 de marzo de 2020

La consigna

La consigna parece ser: hay que parar a como dé lugar a La Luz del Mundo, la Iglesia que de junio pasado a la fecha ha sido blanco de diversos ataques de la prensa, la cual juega un papel importante para garantizar al público el derecho a la información, pero no de la forma en que lo ha venido haciendo.

Antes de proseguir deseo aclarar que este proceder no es de la prensa en general, sino de un sector de la misma, que ha asumido una posición antagónica contra la Iglesia La Luz del Mundo, a la que ha venido señalando de prácticas inmorales de todo género y tipo, tanto así que en algunos momentos ha ocasionado en contra suya discriminación e intolerancia religiosa.

El disgusto de tales periodistas se debe a que los fieles de la Iglesia siguen considerando inocente al apóstol Naasón Joaquín García, quien permanece detenido por presuntos delitos que no le han podido comprobar en los últimos diez meses.

No está por demás recordarle a las y los periodistas que no puede haber delincuente sin delito comprobado, y eso no le toca determinarlo a la fiscalía de California, ni a sus acusadores, ni a los medios de comunicación. Esa es competencia exclusiva de un juez.

Mientras tanto, el periodista está obligado a respetar la presunción de inocencia, obtener la información sobre el caso a través de medios legales y éticos, e informar sobre el mismo con veracidad, claridad y concisión. Es también deber del informante rectificar las informaciones falsas o erróneas sobre el tema, actuando con independencia a la hora de informar.

Lo único que se espera de los periodistas que están dándole cobertura al caso es que no actúen con parcialidad, lo que los llevaría a favorecer con su pluma y desde su medio a quienes buscan frenar a La Luz del Mundo.

Es justamente ese equilibrio el que he visto ausente en el trabajo de varios periodistas de junio pasado a la fecha, lapso en el que, sin elementos y sin variedad de fuentes, varios de ellos han lanzado acusaciones de todo tipo contra los supuestos responsables.

Si el propósito es descubrir la verdad, es obligado que el periodista seleccione y evalúe cada una de sus fuentes, asegurándose de que el testimonio de éstas sea con la intención de llegar a la verdad, no con la finalidad de perjudicar a la institución. El informante debe evaluar también el proceso de recopilación y traslación de datos recogidos en las entrevistas.

Un trabajo periodístico sin este cuidado sólo generará discriminación e intolerancia religiosa, lo que no habla bien del trabajo social del periodista, quien debe cuidar de manera escrupulosa los derechos de las minorías, los grupos más propensos a la discriminación.

A este fenómeno me referiré justamente enseguida, buscando crear conciencia en aquellas personas que de manera equivocada ven en la diversidad religiosa una amenaza, no un valor digno de fomentar.

Al respecto, la Declaración Universal de Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948 establece en su artículo 18: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.”

La libertad religiosa, tal como está contenida en la Declaración, es el derecho que tienen las personas de poseer la fe que deseen, o de cambiar su creencia en el momento en que así lo decidan, sin que por ello tengan que enfrentarse a la irracional persecución de quienes consideran que sólo sus creencias religiosas tienen derecho a existir.

Lo primero es dejar en claro que la mayoría de los países del mundo, entre ellos México, han suscrito este importante documento, algo que los obliga a realizar esfuerzos para que se cumplan los principios contenidos en él. México tiene el deber también de promover y proteger esta serie de derechos inalienables, a fin de evitar que éstos sean pisoteados y aniquilados por las personas y grupos contrarios a la libertad religiosa.

Lamentablemente, a pesar de esta Declaración, de las leyes y de las acciones de personas y grupos preocupados por el respeto a los derechos humanos, millones de personas en el mundo siguen sufriendo por la intolerancia que prevalece en varios países de mayoría musulmana o católica. A veces el problema lo originan las autoridades civiles inclinadas a una determinada religión, otras veces lo ocasiona la actitud de la ciudadanía que se niega a aceptar que las demás religiones tienen derecho a existir, y en no pocas ocasiones el problema es provocado por líderes eclesiásticos que azuzan el odio religioso entre sus miembros.

Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que el trabajo de un periodista no debería de contribuir al ensanchamiento de este ancestral problema.

Twitter: @armayacastro

La consigna parece ser: hay que parar a como dé lugar a La Luz del Mundo, la Iglesia que de junio pasado a la fecha ha sido blanco de diversos ataques de la prensa, la cual juega un papel importante para garantizar al público el derecho a la información, pero no de la forma en que lo ha venido haciendo.

Antes de proseguir deseo aclarar que este proceder no es de la prensa en general, sino de un sector de la misma, que ha asumido una posición antagónica contra la Iglesia La Luz del Mundo, a la que ha venido señalando de prácticas inmorales de todo género y tipo, tanto así que en algunos momentos ha ocasionado en contra suya discriminación e intolerancia religiosa.

El disgusto de tales periodistas se debe a que los fieles de la Iglesia siguen considerando inocente al apóstol Naasón Joaquín García, quien permanece detenido por presuntos delitos que no le han podido comprobar en los últimos diez meses.

No está por demás recordarle a las y los periodistas que no puede haber delincuente sin delito comprobado, y eso no le toca determinarlo a la fiscalía de California, ni a sus acusadores, ni a los medios de comunicación. Esa es competencia exclusiva de un juez.

Mientras tanto, el periodista está obligado a respetar la presunción de inocencia, obtener la información sobre el caso a través de medios legales y éticos, e informar sobre el mismo con veracidad, claridad y concisión. Es también deber del informante rectificar las informaciones falsas o erróneas sobre el tema, actuando con independencia a la hora de informar.

Lo único que se espera de los periodistas que están dándole cobertura al caso es que no actúen con parcialidad, lo que los llevaría a favorecer con su pluma y desde su medio a quienes buscan frenar a La Luz del Mundo.

Es justamente ese equilibrio el que he visto ausente en el trabajo de varios periodistas de junio pasado a la fecha, lapso en el que, sin elementos y sin variedad de fuentes, varios de ellos han lanzado acusaciones de todo tipo contra los supuestos responsables.

Si el propósito es descubrir la verdad, es obligado que el periodista seleccione y evalúe cada una de sus fuentes, asegurándose de que el testimonio de éstas sea con la intención de llegar a la verdad, no con la finalidad de perjudicar a la institución. El informante debe evaluar también el proceso de recopilación y traslación de datos recogidos en las entrevistas.

Un trabajo periodístico sin este cuidado sólo generará discriminación e intolerancia religiosa, lo que no habla bien del trabajo social del periodista, quien debe cuidar de manera escrupulosa los derechos de las minorías, los grupos más propensos a la discriminación.

A este fenómeno me referiré justamente enseguida, buscando crear conciencia en aquellas personas que de manera equivocada ven en la diversidad religiosa una amenaza, no un valor digno de fomentar.

Al respecto, la Declaración Universal de Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948 establece en su artículo 18: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.”

La libertad religiosa, tal como está contenida en la Declaración, es el derecho que tienen las personas de poseer la fe que deseen, o de cambiar su creencia en el momento en que así lo decidan, sin que por ello tengan que enfrentarse a la irracional persecución de quienes consideran que sólo sus creencias religiosas tienen derecho a existir.

Lo primero es dejar en claro que la mayoría de los países del mundo, entre ellos México, han suscrito este importante documento, algo que los obliga a realizar esfuerzos para que se cumplan los principios contenidos en él. México tiene el deber también de promover y proteger esta serie de derechos inalienables, a fin de evitar que éstos sean pisoteados y aniquilados por las personas y grupos contrarios a la libertad religiosa.

Lamentablemente, a pesar de esta Declaración, de las leyes y de las acciones de personas y grupos preocupados por el respeto a los derechos humanos, millones de personas en el mundo siguen sufriendo por la intolerancia que prevalece en varios países de mayoría musulmana o católica. A veces el problema lo originan las autoridades civiles inclinadas a una determinada religión, otras veces lo ocasiona la actitud de la ciudadanía que se niega a aceptar que las demás religiones tienen derecho a existir, y en no pocas ocasiones el problema es provocado por líderes eclesiásticos que azuzan el odio religioso entre sus miembros.

Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que el trabajo de un periodista no debería de contribuir al ensanchamiento de este ancestral problema.

Twitter: @armayacastro