/ viernes 6 de noviembre de 2020

Juana de Arco, la joven heroína Francesa, 'Doncella de Orléans'

El desprecio a las mujeres, sobre todo cuando destacan en cualquier actividad, siempre ha existido en casi todas las culturas de la humanidad, y el caso de Juana de Arco no fue la excepción.

Una joven campesina francesa, de 17 años de edad, es el personaje al cual nos referiremos en esta colaboración semanal; ella nació en 1412 en Domrémy, en la provincia de Lorena, y dadas sus acciones en el campo de batalla en contra de los ingleses, fue llamada “La Doncella de Oreláns”.

La infancia y juventud de Juana de Arco, transcurrió durante el conflicto bélico de los franceses contra de los ingleses y borgoñeses, denominado la Guerra de los Cien Años, encabezada por el delfín Carlos de Francia (hijo de Carlos VI de Francia, conocido como “Carlos el Loco” por haber caído en demencia), ya que su madre Isabel de Baviera, apoyada por el duque de Burgundia, pretendían instaurar en el trono a Enrique V de Inglaterra.

A los 13 años de edad, Juana de Arco dijo haber visto a San Miguel Arcángel, a Santa Catalina y a Santa Margarita, exhortándola a llevar una vida devota y piadosa, pero unos años después sintió una llamada de Dios a una misión que no le parecía estar al alcance de una campesina analfabeta: dirigir al ejército francés, coronar como rey al príncipe Carlos y sacar a los ingleses de territorio francés.

En 1428 viajó hasta Vaucouleurs con intención de unirse a las tropas del príncipe Carlos, pero fue rechazada en principio. Pocos meses después se agravó la situación de los franceses, decidiendo el delfín aceptar a al fin a Juana, quien le hizo saber tener una misión divina para luchar por él.

Para ello, y sin haber sido examinada por clérigos ni militares, se le confiaron cinco mil soldados, y con ellos consiguió derrotar a los ingleses y levantar el cerco de Orleáns, el 8 de mayo de 1429, para luego lograr otros triunfos que le permitieron abrir camino al príncipe para llegar a Reims, donde fue coronado rey de Francia, como Carlos VII el 17 de julio del propio año.

Acabado su cometido, Juana de Arco escuchó voces en su interior y pidió permiso para volver, pero ante la insistencia de que se quedara volvió a combatir, pero ya sin éxito, cayendo presa por los borgoñeses el 24 de mayo de 1430.

La joven heroína fue entregada a los ingleses y, trasladada a Ruán, donde fue juzgada por un tribunal eclesiástico acusada de brujería, con el argumento de que las voces que decía haber oído eran del demonio. El proceso inquisitorial tuvo una duración de tres meses, acabando por ser declarada culpable de herejía y hechicería, pero al retractarse de haber escuchado voces en su interior, se le cambió la sentencia de muerte por cadena perpetua.

Sin embargo, Juana se arrepintió de la abjuración y reafirmó si ser de origen divino lo que había escuchado, y por ello condenada a la hoguera. Murió el 30 de mayo de 1431 en la plaza del mercado viejo de Ruán, donde un noble inglés exclamó durante la ejecución: “¡Dios nos perdone! Hemos quemado a una santa”. Su figura se volvió heroica muy pronto y sirvió para infundir valor al ejército francés, quien 30 años más tarde ganaría la guerra a los ingleses

En el año 1456, Juana de Arco fue rehabilitada solemnemente por el papa Calixto III, a instancias del rey Carlos VII, quien promovió la revisión del proceso. Fue considerada una mártir y convertida en el símbolo de la unidad francesa, fue beatificada en 1909 y canonizada en 1920, año en que Francia la proclamó a Juana de Arco su patrona.

Opinamos en un principio que al igual que otras muchas heroínas, Juana de Arco fue víctima del desprecio de los hombres que la condenaron por su condición de mujer, pero su vida y sus acciones han servido de tema a obras de Voltaire, Schiller y Bernard Shaw, entre otros escritores.

¡Hasta la próxima!

El desprecio a las mujeres, sobre todo cuando destacan en cualquier actividad, siempre ha existido en casi todas las culturas de la humanidad, y el caso de Juana de Arco no fue la excepción.

Una joven campesina francesa, de 17 años de edad, es el personaje al cual nos referiremos en esta colaboración semanal; ella nació en 1412 en Domrémy, en la provincia de Lorena, y dadas sus acciones en el campo de batalla en contra de los ingleses, fue llamada “La Doncella de Oreláns”.

La infancia y juventud de Juana de Arco, transcurrió durante el conflicto bélico de los franceses contra de los ingleses y borgoñeses, denominado la Guerra de los Cien Años, encabezada por el delfín Carlos de Francia (hijo de Carlos VI de Francia, conocido como “Carlos el Loco” por haber caído en demencia), ya que su madre Isabel de Baviera, apoyada por el duque de Burgundia, pretendían instaurar en el trono a Enrique V de Inglaterra.

A los 13 años de edad, Juana de Arco dijo haber visto a San Miguel Arcángel, a Santa Catalina y a Santa Margarita, exhortándola a llevar una vida devota y piadosa, pero unos años después sintió una llamada de Dios a una misión que no le parecía estar al alcance de una campesina analfabeta: dirigir al ejército francés, coronar como rey al príncipe Carlos y sacar a los ingleses de territorio francés.

En 1428 viajó hasta Vaucouleurs con intención de unirse a las tropas del príncipe Carlos, pero fue rechazada en principio. Pocos meses después se agravó la situación de los franceses, decidiendo el delfín aceptar a al fin a Juana, quien le hizo saber tener una misión divina para luchar por él.

Para ello, y sin haber sido examinada por clérigos ni militares, se le confiaron cinco mil soldados, y con ellos consiguió derrotar a los ingleses y levantar el cerco de Orleáns, el 8 de mayo de 1429, para luego lograr otros triunfos que le permitieron abrir camino al príncipe para llegar a Reims, donde fue coronado rey de Francia, como Carlos VII el 17 de julio del propio año.

Acabado su cometido, Juana de Arco escuchó voces en su interior y pidió permiso para volver, pero ante la insistencia de que se quedara volvió a combatir, pero ya sin éxito, cayendo presa por los borgoñeses el 24 de mayo de 1430.

La joven heroína fue entregada a los ingleses y, trasladada a Ruán, donde fue juzgada por un tribunal eclesiástico acusada de brujería, con el argumento de que las voces que decía haber oído eran del demonio. El proceso inquisitorial tuvo una duración de tres meses, acabando por ser declarada culpable de herejía y hechicería, pero al retractarse de haber escuchado voces en su interior, se le cambió la sentencia de muerte por cadena perpetua.

Sin embargo, Juana se arrepintió de la abjuración y reafirmó si ser de origen divino lo que había escuchado, y por ello condenada a la hoguera. Murió el 30 de mayo de 1431 en la plaza del mercado viejo de Ruán, donde un noble inglés exclamó durante la ejecución: “¡Dios nos perdone! Hemos quemado a una santa”. Su figura se volvió heroica muy pronto y sirvió para infundir valor al ejército francés, quien 30 años más tarde ganaría la guerra a los ingleses

En el año 1456, Juana de Arco fue rehabilitada solemnemente por el papa Calixto III, a instancias del rey Carlos VII, quien promovió la revisión del proceso. Fue considerada una mártir y convertida en el símbolo de la unidad francesa, fue beatificada en 1909 y canonizada en 1920, año en que Francia la proclamó a Juana de Arco su patrona.

Opinamos en un principio que al igual que otras muchas heroínas, Juana de Arco fue víctima del desprecio de los hombres que la condenaron por su condición de mujer, pero su vida y sus acciones han servido de tema a obras de Voltaire, Schiller y Bernard Shaw, entre otros escritores.

¡Hasta la próxima!