/ viernes 4 de diciembre de 2020

Hoy la pregunta no es ¿eres bipolar? sino más bien, ¿qué forma de bipolaridad es la tuya?

En el período de la posguerra, considerado como la “era de la ansiedad”, de los 50s a los 70s, y la era de las décadas de 1980 y 1990 denominada la “de los antidepresivos”, se consideraba que en Estados Unidos apenas el 1 por ciento de la población padecía esa enfermedad mental. Hoy, en el inicio del siglo XXI, estamos de lleno en la “era de la bipolaridad”, según Darian Leader, pero ahora se calcula que el 25 por ciento de los estadounidenses padecen alguna forma de bipolaridad. La consulta para estabilizar el estado de ánimo cada vez es más rutinaria, tanto en adultos como en niños, con un incremento del 400 por ciento (en los últimos 20 años) en las recetas para niños y del 4000 por ciento en el diagnóstico global desde mediados de los años noventa. El crecimiento de las enfermedades mentales va aceleradamente en aumento. Incluso en cierta medida los estados maníacos, hoy asociados a la bipolaridad, son bien vistos en el entorno laboral. También el tomar medicamentos para atender la bipolaridad habla de un nuevo estilo de vida, con reconocimiento.

El libro “Estrictamente bipolar”, de Darian Leader, en menos de 100 páginas, analiza cómo la depresión es una situación que en la gente se ha venido normalizando, que ya es muy común oír decir “me siento un poco deprimido” y por otra parte contiene algo de crítica a ciertos aspectos actuales del capitalismo.

Nuestra época, preocupada por la productividad, la fama y el éxito, convierte a los humanos en meras piezas de recambio, desechables, y ello tiene graves repercusiones en nuestra salud mental. Ahora resulta que ser bipolar es algo totalmente normal. Hoy la pregunta no es ¿eres bipolar? sino más bien, ¿qué forma de bipolaridad es la tuya?

Lo que en otro tiempo eran signos clínicos de psicosis maníaco-depresiva, hoy es la forma para alcanzar el éxito. Hoy hay que cultivar la manía. En un mundo ferozmente competitivo, donde la estabilidad y la seguridad en el empleo están cada vez más mermadas, los asalariados tienen que demostrar su valía trabajando cada vez más horas y manifestando una creencia cada vez más triunfante en sus proyectos y productos.

Miles de personas experimentan estados angustiosos de agitación e inestabilidad. Y el problema es que una vez que se entra en el mercado farmacéutico, a menudo existen pocas esperanzas de salida, porque las prioridades del tratamiento se centran en la búsqueda del coctel que mejor funcione. Sabemos que es menos probable que las personas pobres se quejen de los efectos secundarios que las más ricas, y que los médicos sólo informan de los efectos adversos a los organismos reguladores en un caso de cada cien.

Por ejemplo, la manía. Si disociamos el término de aquellos estados de desasosiego, desesperación y turbulencia que con tanta frecuencia se habían utilizado para describirla en el pasado. La persona maníaca o los que la rodean, se den cuenta de antemano que algo está cambiando, anunciado tal vez por el insomnio o la ansiedad. Con frecuencia podemos percibir que la fuga de ideas se pone en movimiento cuando la persona está dialogando con colegas, en una reunión, en una conferencia, o en un bar con amigos. A menudo hay una ligera sensación de agresión, o de antagonismo, como si uno de los miembros del grupo fuera hostil al sujeto.

La propaganda bien intencionada sobre el trastorno maníaco-depresivo plantea otra cuestión. En los estados maníacos, la persona tiende a creer que es poderosa, capaz, y que está dotada de habilidades que la mayoría de la gente no tiene. También otro de los temas de la manía plantea: ¿por qué esa locura por ir de compras de forma extravagante?

Leader dice que los maníacos describen el mundo que los rodea como una construcción ficticia, como un decorado teatral o un plato cinematográfico, concebido para probarlos o estudiarlos. No deberíamos olvidar aquí que, tradicionalmente, la enfermedad maníaco-depresiva ha sido considerada la forma de psicosis con más posibilidades de estabilizarse y resolverse con el paso del tiempo.

En este contexto, Byung-Chul en su libro “La sociedad del cansancio” sostiene: “Toda época tiene sus enfermedades emblemáticas. Así, existe una época bacterial que, sin embargo, toca a su fin con el descubrimiento de los antibióticos. …El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal”.

@SalvadorHV

jshv0851@gmail.com

En el período de la posguerra, considerado como la “era de la ansiedad”, de los 50s a los 70s, y la era de las décadas de 1980 y 1990 denominada la “de los antidepresivos”, se consideraba que en Estados Unidos apenas el 1 por ciento de la población padecía esa enfermedad mental. Hoy, en el inicio del siglo XXI, estamos de lleno en la “era de la bipolaridad”, según Darian Leader, pero ahora se calcula que el 25 por ciento de los estadounidenses padecen alguna forma de bipolaridad. La consulta para estabilizar el estado de ánimo cada vez es más rutinaria, tanto en adultos como en niños, con un incremento del 400 por ciento (en los últimos 20 años) en las recetas para niños y del 4000 por ciento en el diagnóstico global desde mediados de los años noventa. El crecimiento de las enfermedades mentales va aceleradamente en aumento. Incluso en cierta medida los estados maníacos, hoy asociados a la bipolaridad, son bien vistos en el entorno laboral. También el tomar medicamentos para atender la bipolaridad habla de un nuevo estilo de vida, con reconocimiento.

El libro “Estrictamente bipolar”, de Darian Leader, en menos de 100 páginas, analiza cómo la depresión es una situación que en la gente se ha venido normalizando, que ya es muy común oír decir “me siento un poco deprimido” y por otra parte contiene algo de crítica a ciertos aspectos actuales del capitalismo.

Nuestra época, preocupada por la productividad, la fama y el éxito, convierte a los humanos en meras piezas de recambio, desechables, y ello tiene graves repercusiones en nuestra salud mental. Ahora resulta que ser bipolar es algo totalmente normal. Hoy la pregunta no es ¿eres bipolar? sino más bien, ¿qué forma de bipolaridad es la tuya?

Lo que en otro tiempo eran signos clínicos de psicosis maníaco-depresiva, hoy es la forma para alcanzar el éxito. Hoy hay que cultivar la manía. En un mundo ferozmente competitivo, donde la estabilidad y la seguridad en el empleo están cada vez más mermadas, los asalariados tienen que demostrar su valía trabajando cada vez más horas y manifestando una creencia cada vez más triunfante en sus proyectos y productos.

Miles de personas experimentan estados angustiosos de agitación e inestabilidad. Y el problema es que una vez que se entra en el mercado farmacéutico, a menudo existen pocas esperanzas de salida, porque las prioridades del tratamiento se centran en la búsqueda del coctel que mejor funcione. Sabemos que es menos probable que las personas pobres se quejen de los efectos secundarios que las más ricas, y que los médicos sólo informan de los efectos adversos a los organismos reguladores en un caso de cada cien.

Por ejemplo, la manía. Si disociamos el término de aquellos estados de desasosiego, desesperación y turbulencia que con tanta frecuencia se habían utilizado para describirla en el pasado. La persona maníaca o los que la rodean, se den cuenta de antemano que algo está cambiando, anunciado tal vez por el insomnio o la ansiedad. Con frecuencia podemos percibir que la fuga de ideas se pone en movimiento cuando la persona está dialogando con colegas, en una reunión, en una conferencia, o en un bar con amigos. A menudo hay una ligera sensación de agresión, o de antagonismo, como si uno de los miembros del grupo fuera hostil al sujeto.

La propaganda bien intencionada sobre el trastorno maníaco-depresivo plantea otra cuestión. En los estados maníacos, la persona tiende a creer que es poderosa, capaz, y que está dotada de habilidades que la mayoría de la gente no tiene. También otro de los temas de la manía plantea: ¿por qué esa locura por ir de compras de forma extravagante?

Leader dice que los maníacos describen el mundo que los rodea como una construcción ficticia, como un decorado teatral o un plato cinematográfico, concebido para probarlos o estudiarlos. No deberíamos olvidar aquí que, tradicionalmente, la enfermedad maníaco-depresiva ha sido considerada la forma de psicosis con más posibilidades de estabilizarse y resolverse con el paso del tiempo.

En este contexto, Byung-Chul en su libro “La sociedad del cansancio” sostiene: “Toda época tiene sus enfermedades emblemáticas. Así, existe una época bacterial que, sin embargo, toca a su fin con el descubrimiento de los antibióticos. …El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal”.

@SalvadorHV

jshv0851@gmail.com