/ viernes 4 de septiembre de 2020

Enrique VIII, rey que separó a Gran Bretaña del Vaticano

Fue famoso el ambicioso rey Enrique VIII de Gran Bretaña, por sus ambiciones, por su veleidad y crueldad extrema, expresadas en su férrea determinación de romper con el dominio de la autoridad del Papa y por sus variados matrimonios, cuyas mujeres, en su mayoría, terminaban siendo repudiadas y ejecutadas, acusadas de infidelidad.

Enrique VIII nació en Greenwich, Inglaterra, en 1491. Era hijo del rey Enrique VII, quien debió haberlo sucedido Arturo, el hijo mayor, pero éste, poco después de haberse casado con Catalina de Aragón, hija de los llamados Reyes Católicos de España, falleció a causa de una enfermedad, quedando como heredero el hijo menor del soberano, Enrique, aun cuando era menor de edad.

Es por ello que al morir Enrique VII, el nuevo rey fue Enrique VIII en 1509, y al poco tiempo desposó a la viuda de su hermano Arturo, Catalina de Aragón, caracterizada por ser una mujer muy religiosa y por ello alejada del bullicio de la corte; aun así, aceptó unirse en matrimonio con el joven soberano, quien contaba con tan solo 17 años de edad.

A pesar de ser ella una marchitada matrona tuvo seis embarazos, pero en cada caso el producto nacía sin vida y el único que se le logró falleció a los 52 días de haber llegado al mundo. Ante tal situación, el rey la repudió y pidió al Papa anular el matrimonio en 1527, pero le fue negado desde un principio, sobre todo por presiones de la corte española.

Para ese entonces, Enrique ya estaba en amoríos con la ambiciosa Ana Bolena, con la cual se veía en secreto y de ella esperaba un hijo, pues no esperaba ser una simple amante del soberano, por lo que convenció al rey que se casaran, aunque no lo permitiera el Papa. De esa unión nació una niña, Isabel, la que al paso de los años se convertiría en reina de Gran Bretaña.

La anulación del matrimonio con su cuñada y el reconocimiento de Ana Bolena como reina, fueron logrados por el rey al nombrar a Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, en 1533. En tanto que el papa, Clemente VII, responde excomulgando a soberano inglés, quien ya se había proclamado Jefe de la Iglesia Anglicana, dos años antes.

Un año más tarde (1534) es proclamada el Acta de Sucesión y el Acta de Supremacía, leyes con las que se legitimaba la descendencia del rey y, además, se declaraba como reo de alta traición a quien se negase aceptar que el soberano tenía la supremacía eclesiástica. De ese manera se consumó la separación de la Iglesia Anglicana del poder de Roma.

En tal virtud, el poder eclesiástico de Inglaterra quedó desligado de obedecer al Papa, y el culto en una iglesia nacional independiente, cuya cabeza era el propio rey, lo cual le permitiría expropiar y vender el patrimonio de los monasterios. Los católicos ingleses que permanecieron fieles a Roma fueron perseguidos como traidores, entre ellos su principal exponente, el humanista y canciller, Tomás Moro, autor de Utopía, quien fue ejecutado en 1535, al igual que el obispo de Rochester, John Fisher.

Fue entonces que el rey pronunció la siguiente sentencia: “No siento en este mundo fe alguna sino es en mí, y por eso Dios, que lo sabe, hace que sean prósperas mis decisiones”.

Años antes había dado muestras de su marcada veleidad, al combatir a los franceses, para luego firmar la paz con los galos y otorgar la mano de su hermana al rey Luis XII, pero más tarde se unió a Carlos V de España y volvió a luchar contra Francia, y poco después cambió de parecer, para lo cual firmó una alianza con el rey francés.

Pero volviendo a los amoríos de Enrique VIII, en 1536 acusó a la reina Ana Bolena de adulterio, condenándola a ser decapitada. Sin embargo, diez días después celebra nuevo matrimonio, ahora con Juana Seymour, quien le da un hijo varón (quien en un futuro sería el rey Eduardo VI), pero un año después la reina muere.

Por recomendaciones de su asesor, Thomas Cromwell, Enrique VIII en 1542 contrae matrimonio a distancia, y con fines políticos, con Ana de Cleves, princesa alemana poco agraciada, pero dicha unión sólo dura seis meses, pues la repudia para casarse con una mujer muy atractiva, Catalina Howard, quien tuvo igual suerte que las anteriores pues fue ejecutada en el cadalso, acusada de infidelidad.

Finalmente, el soberano de Inglaterra se casa a inicios de 1543 con Catalina Parr, una viuda rica, que permanece al lado de él hasta su muerte, pues Enrique VIII deja de existir en Westminster el 28 de enero de 1547.

Se comenta que Enrique VIII, según las pinturas de su época, no era muy atractivo y con un ceño poco agradable, pero se le considera haber sido un monarca astuto y hábil en su forma de gobernar. La historia lo exhibe como un hombre ambicioso, veleidoso y de decisiones crueles. ¿Pero usted, amable lector, qué opina sobre este famoso soberano inglés?

¡Hasta la próxima!

Fue famoso el ambicioso rey Enrique VIII de Gran Bretaña, por sus ambiciones, por su veleidad y crueldad extrema, expresadas en su férrea determinación de romper con el dominio de la autoridad del Papa y por sus variados matrimonios, cuyas mujeres, en su mayoría, terminaban siendo repudiadas y ejecutadas, acusadas de infidelidad.

Enrique VIII nació en Greenwich, Inglaterra, en 1491. Era hijo del rey Enrique VII, quien debió haberlo sucedido Arturo, el hijo mayor, pero éste, poco después de haberse casado con Catalina de Aragón, hija de los llamados Reyes Católicos de España, falleció a causa de una enfermedad, quedando como heredero el hijo menor del soberano, Enrique, aun cuando era menor de edad.

Es por ello que al morir Enrique VII, el nuevo rey fue Enrique VIII en 1509, y al poco tiempo desposó a la viuda de su hermano Arturo, Catalina de Aragón, caracterizada por ser una mujer muy religiosa y por ello alejada del bullicio de la corte; aun así, aceptó unirse en matrimonio con el joven soberano, quien contaba con tan solo 17 años de edad.

A pesar de ser ella una marchitada matrona tuvo seis embarazos, pero en cada caso el producto nacía sin vida y el único que se le logró falleció a los 52 días de haber llegado al mundo. Ante tal situación, el rey la repudió y pidió al Papa anular el matrimonio en 1527, pero le fue negado desde un principio, sobre todo por presiones de la corte española.

Para ese entonces, Enrique ya estaba en amoríos con la ambiciosa Ana Bolena, con la cual se veía en secreto y de ella esperaba un hijo, pues no esperaba ser una simple amante del soberano, por lo que convenció al rey que se casaran, aunque no lo permitiera el Papa. De esa unión nació una niña, Isabel, la que al paso de los años se convertiría en reina de Gran Bretaña.

La anulación del matrimonio con su cuñada y el reconocimiento de Ana Bolena como reina, fueron logrados por el rey al nombrar a Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, en 1533. En tanto que el papa, Clemente VII, responde excomulgando a soberano inglés, quien ya se había proclamado Jefe de la Iglesia Anglicana, dos años antes.

Un año más tarde (1534) es proclamada el Acta de Sucesión y el Acta de Supremacía, leyes con las que se legitimaba la descendencia del rey y, además, se declaraba como reo de alta traición a quien se negase aceptar que el soberano tenía la supremacía eclesiástica. De ese manera se consumó la separación de la Iglesia Anglicana del poder de Roma.

En tal virtud, el poder eclesiástico de Inglaterra quedó desligado de obedecer al Papa, y el culto en una iglesia nacional independiente, cuya cabeza era el propio rey, lo cual le permitiría expropiar y vender el patrimonio de los monasterios. Los católicos ingleses que permanecieron fieles a Roma fueron perseguidos como traidores, entre ellos su principal exponente, el humanista y canciller, Tomás Moro, autor de Utopía, quien fue ejecutado en 1535, al igual que el obispo de Rochester, John Fisher.

Fue entonces que el rey pronunció la siguiente sentencia: “No siento en este mundo fe alguna sino es en mí, y por eso Dios, que lo sabe, hace que sean prósperas mis decisiones”.

Años antes había dado muestras de su marcada veleidad, al combatir a los franceses, para luego firmar la paz con los galos y otorgar la mano de su hermana al rey Luis XII, pero más tarde se unió a Carlos V de España y volvió a luchar contra Francia, y poco después cambió de parecer, para lo cual firmó una alianza con el rey francés.

Pero volviendo a los amoríos de Enrique VIII, en 1536 acusó a la reina Ana Bolena de adulterio, condenándola a ser decapitada. Sin embargo, diez días después celebra nuevo matrimonio, ahora con Juana Seymour, quien le da un hijo varón (quien en un futuro sería el rey Eduardo VI), pero un año después la reina muere.

Por recomendaciones de su asesor, Thomas Cromwell, Enrique VIII en 1542 contrae matrimonio a distancia, y con fines políticos, con Ana de Cleves, princesa alemana poco agraciada, pero dicha unión sólo dura seis meses, pues la repudia para casarse con una mujer muy atractiva, Catalina Howard, quien tuvo igual suerte que las anteriores pues fue ejecutada en el cadalso, acusada de infidelidad.

Finalmente, el soberano de Inglaterra se casa a inicios de 1543 con Catalina Parr, una viuda rica, que permanece al lado de él hasta su muerte, pues Enrique VIII deja de existir en Westminster el 28 de enero de 1547.

Se comenta que Enrique VIII, según las pinturas de su época, no era muy atractivo y con un ceño poco agradable, pero se le considera haber sido un monarca astuto y hábil en su forma de gobernar. La historia lo exhibe como un hombre ambicioso, veleidoso y de decisiones crueles. ¿Pero usted, amable lector, qué opina sobre este famoso soberano inglés?

¡Hasta la próxima!