/ domingo 7 de noviembre de 2021

¿En vida o en muerte?

“A los muertos no les importa cómo son sus funerales. Las exequias suntuosas sirven para satisfacer la vanidad de los vivos” (Eurípides).

No podemos ni debemos olvidar nunca a nuestros muertos. Respecto a esto, Philippe Ariès, el extinto historiador francés, expresó algo con lo que coincido totalmente: “El olvido constituye la muerte verdadera, completa y definitiva”.

Es bueno recordarlos cuando han partido de este mundo, pero es mucho mejor acordarnos de ellos cuando aún están entre nosotros. Lamentablemente, muchos los recuerdan sólo cuando han muerto, aunque los hayan puesto en el olvido cuando vivían y estaban con nosotros.

Así somos los seres humanos, incluidos muchos mexicanos; así hemos sido siempre, aunque lo ideal es dejar de actuar con esa despreocupación que intentamos convertir en preocupación una vez que se han ido.

En mi opinión no es malo recordarlos después de muertos, pero es mejor velar por ellos cuando están con vida. Es en vida cuando podemos y debemos darles tiempo, cariño y atención. Hacer esto es una obligación moral, independientemente de lo absorbente de nuestros trabajos; cumplir con este deber nos genera enormes satisfacciones.

Un altar en honor de los nuestros ya idos, con variedad de alimentos, no es capaz de mitigar los remordimientos de nuestra conciencia si los muertos en vida no fueron verdaderamente importantes para nosotros. Las veladoras y flores de cempasúchil tampoco atenuarán los reproches de nuestro juez interno, ni el ir una y otra vez al panteón a limpiar los espacios donde descansan los restos de nuestros seres queridos.

Por supuesto que es deber nuestro hacer esto último, pero lo mejor es cuidar de nuestros amigos y seres queridos cuando están vivos entre nosotros, cuando tenemos la responsabilidad de preocuparnos y ocuparnos de ellos, y la oportunidad de velar por su bienestar y sosiego, dándoles amor por encima de todas las cosas.

Cuando se actúa de esta manera, el recuerdo de nuestros seres queridos se hace con una conciencia tranquila, sin reproche ni remordimiento alguno. Seguramente pudimos y debimos hacer más y mejor por ellos, pero si se hizo lo que se pudo estaremos en paz con nosotros mismos, por la satisfacción del deber cumplido.

Hoy, que tenemos la oportunidad de tener vivos a los nuestros entre nosotros, ocupémonos de ellos, procurando darles alimento y las demás cosas que necesitan. No es sólo la comida, como lo dijo el Señor Jesús con claridad: “No solo de pan vivirá el hombre…” Hay otras cosas que también son importantes: amor, tiempo, comprensión.

Afortunadamente las cosas han ido cambiando. Anteriormente, los homenajes a los artistas y cantantes se hacían después de su muerte. De un tiempo a la fecha se realizan homenajes en vida, en los que participan activa y presencialmente los homenajeados.

Esto es en el ámbito artístico, pero debería hacerse también en los demás ámbitos de la vida. Es en vida cuando debemos expresar a nuestros seres queridos nuestros sentimientos, diciéndoles lo mucho que representa cada uno de ellos para nosotros. Mientras están con nosotros, no después de su fallecimiento, es cuando podemos hacerle a cada uno de ellos el mejor homenaje, convirtiéndolos en objeto permanente de nuestro afecto y atenciones.

Lo mejor será disfrutar siempre cada momento de la vida, y hacer todo lo posible para que nuestros seres queridos lo disfruten al máximo también. Para qué esperar a que dejen de existir para convertirlos en seres importantes, cuando esto podemos y debemos hacerlo cuando están con vida.


Twitter: @armayacastro

“A los muertos no les importa cómo son sus funerales. Las exequias suntuosas sirven para satisfacer la vanidad de los vivos” (Eurípides).

No podemos ni debemos olvidar nunca a nuestros muertos. Respecto a esto, Philippe Ariès, el extinto historiador francés, expresó algo con lo que coincido totalmente: “El olvido constituye la muerte verdadera, completa y definitiva”.

Es bueno recordarlos cuando han partido de este mundo, pero es mucho mejor acordarnos de ellos cuando aún están entre nosotros. Lamentablemente, muchos los recuerdan sólo cuando han muerto, aunque los hayan puesto en el olvido cuando vivían y estaban con nosotros.

Así somos los seres humanos, incluidos muchos mexicanos; así hemos sido siempre, aunque lo ideal es dejar de actuar con esa despreocupación que intentamos convertir en preocupación una vez que se han ido.

En mi opinión no es malo recordarlos después de muertos, pero es mejor velar por ellos cuando están con vida. Es en vida cuando podemos y debemos darles tiempo, cariño y atención. Hacer esto es una obligación moral, independientemente de lo absorbente de nuestros trabajos; cumplir con este deber nos genera enormes satisfacciones.

Un altar en honor de los nuestros ya idos, con variedad de alimentos, no es capaz de mitigar los remordimientos de nuestra conciencia si los muertos en vida no fueron verdaderamente importantes para nosotros. Las veladoras y flores de cempasúchil tampoco atenuarán los reproches de nuestro juez interno, ni el ir una y otra vez al panteón a limpiar los espacios donde descansan los restos de nuestros seres queridos.

Por supuesto que es deber nuestro hacer esto último, pero lo mejor es cuidar de nuestros amigos y seres queridos cuando están vivos entre nosotros, cuando tenemos la responsabilidad de preocuparnos y ocuparnos de ellos, y la oportunidad de velar por su bienestar y sosiego, dándoles amor por encima de todas las cosas.

Cuando se actúa de esta manera, el recuerdo de nuestros seres queridos se hace con una conciencia tranquila, sin reproche ni remordimiento alguno. Seguramente pudimos y debimos hacer más y mejor por ellos, pero si se hizo lo que se pudo estaremos en paz con nosotros mismos, por la satisfacción del deber cumplido.

Hoy, que tenemos la oportunidad de tener vivos a los nuestros entre nosotros, ocupémonos de ellos, procurando darles alimento y las demás cosas que necesitan. No es sólo la comida, como lo dijo el Señor Jesús con claridad: “No solo de pan vivirá el hombre…” Hay otras cosas que también son importantes: amor, tiempo, comprensión.

Afortunadamente las cosas han ido cambiando. Anteriormente, los homenajes a los artistas y cantantes se hacían después de su muerte. De un tiempo a la fecha se realizan homenajes en vida, en los que participan activa y presencialmente los homenajeados.

Esto es en el ámbito artístico, pero debería hacerse también en los demás ámbitos de la vida. Es en vida cuando debemos expresar a nuestros seres queridos nuestros sentimientos, diciéndoles lo mucho que representa cada uno de ellos para nosotros. Mientras están con nosotros, no después de su fallecimiento, es cuando podemos hacerle a cada uno de ellos el mejor homenaje, convirtiéndolos en objeto permanente de nuestro afecto y atenciones.

Lo mejor será disfrutar siempre cada momento de la vida, y hacer todo lo posible para que nuestros seres queridos lo disfruten al máximo también. Para qué esperar a que dejen de existir para convertirlos en seres importantes, cuando esto podemos y debemos hacerlo cuando están con vida.


Twitter: @armayacastro