/ viernes 27 de marzo de 2020

En tiempos de pandemia todo mundo se persigna

“El miedo no anda en burro” (Refrán popular)

“El amor en tiempos de cólera”, novela de Gabriel García Márquez, ha dado pie a mi imaginación para escribir algo sobre la pandemia mundial del Covid-19 y sus implicaciones en la vida, y aun cuando la obra de Gabo es una singular historia de amor en medio de un brote del cólera, tienen varios matices que coinciden con el devenir del mal que hoy sufre la humanidad.

Lo que produce el cólera es una bacteria y en cambio el Covid- 19 (que popularmente se le conoce como coronavirus), es una enfermedad viral, ambas son causadas por contagio de personas infectadas, como también sucedió en 1918 con la pandemia de Influenza Española en México, que causó 21,000 muertes en Coahuila, aparte de cantidades poco más o menos similares en otras entidades, mismas que han asolado a naciones enteras, según lo registran los anales de la historia de la humanidad.

Ahora bien, en dichos casos a la gente le invade un miedo a contraer el padecimiento, después al conocer los terribles efectos y consecuencias (sobre todo la muerte) del contagio.

El miedo es, y siempre ha sido, una condición del ser humano, con el que hemos lidiado desde tiempos inmemoriales, posiblemente con el mismo primer hombre de nuestra especie (el homo sapiens), si bien en ciertas ocasiones lo llegamos a vencer, pero en otras caemos derrotados.

Y es que el temor está en la mente de toda clase de personas, salvo aquellas que por falta de información oportuna pasan por alto todo tipo de recomendaciones, pero también debemos agregar a los que por ignorancia supina se desentienden irresponsablemente de las observaciones oficiales.

Sin embargo, no debemos caer en un pánico irrefrenable, sin dejar de ser cuidadosos en cumplir las medidas preventivas que nos dictan las autoridades sanitarias, mismas que ya medio mundo conoce y sería prolijo repetir.

Ahora bien, como en la actualidad vivimos en un mundo material desdeñamos aquello que no vemos, o sea el mundo de la espiritualidad, a la que recurrimos muchas veces cuando nos sentimos amenazados.

No es nuestra intención invitar a nuestros lectores a que de rodillas y dándonos golpes de pecho supliquemos la protección divina, pero sí que reconozcamos somos creaturas dotadas de cuerpo y alma (aunque ésta no la veamos) que estamos dotados del libre albedrío, y por tanto cada quien puede o no invocar al ser divino en que tenga en su mente o pensamiento, llámelo Dios, Alá, Jehová, Buda o como lo nombre.

El doctor en filosofía, Luis Alberto Vázquez Álvarez, en reciente artículo que titula “La fe religiosa como refugio ante las adversidades”, comienza por recordar que Blas Pascal (1623-1662) propuso una apuesta: “Puedes creer en Dios; si existe, entonces al morir irás al cielo. Puedes creer en Dios; si no existe, cuando mueras no pasará nada. Puedes no creer en Dios, si no existe, tampoco pasará nada. Puedes no creer en Dios, si existe, al morir ya perdiste todo”.

El hecho es que cuando se dan todo tipo de crisis (sociales, económicas, políticas o existenciales), mucha gente recurre a la fe religiosa, como lo hicieron en su momento importantes estadistas, comenzando por Plutarco Elías Calles, quien siendo Presidente fue en los años 20’s un perseguidor empecinado de la religión en nuestro país, dando lugar a la “Guerra Cristera”, pero en sus últimos años cayó enfermo (hay quien asegura de lepra) y para ello recurrió al santón de aquellos años, conocido como “El Niño Fidencio”, esperanzado en ser curado con rezos y pócimas, que al parecer lo sacaron adelante de su mal.

Incluso nuestro actual Presidente, Andrés Manuel López Obrador, se presentó hace poco en una de sus comparecencias públicas, conocidas “Mañaneras”, como un ferviente creyente religioso, no obstante ser un supuesto ateo e identificado como un líder de izquierda, asegurando que su defensa al coronavirus lo enfrentaría “con mucha fe”, y para ello exhibió estampitas y escapularios religiosos en sus manos. Se ha sometido además a rituales indígenas, para demostrar ser un hombre espiritual.

Vázquez Álvarez señala que otros presidentes de América Latina, como Mario Abdo Benitez, de Paraguay, rezó públicamente e invitó a los ciudadanos a mantenerse unidos en oración, para que Dios proteja al país del Covid-19.

Nayib Bukele, presidente de El Salvador, en un mensaje a la nación dijo literalmente: “Quiero pedirles que todos oremos y le pidamos a Dios nos ayude a sobreponernos a esta enfermedad. Que salve a la mayoría de los salvadoreños…”

Nicolás Maduro, por su parte, imploró a los venezolanos a ponerse de rodillas y pedir a Dios que se encuentre la vacuna contra el coronavirus, y para ello propuso construir una cadena diaria de oración, para salvar a la humanidad. Hay quienes aseguran que en Venezuela, sus detractores aplaudieron la actitud del controvertido mandatario.

Incluso Donald Trump, presidente del país más poderoso del mundo occidental, Estados Unidos de América, también se unió publicamente a las manifestaciones de fe en una reunión de líderes religiosos, pidiéndoles a ellos a elevar oraciones que conduzcan a proteger a los estadounidenses del coronavirus, pues en esa nación la pandemia ha cobrado muchas vidas.

La pregunta obligada a nuestros lectores, como en otras ocasiones, es la misma: ¿Y usted qué opina?

¡Hasta la próxima!

“El miedo no anda en burro” (Refrán popular)

“El amor en tiempos de cólera”, novela de Gabriel García Márquez, ha dado pie a mi imaginación para escribir algo sobre la pandemia mundial del Covid-19 y sus implicaciones en la vida, y aun cuando la obra de Gabo es una singular historia de amor en medio de un brote del cólera, tienen varios matices que coinciden con el devenir del mal que hoy sufre la humanidad.

Lo que produce el cólera es una bacteria y en cambio el Covid- 19 (que popularmente se le conoce como coronavirus), es una enfermedad viral, ambas son causadas por contagio de personas infectadas, como también sucedió en 1918 con la pandemia de Influenza Española en México, que causó 21,000 muertes en Coahuila, aparte de cantidades poco más o menos similares en otras entidades, mismas que han asolado a naciones enteras, según lo registran los anales de la historia de la humanidad.

Ahora bien, en dichos casos a la gente le invade un miedo a contraer el padecimiento, después al conocer los terribles efectos y consecuencias (sobre todo la muerte) del contagio.

El miedo es, y siempre ha sido, una condición del ser humano, con el que hemos lidiado desde tiempos inmemoriales, posiblemente con el mismo primer hombre de nuestra especie (el homo sapiens), si bien en ciertas ocasiones lo llegamos a vencer, pero en otras caemos derrotados.

Y es que el temor está en la mente de toda clase de personas, salvo aquellas que por falta de información oportuna pasan por alto todo tipo de recomendaciones, pero también debemos agregar a los que por ignorancia supina se desentienden irresponsablemente de las observaciones oficiales.

Sin embargo, no debemos caer en un pánico irrefrenable, sin dejar de ser cuidadosos en cumplir las medidas preventivas que nos dictan las autoridades sanitarias, mismas que ya medio mundo conoce y sería prolijo repetir.

Ahora bien, como en la actualidad vivimos en un mundo material desdeñamos aquello que no vemos, o sea el mundo de la espiritualidad, a la que recurrimos muchas veces cuando nos sentimos amenazados.

No es nuestra intención invitar a nuestros lectores a que de rodillas y dándonos golpes de pecho supliquemos la protección divina, pero sí que reconozcamos somos creaturas dotadas de cuerpo y alma (aunque ésta no la veamos) que estamos dotados del libre albedrío, y por tanto cada quien puede o no invocar al ser divino en que tenga en su mente o pensamiento, llámelo Dios, Alá, Jehová, Buda o como lo nombre.

El doctor en filosofía, Luis Alberto Vázquez Álvarez, en reciente artículo que titula “La fe religiosa como refugio ante las adversidades”, comienza por recordar que Blas Pascal (1623-1662) propuso una apuesta: “Puedes creer en Dios; si existe, entonces al morir irás al cielo. Puedes creer en Dios; si no existe, cuando mueras no pasará nada. Puedes no creer en Dios, si no existe, tampoco pasará nada. Puedes no creer en Dios, si existe, al morir ya perdiste todo”.

El hecho es que cuando se dan todo tipo de crisis (sociales, económicas, políticas o existenciales), mucha gente recurre a la fe religiosa, como lo hicieron en su momento importantes estadistas, comenzando por Plutarco Elías Calles, quien siendo Presidente fue en los años 20’s un perseguidor empecinado de la religión en nuestro país, dando lugar a la “Guerra Cristera”, pero en sus últimos años cayó enfermo (hay quien asegura de lepra) y para ello recurrió al santón de aquellos años, conocido como “El Niño Fidencio”, esperanzado en ser curado con rezos y pócimas, que al parecer lo sacaron adelante de su mal.

Incluso nuestro actual Presidente, Andrés Manuel López Obrador, se presentó hace poco en una de sus comparecencias públicas, conocidas “Mañaneras”, como un ferviente creyente religioso, no obstante ser un supuesto ateo e identificado como un líder de izquierda, asegurando que su defensa al coronavirus lo enfrentaría “con mucha fe”, y para ello exhibió estampitas y escapularios religiosos en sus manos. Se ha sometido además a rituales indígenas, para demostrar ser un hombre espiritual.

Vázquez Álvarez señala que otros presidentes de América Latina, como Mario Abdo Benitez, de Paraguay, rezó públicamente e invitó a los ciudadanos a mantenerse unidos en oración, para que Dios proteja al país del Covid-19.

Nayib Bukele, presidente de El Salvador, en un mensaje a la nación dijo literalmente: “Quiero pedirles que todos oremos y le pidamos a Dios nos ayude a sobreponernos a esta enfermedad. Que salve a la mayoría de los salvadoreños…”

Nicolás Maduro, por su parte, imploró a los venezolanos a ponerse de rodillas y pedir a Dios que se encuentre la vacuna contra el coronavirus, y para ello propuso construir una cadena diaria de oración, para salvar a la humanidad. Hay quienes aseguran que en Venezuela, sus detractores aplaudieron la actitud del controvertido mandatario.

Incluso Donald Trump, presidente del país más poderoso del mundo occidental, Estados Unidos de América, también se unió publicamente a las manifestaciones de fe en una reunión de líderes religiosos, pidiéndoles a ellos a elevar oraciones que conduzcan a proteger a los estadounidenses del coronavirus, pues en esa nación la pandemia ha cobrado muchas vidas.

La pregunta obligada a nuestros lectores, como en otras ocasiones, es la misma: ¿Y usted qué opina?

¡Hasta la próxima!

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