/ domingo 24 de abril de 2022

En México desaparecen 7 mujeres al día

Desde 1964 a la fecha, se lleva un registro de cerca de 100 mil personas desaparecidas y no localizadas, una cifra que asusta y que relata la debilidad del estado para atender esta grave crisis. De esos casi 100 mil registros de personas, el 75% son hombres y el 25% son mujeres, sin embargo, en estos últimos 3 años esta proporción se agravó, al grado que hoy sea un 65% de hombres y 35% mujeres.


Es una realidad, que en lo que va de este sexenio, este problema no se ha paliado, ya que en registros hay más de 30 mil personas, y que es aún más grave el género de las víctimas, ya que, si comparamos 2019 contra 2021, las víctimas hombres se redujeron 6%, mientras que las víctimas muejres aumentaron un 48%. Lo más preocupante es que los niveles de impunidad son todavía peores, pues se estima que entre el 2% y 6% de los casos, han terminado en un proceso penal, al grado tal que hoy solo existan menos de 40 condenas en todo el país por este delito.

Los ojos del mundo por ahora está en Nuevo León, por obvias razones, pues en lo que va de 2022, suman más de 200 casos de desaparecidos, de los cuales 64 de ellos corresponden a mujeres, esto significa que cada 2 días desaparece una mujer en aquél estado.

En verdad, no hay manera de ocultar la evidencia, existe una deficiencia generalizada en el país, en lo que refiere a servicios forenses, en las propias fiscalías, en infraestructura, equipamiento y personal. Si no es por los colectivos de las familias de desaparecidos no quiero imaginar en donde estuvieramos. Por eso cuando el presidente descalifica el informe del comité de la ONU sobre las desapariciones, cuando dice que solo se trata de una campaña más de desprestigio, o que durante su mandato ya no existen violaciones a los derechos humanos, o simplemente que el informe no es apegado a la verdad, resulta difícil de entender su postura, ya que esto, además de revictimizar, es como un llamado a los demás estados que no han sido capaces de atender este problema de responsabilizarse, de eludir su compromiso. Los casos como los de Debanhi, ocurren de forma cotidiana y habitual, y de ninguna forma podemos mantenernos indiferentes y espectadores.

Es importante que no nos dejemos llevar por los discursos, y más aquellos que desestiman realidades, que no aceptan críticas, ni asesorías gratuitas, porque el día en que el discurso supere a la realidad, estaremos a la deriva, sin rumbo fijo.

Desde 1964 a la fecha, se lleva un registro de cerca de 100 mil personas desaparecidas y no localizadas, una cifra que asusta y que relata la debilidad del estado para atender esta grave crisis. De esos casi 100 mil registros de personas, el 75% son hombres y el 25% son mujeres, sin embargo, en estos últimos 3 años esta proporción se agravó, al grado que hoy sea un 65% de hombres y 35% mujeres.


Es una realidad, que en lo que va de este sexenio, este problema no se ha paliado, ya que en registros hay más de 30 mil personas, y que es aún más grave el género de las víctimas, ya que, si comparamos 2019 contra 2021, las víctimas hombres se redujeron 6%, mientras que las víctimas muejres aumentaron un 48%. Lo más preocupante es que los niveles de impunidad son todavía peores, pues se estima que entre el 2% y 6% de los casos, han terminado en un proceso penal, al grado tal que hoy solo existan menos de 40 condenas en todo el país por este delito.

Los ojos del mundo por ahora está en Nuevo León, por obvias razones, pues en lo que va de 2022, suman más de 200 casos de desaparecidos, de los cuales 64 de ellos corresponden a mujeres, esto significa que cada 2 días desaparece una mujer en aquél estado.

En verdad, no hay manera de ocultar la evidencia, existe una deficiencia generalizada en el país, en lo que refiere a servicios forenses, en las propias fiscalías, en infraestructura, equipamiento y personal. Si no es por los colectivos de las familias de desaparecidos no quiero imaginar en donde estuvieramos. Por eso cuando el presidente descalifica el informe del comité de la ONU sobre las desapariciones, cuando dice que solo se trata de una campaña más de desprestigio, o que durante su mandato ya no existen violaciones a los derechos humanos, o simplemente que el informe no es apegado a la verdad, resulta difícil de entender su postura, ya que esto, además de revictimizar, es como un llamado a los demás estados que no han sido capaces de atender este problema de responsabilizarse, de eludir su compromiso. Los casos como los de Debanhi, ocurren de forma cotidiana y habitual, y de ninguna forma podemos mantenernos indiferentes y espectadores.

Es importante que no nos dejemos llevar por los discursos, y más aquellos que desestiman realidades, que no aceptan críticas, ni asesorías gratuitas, porque el día en que el discurso supere a la realidad, estaremos a la deriva, sin rumbo fijo.