/ martes 29 de septiembre de 2020

El verdadero rol de las escuelas

Queridos amigos, me gustaría que iniciáramos esta columna con un pequeño ejercicio: Tómense unos minutos para remembrar sus tiempos como estudiantes y su paso por la vida escolar. El aprendizaje, el compañerismo, las experiencias buenas y las no tan buenas, todo lo que formo parte del trayecto formativo de vida.

Ahora, quitemos eso, y limitemos el aprendizaje a únicamente asistir a webinars y clases en televisión. ¿Creen ustedes que su vida sería igual a como es hoy? Muy seguramente, la respuesta de todos a esta interrogante iría en sentido negativo, y es que, la escuela es una parte fundamental del proceso enseñanza-aprendizaje de nuestras niñas y niños.

Partamos desde un punto clave, que es que la escuela la construyen los docentes y los alumnos, con el acompañamiento del personal administrativo y las y los padres de familia; elementos clave del proceso enseñanza-aprendizaje, y que hay que reconocerlo, han hecho una labor fantástica en acoplarse a la nueva realidad del COVID-19. Habiendo dicho esto, cometeríamos un grave error en pensar que los inmuebles escolares son solo eso, y no cumplen una función además de albergar a las personas durante su jornada.

Una escuela, amigas y amigos, es un santuario. Es el lugar donde las diferencias económicas, sociales y políticas se mitigan lo más posible, buscando hermanar a alumnas y alumnos lo más posible. Es el lugar donde las futuras generaciones tienen su primera experiencia social, en un ambiente relativamente controlado, con poca influencia exterior. Es el ecosistema en el que el alumno aprende que es parte de una sociedad, más grande que el y que su propia familia, y en la que todos tenemos sueños, anhelos, problemas y oportunidades.

Estimados lectores, yo no se donde estaría de no haber contado con una escuela, pero muy seguramente no habría tenido las oportunidades que he tenido en la vida, ni hubiera conocido a mis amistades. Como niña, hija de ejidatarios, la escuela fue para mi la puerta a la superación personal a través del trabajo y el esfuerzo personal, y eso cambio mi vida.

Una escuela es un inmueble, pero es mucho más que eso. Una escuela es un microcosmos social, donde el Estado se correlaciona con sus futuros ciudadanos y les da herramientas para que, en el futuro, ellos le den forma al Estado mismo. Ese espacio controlado, ese entorno en resguardo, que todos dábamos por sentado, es algo que la pandemia nos ha quitado hoy, y que aún cuando esta temporalidad pase, nos habrá cambiado para siempre.

Hoy estamos obligados a dimensionar el justo rol de la escuela, y como sociedad de buscar potencializar este rol para las y los jóvenes que hoy han perdido esa normalidad, pero para que también todos en el futuro puedan aprovechar mejor que nunca estos recursos educativos.

Lo único que quizá sea una realidad ineludible, es que las experiencias de aprendizaje que ofrece la escuela nos van formando y dando seguridad, además de fortalecer nuestra autoestima para, así, lograr nuestras metas y echar a volar nuestra imaginación para poder soñar con aquello que anhelamos . La escuela será siempre el espacio que logre disminuir las desigualdades y potenciar todas nuestras capacidades para alcanzar nuestros sueños.

Lo hemos dicho muchas veces, el COVID-19 nos ha quitado la cotidianidad en nuestra vida, pero ver al futuro implica superar las adversidades y tomarlas como experiencias de aprendizaje. Llegará el momento en que podamos abrazarnos de nueva cuenta, así como también llegará el momento en que podamos ver las aulas llenas de caritas sonrientes. Mientras tanto, sigamos dando lo mejor de nosotros, padres de familia y gobierno, para hacer de esta experiencia una oportunidad de aprendizaje y revalorización.

Queridos amigos, me gustaría que iniciáramos esta columna con un pequeño ejercicio: Tómense unos minutos para remembrar sus tiempos como estudiantes y su paso por la vida escolar. El aprendizaje, el compañerismo, las experiencias buenas y las no tan buenas, todo lo que formo parte del trayecto formativo de vida.

Ahora, quitemos eso, y limitemos el aprendizaje a únicamente asistir a webinars y clases en televisión. ¿Creen ustedes que su vida sería igual a como es hoy? Muy seguramente, la respuesta de todos a esta interrogante iría en sentido negativo, y es que, la escuela es una parte fundamental del proceso enseñanza-aprendizaje de nuestras niñas y niños.

Partamos desde un punto clave, que es que la escuela la construyen los docentes y los alumnos, con el acompañamiento del personal administrativo y las y los padres de familia; elementos clave del proceso enseñanza-aprendizaje, y que hay que reconocerlo, han hecho una labor fantástica en acoplarse a la nueva realidad del COVID-19. Habiendo dicho esto, cometeríamos un grave error en pensar que los inmuebles escolares son solo eso, y no cumplen una función además de albergar a las personas durante su jornada.

Una escuela, amigas y amigos, es un santuario. Es el lugar donde las diferencias económicas, sociales y políticas se mitigan lo más posible, buscando hermanar a alumnas y alumnos lo más posible. Es el lugar donde las futuras generaciones tienen su primera experiencia social, en un ambiente relativamente controlado, con poca influencia exterior. Es el ecosistema en el que el alumno aprende que es parte de una sociedad, más grande que el y que su propia familia, y en la que todos tenemos sueños, anhelos, problemas y oportunidades.

Estimados lectores, yo no se donde estaría de no haber contado con una escuela, pero muy seguramente no habría tenido las oportunidades que he tenido en la vida, ni hubiera conocido a mis amistades. Como niña, hija de ejidatarios, la escuela fue para mi la puerta a la superación personal a través del trabajo y el esfuerzo personal, y eso cambio mi vida.

Una escuela es un inmueble, pero es mucho más que eso. Una escuela es un microcosmos social, donde el Estado se correlaciona con sus futuros ciudadanos y les da herramientas para que, en el futuro, ellos le den forma al Estado mismo. Ese espacio controlado, ese entorno en resguardo, que todos dábamos por sentado, es algo que la pandemia nos ha quitado hoy, y que aún cuando esta temporalidad pase, nos habrá cambiado para siempre.

Hoy estamos obligados a dimensionar el justo rol de la escuela, y como sociedad de buscar potencializar este rol para las y los jóvenes que hoy han perdido esa normalidad, pero para que también todos en el futuro puedan aprovechar mejor que nunca estos recursos educativos.

Lo único que quizá sea una realidad ineludible, es que las experiencias de aprendizaje que ofrece la escuela nos van formando y dando seguridad, además de fortalecer nuestra autoestima para, así, lograr nuestras metas y echar a volar nuestra imaginación para poder soñar con aquello que anhelamos . La escuela será siempre el espacio que logre disminuir las desigualdades y potenciar todas nuestras capacidades para alcanzar nuestros sueños.

Lo hemos dicho muchas veces, el COVID-19 nos ha quitado la cotidianidad en nuestra vida, pero ver al futuro implica superar las adversidades y tomarlas como experiencias de aprendizaje. Llegará el momento en que podamos abrazarnos de nueva cuenta, así como también llegará el momento en que podamos ver las aulas llenas de caritas sonrientes. Mientras tanto, sigamos dando lo mejor de nosotros, padres de familia y gobierno, para hacer de esta experiencia una oportunidad de aprendizaje y revalorización.