/ domingo 2 de mayo de 2021

El valor de la solidaridad

Desde el inicio de la pandemia derivada del Covid-19, millones de personas en todo el mundo han mostrado su lado humano mediante la generación de acciones solidarias.

Así ha sido cada vez que los violentos terremotos han ocasionado destrucción, pérdidas humanas y pérdidas materiales incuantificables.

Mi pretensión no es dedicar este espacio de opinión a esta clase de fenómenos naturales que en algunos casos generan mortalidades masivas, sino referirme a la importancia de la solidaridad, un valor que aflora en muchísimas personas y grupos cada vez que tienen lugar estos lamentables acontecimientos.

El tema de la solidaridad nos remite a la experiencia de los terribles temblores del 19 y 20 de septiembre de 1985, que ocasionaron la ruina de la zona centro de la Ciudad de México, dejando miles de damnificados y un tétrico panorama de muerte y desolación en la capital de la República Mexicana.

La pregunta que muchos nos formulamos en aquel tiempo fue la siguiente: ¿Cómo va a responder correctamente a la emergencia un gobierno como el del priísta Miguel de la Madrid Hurtado, que carece de un plan de reconstrucción, y no tiene la más mínima idea de cómo enfrentar la magnitud de la tragedia?

Mientras que en aquel ambiente flotaban en la opinión pública éstas y otras interrogantes, apareció como nunca el valor de la solidaridad, actuando en miles de personas de ambos sexos y de todas las edades, que hicieron propio el dolor y las necesidades de sus hermanos sepultados bajo los escombros y de quienes lo perdieron todo.

Este valor suele aparecer también en eventos adversos tales como epidemias y problemas de menor gravedad, impulsando a las personas de todos los estratos sociales a abrir sus manos para ayudar a quienes lo necesitan.

Cuando el valor en cuestión está presente en nuestras vidas, hacemos el bien a todas las personas: a los que sufren discriminación xenofóbica, a los que padecen hambre y violencia, a los que sufren por pandemias y enfermedades incurables, así como a los que son víctimas de las adicciones, de los abusos y de las guerras.

La solidaridad, considerada como uno de los más altos valores humanos, ha estado presente a lo largo de la pandemia que ha puesto en jaque al conjunto de la humanidad, impulsando a millones de personas a ir más allá de sus necesidades personales. Lo hemos visto mediante la entrega de despensas de particulares y grupos a las personas necesitadas, así como a través de las acciones solidarias de varias naciones que han entregado millones de vacunas a los países pobres, todo con el propósito de inmunizar a los habitantes de estos últimos.

Respecto a la importancia de este valor, António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, dijo en noviembre de 2020 a los líderes de las 20 economías más desarrolladas del planeta: “Necesitamos solidaridad y cooperación. Y necesitamos acción concreta ahora, sobre todo para los más vulnerables”. Añadió el máximo representante de Naciones Unidas que en tiempos difíciles como los actuales, “la solidaridad es supervivencia”, y pidió a los países ricos ser solidarios con las naciones que lo necesitan, buscando que “las vacunas sean un bien público global, una vacuna de la gente, que sea accesible y asequible para todos en todas partes”.

En momentos tan difíciles como los actuales, considero de gran importancia que los llamados países grandes se muestren solidarios y ofrezcan asistencia a países como India y Brasil, que se encuentran al borde del colapso por la crisis ocasionada por el coronavirus. Para nadie es un secreto que estas naciones necesitan ayuda por estar viviendo los días más oscuros de la pandemia. Estados Unidos lo está haciendo, enviando “gran cantidad de material sanitario, incluidos respiradores”. Sin embargo, es necesario que el esfuerzo de los norteamericanos sea imitado por aquellas naciones que tienen posibilidades económicas para ayudar a que estas naciones logren disminuir las preocupantes cifras de contagios.


Twitter: @armayacastro

Desde el inicio de la pandemia derivada del Covid-19, millones de personas en todo el mundo han mostrado su lado humano mediante la generación de acciones solidarias.

Así ha sido cada vez que los violentos terremotos han ocasionado destrucción, pérdidas humanas y pérdidas materiales incuantificables.

Mi pretensión no es dedicar este espacio de opinión a esta clase de fenómenos naturales que en algunos casos generan mortalidades masivas, sino referirme a la importancia de la solidaridad, un valor que aflora en muchísimas personas y grupos cada vez que tienen lugar estos lamentables acontecimientos.

El tema de la solidaridad nos remite a la experiencia de los terribles temblores del 19 y 20 de septiembre de 1985, que ocasionaron la ruina de la zona centro de la Ciudad de México, dejando miles de damnificados y un tétrico panorama de muerte y desolación en la capital de la República Mexicana.

La pregunta que muchos nos formulamos en aquel tiempo fue la siguiente: ¿Cómo va a responder correctamente a la emergencia un gobierno como el del priísta Miguel de la Madrid Hurtado, que carece de un plan de reconstrucción, y no tiene la más mínima idea de cómo enfrentar la magnitud de la tragedia?

Mientras que en aquel ambiente flotaban en la opinión pública éstas y otras interrogantes, apareció como nunca el valor de la solidaridad, actuando en miles de personas de ambos sexos y de todas las edades, que hicieron propio el dolor y las necesidades de sus hermanos sepultados bajo los escombros y de quienes lo perdieron todo.

Este valor suele aparecer también en eventos adversos tales como epidemias y problemas de menor gravedad, impulsando a las personas de todos los estratos sociales a abrir sus manos para ayudar a quienes lo necesitan.

Cuando el valor en cuestión está presente en nuestras vidas, hacemos el bien a todas las personas: a los que sufren discriminación xenofóbica, a los que padecen hambre y violencia, a los que sufren por pandemias y enfermedades incurables, así como a los que son víctimas de las adicciones, de los abusos y de las guerras.

La solidaridad, considerada como uno de los más altos valores humanos, ha estado presente a lo largo de la pandemia que ha puesto en jaque al conjunto de la humanidad, impulsando a millones de personas a ir más allá de sus necesidades personales. Lo hemos visto mediante la entrega de despensas de particulares y grupos a las personas necesitadas, así como a través de las acciones solidarias de varias naciones que han entregado millones de vacunas a los países pobres, todo con el propósito de inmunizar a los habitantes de estos últimos.

Respecto a la importancia de este valor, António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, dijo en noviembre de 2020 a los líderes de las 20 economías más desarrolladas del planeta: “Necesitamos solidaridad y cooperación. Y necesitamos acción concreta ahora, sobre todo para los más vulnerables”. Añadió el máximo representante de Naciones Unidas que en tiempos difíciles como los actuales, “la solidaridad es supervivencia”, y pidió a los países ricos ser solidarios con las naciones que lo necesitan, buscando que “las vacunas sean un bien público global, una vacuna de la gente, que sea accesible y asequible para todos en todas partes”.

En momentos tan difíciles como los actuales, considero de gran importancia que los llamados países grandes se muestren solidarios y ofrezcan asistencia a países como India y Brasil, que se encuentran al borde del colapso por la crisis ocasionada por el coronavirus. Para nadie es un secreto que estas naciones necesitan ayuda por estar viviendo los días más oscuros de la pandemia. Estados Unidos lo está haciendo, enviando “gran cantidad de material sanitario, incluidos respiradores”. Sin embargo, es necesario que el esfuerzo de los norteamericanos sea imitado por aquellas naciones que tienen posibilidades económicas para ayudar a que estas naciones logren disminuir las preocupantes cifras de contagios.


Twitter: @armayacastro