/ viernes 24 de mayo de 2019

El puente sobre el Río Nazas

El paso del ferrocarril dio la pauta para que la región lagunera iniciara el vertiginoso desarrollo que a principios del presente siglo causara el asombro y admiración de propios y extraños. Desde luego el obstáculo más importante para el desarrollo regional lo constituía precisamente la falta de vías de comunicación, pues cada vez que el Padre Nazas llevaba creciente; se interrumpía el paso entre las dos ciudades, especialmente para los vehículos de tracción animal, que eran, aparte del tranvía y el ferrocarril, el transporte usual de esa época.

El problema se agudizó cuando, en la década de los veintes, llegaron los primeros carros de tracción mecánica. Poco a poco fue aumentando el número de vehículos que transitaban por los vados construidos para cruzar el lecho del río, y obviamente la circulación se interrumpía cuando el Nazas resucitaba, lo que hizo necesaria la construcción del puente.

Los laguneros de aquella época se concientizaron debidamente del problema, e iniciaron tenaces campañas para lograr la construcción de un puente sobre el Padre Nazas, y de nuevo afloró la feliz característica de los laguneros: que son emprendedores, sacrificados y esforzados para obtener las obras que la ciudad y la comarca requieren.

Al fin, en 1926, se concretó la iniciativa para cumplir el gran anhelo de los laguneros, pues en ese año se constituyó una sociedad anónima cuya razón social era "Puente Nazas, S. A.". Esta sociedad tuvo como objeto principal reunir los fondos necesarios para la construcción del puente.

Desafortunadamente la sociedad anónima se disolvió por diversos motivos, y así terminó la primera etapa de tan acariciado anhelo de los laguneros, sin embargo, Don Francisco Dingler y los demás integrantes de la sociedad habían ya echado al surco una semilla que pronto germinaría plenamente.

Con ese espíritu emprendedor de los laguneros, de inmediato el llamado Automóvil Club, que como lo dice Don Eduardo Guerra, se había convertido en una organización romántica, tomó la estafeta para echarse a cuestas el proyecto por el que todos los laguneros aspiraban. Esta organización era ya conocida en la región, pues había construido la carretera de Torreón a Lerdo, la cual era de peaje.

Los laguneros que en ese momento habían tomado la iniciativa del puente acudieron al entonces Presidente Municipal de Torreón, para que cooperara en favor de la obra proyectada. El munícipe de inmediato puso a disposición del club veinte mil pesos, provenientes de un fondo de carretera, y les ofreció que lo que se recaudara por concepto del impuesto municipal sobre carreteras, que eran aproximadamente sesenta mil pesos anuales, lo pondría también a disposición de ellos.

Con ese ingreso, más lo que se recaudaba por las cuotas que el Auto-Club cobraba por el uso de la carretera Torreón-Lerdo y lo contribuido por las autoridades municipales de Gómez Palacio, Durango, lograron reunir una cantidad suficiente que al fin permitió se construyeran, en 1929, los cimientos de tan soñado puente, que por cierto tuvieron un costo de cincuenta mil pesos. Sin embargo, en ese año se suspendió la construcción.

Cuando el Gobernador de Coahuila era Don Nazario Ortiz Garza, y el de Durango era Don José Ramón Valdez, a instancias del Auto-Club y de la gente que con ellos colaboraba, los gobiernos vecinos firmaron un acuerdo, en el que se dispuso que el Gobierno de Coahuila aportaría el sesenta por ciento del costo de la obra, y el de Durango el cuarenta por ciento restante. A partir de entonces se reanudaron las obras y no se volvieron a suspender hasta la conclusión.

La construcción del puente estuvo bajo la dirección del Ingeniero Francisco Allen y de expertos de la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, empresa a la que se le encomendó la elaboración de la estructura metálica que aún hoy orgullosamente luce nuestro puente. Desde luego, los integrantes del Auto-Club vigilaron la construcción y se encargaron de suministrar los fondos a los constructores.

Para la edificación del puente se utilizaron cuatrocientas toneladas de acero, cien de piedra, trescientas setenta de cemento, y mil novecientos metros cúbicos de cascajo. Las principales características técnicas del puente son que cuenta con diez claros sobre ocho grandes pilares y tiene una longitud total de doscientos setenta y tres metros, y tuvo un costo total de doscientos treinta mil pesos.

La inauguración del puente sobre el río Nazas tuvo lugar el Domingo 20 de Diciembre de 1931, a la ceremonia asistieron los señores Nazario Ortiz Garza, Gobernador de Coahuila, el ingeniero Pastor Rouaix en representación del Gobernador de Durango, y la totalidad de los presidentes municipales de la Comarca Lagunera de ambos Estados. El listón simbólico fue cortado por el Gobernador de Coahuila, y el discurso oficial fue pronunciado por otro gran lagunero, Don Isauro Martínez.

El paso del ferrocarril dio la pauta para que la región lagunera iniciara el vertiginoso desarrollo que a principios del presente siglo causara el asombro y admiración de propios y extraños. Desde luego el obstáculo más importante para el desarrollo regional lo constituía precisamente la falta de vías de comunicación, pues cada vez que el Padre Nazas llevaba creciente; se interrumpía el paso entre las dos ciudades, especialmente para los vehículos de tracción animal, que eran, aparte del tranvía y el ferrocarril, el transporte usual de esa época.

El problema se agudizó cuando, en la década de los veintes, llegaron los primeros carros de tracción mecánica. Poco a poco fue aumentando el número de vehículos que transitaban por los vados construidos para cruzar el lecho del río, y obviamente la circulación se interrumpía cuando el Nazas resucitaba, lo que hizo necesaria la construcción del puente.

Los laguneros de aquella época se concientizaron debidamente del problema, e iniciaron tenaces campañas para lograr la construcción de un puente sobre el Padre Nazas, y de nuevo afloró la feliz característica de los laguneros: que son emprendedores, sacrificados y esforzados para obtener las obras que la ciudad y la comarca requieren.

Al fin, en 1926, se concretó la iniciativa para cumplir el gran anhelo de los laguneros, pues en ese año se constituyó una sociedad anónima cuya razón social era "Puente Nazas, S. A.". Esta sociedad tuvo como objeto principal reunir los fondos necesarios para la construcción del puente.

Desafortunadamente la sociedad anónima se disolvió por diversos motivos, y así terminó la primera etapa de tan acariciado anhelo de los laguneros, sin embargo, Don Francisco Dingler y los demás integrantes de la sociedad habían ya echado al surco una semilla que pronto germinaría plenamente.

Con ese espíritu emprendedor de los laguneros, de inmediato el llamado Automóvil Club, que como lo dice Don Eduardo Guerra, se había convertido en una organización romántica, tomó la estafeta para echarse a cuestas el proyecto por el que todos los laguneros aspiraban. Esta organización era ya conocida en la región, pues había construido la carretera de Torreón a Lerdo, la cual era de peaje.

Los laguneros que en ese momento habían tomado la iniciativa del puente acudieron al entonces Presidente Municipal de Torreón, para que cooperara en favor de la obra proyectada. El munícipe de inmediato puso a disposición del club veinte mil pesos, provenientes de un fondo de carretera, y les ofreció que lo que se recaudara por concepto del impuesto municipal sobre carreteras, que eran aproximadamente sesenta mil pesos anuales, lo pondría también a disposición de ellos.

Con ese ingreso, más lo que se recaudaba por las cuotas que el Auto-Club cobraba por el uso de la carretera Torreón-Lerdo y lo contribuido por las autoridades municipales de Gómez Palacio, Durango, lograron reunir una cantidad suficiente que al fin permitió se construyeran, en 1929, los cimientos de tan soñado puente, que por cierto tuvieron un costo de cincuenta mil pesos. Sin embargo, en ese año se suspendió la construcción.

Cuando el Gobernador de Coahuila era Don Nazario Ortiz Garza, y el de Durango era Don José Ramón Valdez, a instancias del Auto-Club y de la gente que con ellos colaboraba, los gobiernos vecinos firmaron un acuerdo, en el que se dispuso que el Gobierno de Coahuila aportaría el sesenta por ciento del costo de la obra, y el de Durango el cuarenta por ciento restante. A partir de entonces se reanudaron las obras y no se volvieron a suspender hasta la conclusión.

La construcción del puente estuvo bajo la dirección del Ingeniero Francisco Allen y de expertos de la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, empresa a la que se le encomendó la elaboración de la estructura metálica que aún hoy orgullosamente luce nuestro puente. Desde luego, los integrantes del Auto-Club vigilaron la construcción y se encargaron de suministrar los fondos a los constructores.

Para la edificación del puente se utilizaron cuatrocientas toneladas de acero, cien de piedra, trescientas setenta de cemento, y mil novecientos metros cúbicos de cascajo. Las principales características técnicas del puente son que cuenta con diez claros sobre ocho grandes pilares y tiene una longitud total de doscientos setenta y tres metros, y tuvo un costo total de doscientos treinta mil pesos.

La inauguración del puente sobre el río Nazas tuvo lugar el Domingo 20 de Diciembre de 1931, a la ceremonia asistieron los señores Nazario Ortiz Garza, Gobernador de Coahuila, el ingeniero Pastor Rouaix en representación del Gobernador de Durango, y la totalidad de los presidentes municipales de la Comarca Lagunera de ambos Estados. El listón simbólico fue cortado por el Gobernador de Coahuila, y el discurso oficial fue pronunciado por otro gran lagunero, Don Isauro Martínez.