/ viernes 7 de agosto de 2020

El poder es un elemento constructivo de la comunicación; para otros, significa opresión

Este artículo es el 499 de las entregas semanales que he venido realizando al periódico VANGUARDIA de Saltillo. El primero fue publicado el 3 de septiembre de 2010. Falta un mes para que se cumplan diez años. En esta ocasión me basaré en el libro “Sobre el poder”, de Byung-Chul Han, donde analiza el concepto del poder. Lo diferencia del concepto de fuerza. Y desde diferentes perspectivas va construyendo el concepto de poder. Defiende que hay una gran confusión en relación con este concepto porque muchas veces no se sabe en qué consiste. Para unos, poder significa opresión; para otros, es un elemento constructivo de la comunicación. Es decir, el poder es un fenómeno de la forma. Lo decisivo es cómo se motiva una acción. El poder como coerción consiste en imponer decisiones propias contra la voluntad del otro. Un poder superior es aquel que configura el futuro del otro y no aquel que lo bloquea.

A partir de esta confusión teórica, Han se propone hallar un concepto dinámico de poder capaz de unificar en sí mismo las nociones divergentes respecto a él. Se trata también de mostrar que el poder no tiene por qué asumir la forma de una coerción.

Quien quiera obtener un poder absoluto no tiene por qué hacer uso de la violencia, sino de la libertad del otro. Ese poder absoluto se alcanza en el momento en que la libertad y el sometimiento coinciden del todo. Los dos extremos de la escala del poder son la violencia y la libertad. La conducción comunicativa del poder no tiene por qué producirse con represión. El poder no se basa en la opresión. Siendo un medio de comunicación, opera más bien de forma constructiva.

Por el contrario, ahí donde el poder no se presenta como coerción, apenas o muy poco se percibe como tal. El poder se disuelve en el consentimiento. Poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad. El poder no se opone a la libertad. Es la libertad la que distingue el poder de la violencia o de la coerción. El poder se incrementa con las libertades de ambas partes: por ejemplo, crece en una sociedad en la medida en que ella genera alternativas. Y una creciente intensidad de la intermediación genera más libertad o más sentimientos de libertad.

Por eso lo que incrementa la productividad es justamente la atmósfera comunicativa de confianza y reconocimiento. La relación no se intensifica simplemente mediante un robustecimiento de la influencia recíproca. Más bien, la intensificación de la relación se consigue mediante una confianza mutua o mediante un reconocimiento recíproco. Cuando falta la intermediación, el conjunto avasalla al individuo y entonces el poder tiene que recurrir aquí a prohibiciones o a mandatos. Con una intermediación intensa se produce una formación de continuidad sin coerción, pues el individuo experimenta el conjunto como si fuera su destinación propia.

De esta forma no se percibe el orden jurídico como si fuera una coerción externa, más bien representa para él su destinación propia. Ese orden jurídico es el único que lo convierte en ciudadano libre. En primera instancia, no se elude el delito por miedo al castigo, sino por reconocimiento del orden jurídico. Es decir, porque el derecho coincide con mi voluntad, con mi manera más propia de actuar, con mi libertad.

Básicamente, el poder como coerción y el poder como libertad no son distintos. Solo se diferencian en cuanto al grado de intermediación. En realidad, la represión solo representa una forma del poder, a saber, una forma con una intermediación pobre o carente de intermediación. El poder crea un sistema de relaciones, una red de comunicaciones, no quiere operar mediante el terror, sino mediante la razón. Por eso, un verdadero político ata mucho más fuertemente por la cadena de sus propias ideas. Sujeta el primer cabo al plano fijo de la razón. Hace que la libertad coincida con el sometimiento. Es decir, no hay ninguna relación de poder que no constituya un campo de saber.

Han sostiene que hay poder allí donde los hombres actúan juntos. Y que no es el consenso, sino el acuerdo basado en transigencias recíprocas lo que, en cuanto a equilibrio de poder, constituye el actuar político. Es decir, la política es una praxis del poder y de la decisión.

@SalvadorHV

jshv0851@gmail.com

Este artículo es el 499 de las entregas semanales que he venido realizando al periódico VANGUARDIA de Saltillo. El primero fue publicado el 3 de septiembre de 2010. Falta un mes para que se cumplan diez años. En esta ocasión me basaré en el libro “Sobre el poder”, de Byung-Chul Han, donde analiza el concepto del poder. Lo diferencia del concepto de fuerza. Y desde diferentes perspectivas va construyendo el concepto de poder. Defiende que hay una gran confusión en relación con este concepto porque muchas veces no se sabe en qué consiste. Para unos, poder significa opresión; para otros, es un elemento constructivo de la comunicación. Es decir, el poder es un fenómeno de la forma. Lo decisivo es cómo se motiva una acción. El poder como coerción consiste en imponer decisiones propias contra la voluntad del otro. Un poder superior es aquel que configura el futuro del otro y no aquel que lo bloquea.

A partir de esta confusión teórica, Han se propone hallar un concepto dinámico de poder capaz de unificar en sí mismo las nociones divergentes respecto a él. Se trata también de mostrar que el poder no tiene por qué asumir la forma de una coerción.

Quien quiera obtener un poder absoluto no tiene por qué hacer uso de la violencia, sino de la libertad del otro. Ese poder absoluto se alcanza en el momento en que la libertad y el sometimiento coinciden del todo. Los dos extremos de la escala del poder son la violencia y la libertad. La conducción comunicativa del poder no tiene por qué producirse con represión. El poder no se basa en la opresión. Siendo un medio de comunicación, opera más bien de forma constructiva.

Por el contrario, ahí donde el poder no se presenta como coerción, apenas o muy poco se percibe como tal. El poder se disuelve en el consentimiento. Poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad. El poder no se opone a la libertad. Es la libertad la que distingue el poder de la violencia o de la coerción. El poder se incrementa con las libertades de ambas partes: por ejemplo, crece en una sociedad en la medida en que ella genera alternativas. Y una creciente intensidad de la intermediación genera más libertad o más sentimientos de libertad.

Por eso lo que incrementa la productividad es justamente la atmósfera comunicativa de confianza y reconocimiento. La relación no se intensifica simplemente mediante un robustecimiento de la influencia recíproca. Más bien, la intensificación de la relación se consigue mediante una confianza mutua o mediante un reconocimiento recíproco. Cuando falta la intermediación, el conjunto avasalla al individuo y entonces el poder tiene que recurrir aquí a prohibiciones o a mandatos. Con una intermediación intensa se produce una formación de continuidad sin coerción, pues el individuo experimenta el conjunto como si fuera su destinación propia.

De esta forma no se percibe el orden jurídico como si fuera una coerción externa, más bien representa para él su destinación propia. Ese orden jurídico es el único que lo convierte en ciudadano libre. En primera instancia, no se elude el delito por miedo al castigo, sino por reconocimiento del orden jurídico. Es decir, porque el derecho coincide con mi voluntad, con mi manera más propia de actuar, con mi libertad.

Básicamente, el poder como coerción y el poder como libertad no son distintos. Solo se diferencian en cuanto al grado de intermediación. En realidad, la represión solo representa una forma del poder, a saber, una forma con una intermediación pobre o carente de intermediación. El poder crea un sistema de relaciones, una red de comunicaciones, no quiere operar mediante el terror, sino mediante la razón. Por eso, un verdadero político ata mucho más fuertemente por la cadena de sus propias ideas. Sujeta el primer cabo al plano fijo de la razón. Hace que la libertad coincida con el sometimiento. Es decir, no hay ninguna relación de poder que no constituya un campo de saber.

Han sostiene que hay poder allí donde los hombres actúan juntos. Y que no es el consenso, sino el acuerdo basado en transigencias recíprocas lo que, en cuanto a equilibrio de poder, constituye el actuar político. Es decir, la política es una praxis del poder y de la decisión.

@SalvadorHV

jshv0851@gmail.com