/ lunes 1 de noviembre de 2021

El Padrino | “Si te caíste ayer, levántate hoy”

Hace poco estuve recordando que desde los inicios de mi adolescencia ya bebía y tenía problemas por causa de mi abuso con el alcohol, o me peleaba, o me caía o hacía el ridículo en las fiestas o las reuniones a las que todavía en ese tiempo me invitaban. Nunca tomé alcohol de forma normal ni con medida y, además siempre pensé que las reglas eran: “pa’ romperse” al igual que comencé a romper mi propia vida.

Hoy al ver todo esto, empiezo a sospechar que ya desde entonces era alcohólico, que ya desde entonces necesitaba el alcohol para sentirme bien y aventarme con las chavas o a hacer el ridículo queriendo demostrar aptitudes que no tenía. En mi imaginación y mi ilusión etílica me imaginaba que era un karateca que a todos ponía en su lugar o un gran luchador al que todos miraban con respeto, o por otra parte que tenía un toque de sabiduría en mis palabras me sentía un sabelotodo. El alcohol me ayudaba a sentirme mejor y superior a lo que realmente era, no existía un gran problema aún, puesto que no siempre bebía aunque cuando bebía siempre tenía problemas era una paradoja que me impedía estar bien sin alcohol y con alcohol también era joven decía: puedo cambiar cuando quiera.

Pero nunca quise.

Con el tiempo quería pero no podía ya atisbaba en mi los efectos de la enfermedad del alcoholismo y aún era muy joven, no pasaba yo los 16 años, cuando mi manera de beber afecóo mi desempeño escolar. También trabajaba, pero eso me gustaba más ¡en el bar de mi papá!.

Ahí podía beber cuando yo quería y ganar propinas y eso me gustaba. Con el tiempo decidí dejar la escuela y mi papá decidió sacarme del bar. Entonces se me vino la gran idea de aprender mecánica o algo relacionado a los talleres puesto que veía que ahí todo el día tomaban y a la vez producían dinero. Ahora me doy cuenta que todo lo que hacía tenía que ser en función del alcohol si el trabajo me impedía consumir alcohol entonces no me gustaba y como ya había desertado de la escuela en la casa me exigían que hiciera algo pero todo me quitaba tiempo pa’ tomar entonces decidí irme de la casa y me asocié con otros borrachos para subsistir juntos a la edad de 17 años.

Era como un escuadrón de la muerte como los que hay en los mercados (así se les llama a los grupos de indigentes que se dedican a beber) pero de niños y niñas bien también obviamente no trabajábamos y lamentablemente empecé a robar y a allegarme el alcohol de distintas maneras. Caí en un remolino profundo y rápido y no entendía por qué por ende.

No me despido, en otra ocasión les estaré comentando lo que creo que yo sentía en ese tiempo, amable lector.

Hace poco estuve recordando que desde los inicios de mi adolescencia ya bebía y tenía problemas por causa de mi abuso con el alcohol, o me peleaba, o me caía o hacía el ridículo en las fiestas o las reuniones a las que todavía en ese tiempo me invitaban. Nunca tomé alcohol de forma normal ni con medida y, además siempre pensé que las reglas eran: “pa’ romperse” al igual que comencé a romper mi propia vida.

Hoy al ver todo esto, empiezo a sospechar que ya desde entonces era alcohólico, que ya desde entonces necesitaba el alcohol para sentirme bien y aventarme con las chavas o a hacer el ridículo queriendo demostrar aptitudes que no tenía. En mi imaginación y mi ilusión etílica me imaginaba que era un karateca que a todos ponía en su lugar o un gran luchador al que todos miraban con respeto, o por otra parte que tenía un toque de sabiduría en mis palabras me sentía un sabelotodo. El alcohol me ayudaba a sentirme mejor y superior a lo que realmente era, no existía un gran problema aún, puesto que no siempre bebía aunque cuando bebía siempre tenía problemas era una paradoja que me impedía estar bien sin alcohol y con alcohol también era joven decía: puedo cambiar cuando quiera.

Pero nunca quise.

Con el tiempo quería pero no podía ya atisbaba en mi los efectos de la enfermedad del alcoholismo y aún era muy joven, no pasaba yo los 16 años, cuando mi manera de beber afecóo mi desempeño escolar. También trabajaba, pero eso me gustaba más ¡en el bar de mi papá!.

Ahí podía beber cuando yo quería y ganar propinas y eso me gustaba. Con el tiempo decidí dejar la escuela y mi papá decidió sacarme del bar. Entonces se me vino la gran idea de aprender mecánica o algo relacionado a los talleres puesto que veía que ahí todo el día tomaban y a la vez producían dinero. Ahora me doy cuenta que todo lo que hacía tenía que ser en función del alcohol si el trabajo me impedía consumir alcohol entonces no me gustaba y como ya había desertado de la escuela en la casa me exigían que hiciera algo pero todo me quitaba tiempo pa’ tomar entonces decidí irme de la casa y me asocié con otros borrachos para subsistir juntos a la edad de 17 años.

Era como un escuadrón de la muerte como los que hay en los mercados (así se les llama a los grupos de indigentes que se dedican a beber) pero de niños y niñas bien también obviamente no trabajábamos y lamentablemente empecé a robar y a allegarme el alcohol de distintas maneras. Caí en un remolino profundo y rápido y no entendía por qué por ende.

No me despido, en otra ocasión les estaré comentando lo que creo que yo sentía en ese tiempo, amable lector.