/ viernes 12 de noviembre de 2021

El Padrino | Rehabilitando adictos

“SI TE CAÍSTE AYER, LEVÁNTATE HOY”

Tengo tantos recuerdos de ese año de 1994 después del accidente y dejar la escuela me fui de la casa y me dediqué de tiempo completo a beber y obviamente me acercaba peligrosamente a la mayoría de edad, y digo peligrosamente porque a un jovencito la mayoría de las veces se le perdonan y hasta se le solventan sus errores, hecho que ahora entiendo; es una actitud que el alcohólico trata de eternizar o prolongar hasta el final de sus días puesto que es muy cómodo que la familia y los amigos le resuelvan la vida constantemente lo que lo convierte en un desobligado y un irresponsable, en psicología le llaman el síndrome del bebé rey, porque al bebé en cuánto llora, se le acaricia, se le mece, se le carga, se le alimenta o se le atiende y esa es una sensación muy placentera que un alcohólico descubre que le conviene aparentemente o por lo menos mientras le duran sus protectores.

Más tarde cuando estos faltan o mueren, el alcohólico huye aterrado porque nunca fue autosuficiente, aunque no vivía en la casa de mis padres, mi madre me buscaba y me procuraba porque siento yo, aún me veía como un niño, siempre había sido dependiente de ellos, ahora recuerdo para esa edad yo jamás había comprado una prenda de vestir que me hubiera costado mi propio esfuerzo, aunque años atrás había trabajado en una cadena de pollo frito muy famosa de Torreón, mi sueldo era íntegramente para tomar alcohol, siempre busqué la cantidad, no la calidad y eso me llevo a experimentar con aguardiente, charanda.

En esa época no existían los mezcalitos ni ese tipo de bebidas alcohólicas tan engañosas como las de hoy, ni siquiera me imaginaba que algún día bebería alcohol de farmacia o lo peor aún, de uso industrial en presentación de perfumes o de la tapita azul, dejar la escuela fue a mi ver la peor elección que he hecho en mi vida, todo a partir de ese momento fue en picada, a mediados de ese año de 1994 el equipo de fútbol de mi comarca lagunera, (soy de Torreón, Coahuila) llegó por primera vez hasta la liguilla del torneo y todo Torreón parecía una fiesta continúa los días que antecedían a los partidos de eliminatoria, los pasábamos bebiendo, coronando la borrachera el mero día del juego y siguiéndola los días siguientes para curar la resaca obtenida por los excesos, en esas festividades me peleé, robé, me caí, me drogué, me enamoré, me emborraché, me dormí en la calle, me bañé en el río, me bañé en la calle, y todo estaba justificado, ¡nuestro Santos Laguna estaba a punto de ser campeón!... Pero no lo fue. Y tomé de decepción, ahora entiendo porque bebía si ganaba o perdía mi equipo, eso se debe a qué estoy enfermo de mis emociones y la alegría y su contraparte la tristeza son dos de ellas, al igual que la ira y el contento, la diversión y el aburrimiento, no importaba si me pasaba algo bueno o malo, mi cerebro los asimilaba como emociones y como en mi persona no había un manejo sano de ellas yo hacía lo que sentía que era lo más apropiado para aderezarlas: Beber.

Lo espero en la próxima entrega de La columna del padrino.

Email: transmiteloac@hotmail.com

“SI TE CAÍSTE AYER, LEVÁNTATE HOY”

Tengo tantos recuerdos de ese año de 1994 después del accidente y dejar la escuela me fui de la casa y me dediqué de tiempo completo a beber y obviamente me acercaba peligrosamente a la mayoría de edad, y digo peligrosamente porque a un jovencito la mayoría de las veces se le perdonan y hasta se le solventan sus errores, hecho que ahora entiendo; es una actitud que el alcohólico trata de eternizar o prolongar hasta el final de sus días puesto que es muy cómodo que la familia y los amigos le resuelvan la vida constantemente lo que lo convierte en un desobligado y un irresponsable, en psicología le llaman el síndrome del bebé rey, porque al bebé en cuánto llora, se le acaricia, se le mece, se le carga, se le alimenta o se le atiende y esa es una sensación muy placentera que un alcohólico descubre que le conviene aparentemente o por lo menos mientras le duran sus protectores.

Más tarde cuando estos faltan o mueren, el alcohólico huye aterrado porque nunca fue autosuficiente, aunque no vivía en la casa de mis padres, mi madre me buscaba y me procuraba porque siento yo, aún me veía como un niño, siempre había sido dependiente de ellos, ahora recuerdo para esa edad yo jamás había comprado una prenda de vestir que me hubiera costado mi propio esfuerzo, aunque años atrás había trabajado en una cadena de pollo frito muy famosa de Torreón, mi sueldo era íntegramente para tomar alcohol, siempre busqué la cantidad, no la calidad y eso me llevo a experimentar con aguardiente, charanda.

En esa época no existían los mezcalitos ni ese tipo de bebidas alcohólicas tan engañosas como las de hoy, ni siquiera me imaginaba que algún día bebería alcohol de farmacia o lo peor aún, de uso industrial en presentación de perfumes o de la tapita azul, dejar la escuela fue a mi ver la peor elección que he hecho en mi vida, todo a partir de ese momento fue en picada, a mediados de ese año de 1994 el equipo de fútbol de mi comarca lagunera, (soy de Torreón, Coahuila) llegó por primera vez hasta la liguilla del torneo y todo Torreón parecía una fiesta continúa los días que antecedían a los partidos de eliminatoria, los pasábamos bebiendo, coronando la borrachera el mero día del juego y siguiéndola los días siguientes para curar la resaca obtenida por los excesos, en esas festividades me peleé, robé, me caí, me drogué, me enamoré, me emborraché, me dormí en la calle, me bañé en el río, me bañé en la calle, y todo estaba justificado, ¡nuestro Santos Laguna estaba a punto de ser campeón!... Pero no lo fue. Y tomé de decepción, ahora entiendo porque bebía si ganaba o perdía mi equipo, eso se debe a qué estoy enfermo de mis emociones y la alegría y su contraparte la tristeza son dos de ellas, al igual que la ira y el contento, la diversión y el aburrimiento, no importaba si me pasaba algo bueno o malo, mi cerebro los asimilaba como emociones y como en mi persona no había un manejo sano de ellas yo hacía lo que sentía que era lo más apropiado para aderezarlas: Beber.

Lo espero en la próxima entrega de La columna del padrino.

Email: transmiteloac@hotmail.com