/ miércoles 1 de abril de 2020

Él, ora todos los días

Lo admiro y lo respeto. Lo amo, fundamentado en la fe, esa que está cimentada y arropada por el evangelio de Jesucristo, y que el alma detecta a quién pertenece, similar a aquel pasaje bíblico sobre la voz de aquel pastor que cuida y da la vida por su rebaño y que, al unísono, las ovejas reconocen el tono de su voz. Ese tono afable y misericordioso de quien acosta de su integridad física sirve de coraza y escudo ante cualquier mal.

Hace 13 años que me convertí a este credo evangélico, y aunque confieso que son más los yerros de mi precaria humanidad, sé que llegué al lugar correcto. Pese a que las cualidades como ser humano son las menos, sé que estoy en el camino correcto. Que pese a que no soy el mejor ejemplo, ni mucho menos, existe alguien sobre este universo, que dispone su voluntad y amor por el prójimo, por el desprotegido; cuan padre amoroso que ve al hijo sin defectos.

Entiendo, que todos aquellos, quienes son ajenos a nuestra fe, podrán hacer señalamientos, mofas, insultos y todo tipo de escarnios hacia la persona de Naasón Joaquín. Para él, eso no representa algo novedoso, ya que incluso los primeros cristianos y sobre todo, los profetas y enviados de Dios, padecieron exactamente igual o peor su paso por esta tierra, pero siempre, culminaron la encomienda y el papel para el cual fueron designados con en la dispensación de los tiempos que a cada uno de ellos les tocó vivir.

En medio de lo que parece ser una catástrofe mundial por la Pandemia del COVID-19, la Iglesia de La Luz del Mundo, no es ajena a esto que ocurre en todo el mundo, ya que transita en el mundo y bíblicamente está destinada a cumplir con todas las obligaciones que la situación amerite. Pese a este momento desolador por el que se comenzará a ver todo tipo de escenarios, emana una palabra de aliento y confianza para quienes se fundamentan en la fe de Dios. En una carta que nos inundó de amor y esperanza: “Dios me da tranquilidad por el amor que os tiene, que seréis guardados en su amparo dentro de sus brazos amorosos, estaréis protegido en vuestras naciones ciudades y pueblos”.

“Tened confianza, estaremos seguros, obedeced como siempre lo hemos hecho a las autoridades, obedeced a la sana doctrina que hemos aprendido, nuestros principios siempre han sido de respeto a las autoridades de todos los países, a todas sus leyes y reglamentos, lo único que nunca perderemos, que siempre defenderemos será el derecho a la adoración a nuestro Dios y su santo hijo Jesucristo, porque aún eso está establecido como un derecho del ser humano”…

En medio de esta zozobra, del temor, de la incertidumbre, del no saber qué va a pasar, nos conmina a tener confianza en el ser supremo a través de su hijo Jesucristo, hoy más que nunca la oración, esa plática íntima con Dios, esa conversación en la que ponemos en sus manos todas nuestras flaquezas resultará indispensable. Saquemos de nuestra alforja lo que nuestra alma necesita, fortalezcamos la fe para nuestra certidumbre espiritual.

Tengo la seguridad de que él ora por todos nosotros, quienes somos creyentes y para los ajenos a nuestra fe, para quienes piensan de manera distinta, todo nuestro respeto, el respeto absoluto que Naasón nos ha inculcado. Él, pese a la situación por la que traviesa, ora todos los días, sin cesar, estoico, ejemplar, honorable e inquebrantable.

Lo admiro y lo respeto. Lo amo, fundamentado en la fe, esa que está cimentada y arropada por el evangelio de Jesucristo, y que el alma detecta a quién pertenece, similar a aquel pasaje bíblico sobre la voz de aquel pastor que cuida y da la vida por su rebaño y que, al unísono, las ovejas reconocen el tono de su voz. Ese tono afable y misericordioso de quien acosta de su integridad física sirve de coraza y escudo ante cualquier mal.

Hace 13 años que me convertí a este credo evangélico, y aunque confieso que son más los yerros de mi precaria humanidad, sé que llegué al lugar correcto. Pese a que las cualidades como ser humano son las menos, sé que estoy en el camino correcto. Que pese a que no soy el mejor ejemplo, ni mucho menos, existe alguien sobre este universo, que dispone su voluntad y amor por el prójimo, por el desprotegido; cuan padre amoroso que ve al hijo sin defectos.

Entiendo, que todos aquellos, quienes son ajenos a nuestra fe, podrán hacer señalamientos, mofas, insultos y todo tipo de escarnios hacia la persona de Naasón Joaquín. Para él, eso no representa algo novedoso, ya que incluso los primeros cristianos y sobre todo, los profetas y enviados de Dios, padecieron exactamente igual o peor su paso por esta tierra, pero siempre, culminaron la encomienda y el papel para el cual fueron designados con en la dispensación de los tiempos que a cada uno de ellos les tocó vivir.

En medio de lo que parece ser una catástrofe mundial por la Pandemia del COVID-19, la Iglesia de La Luz del Mundo, no es ajena a esto que ocurre en todo el mundo, ya que transita en el mundo y bíblicamente está destinada a cumplir con todas las obligaciones que la situación amerite. Pese a este momento desolador por el que se comenzará a ver todo tipo de escenarios, emana una palabra de aliento y confianza para quienes se fundamentan en la fe de Dios. En una carta que nos inundó de amor y esperanza: “Dios me da tranquilidad por el amor que os tiene, que seréis guardados en su amparo dentro de sus brazos amorosos, estaréis protegido en vuestras naciones ciudades y pueblos”.

“Tened confianza, estaremos seguros, obedeced como siempre lo hemos hecho a las autoridades, obedeced a la sana doctrina que hemos aprendido, nuestros principios siempre han sido de respeto a las autoridades de todos los países, a todas sus leyes y reglamentos, lo único que nunca perderemos, que siempre defenderemos será el derecho a la adoración a nuestro Dios y su santo hijo Jesucristo, porque aún eso está establecido como un derecho del ser humano”…

En medio de esta zozobra, del temor, de la incertidumbre, del no saber qué va a pasar, nos conmina a tener confianza en el ser supremo a través de su hijo Jesucristo, hoy más que nunca la oración, esa plática íntima con Dios, esa conversación en la que ponemos en sus manos todas nuestras flaquezas resultará indispensable. Saquemos de nuestra alforja lo que nuestra alma necesita, fortalezcamos la fe para nuestra certidumbre espiritual.

Tengo la seguridad de que él ora por todos nosotros, quienes somos creyentes y para los ajenos a nuestra fe, para quienes piensan de manera distinta, todo nuestro respeto, el respeto absoluto que Naasón nos ha inculcado. Él, pese a la situación por la que traviesa, ora todos los días, sin cesar, estoico, ejemplar, honorable e inquebrantable.