/ jueves 15 de octubre de 2020

El enemigo sin rostro

Queridos amigos, escribo esta columna con una profunda consternación. Creo que, como seguramente muchos de ustedes, nunca imagine que este tema de la pandemia sanitaria producto del Covid-19 duraría tanto, y nos costaría tanto tiempo, tanto trabajo, tantas penas, y tantas vidas.

Lo único que nos queda en estos momentos, es la esperanza. Es el desear que las y los doctores que día a día atienden pacientes, sigan trabajando incansablemente, en la primera línea de combate. Es desear que los laboratorios que en todo el mundo se encuentran desarrollando una vacuna, alcancen con éxito el tan anhelado medicamento. Es esperar que las personas dimensionen que el virus sigue ahí, y que no podemos bajar la guardia. Es creer que, eventualmente, el gobierno federal asumirá su responsabilidad, y tratará de asumir un rol activo en la lucha contra el coronavirus.

Estimados lectores, no podemos naturalizar la muerte. Cada día, miles y miles de personas pierden la vida por esta enfermedad, y el peor error que podríamos cometer, es el de asumirlas como números. Hoy, nuestras autoridades se conforman con decir “hay menos muertos” “hay más camas vacías”, cuando lo importante es, que cada dígito en las estadísticas, es una familia que no volverá a estar junta, y que podría haber evitado esta tragedia.

Esta época histórica, simplemente nos deja más preguntas que respuestas. Ante tanta incertidumbre, por favor, no nos rindamos. Sigamos usando el cubrebocas, sigamos guardando la distancia, y sigamos cuidando nuestra salud y alimentación. Hagámoslo con la esperanza de que pronto volveremos a abrazarnos.

Descansa en paz, amigo Ramón Betancourt. Una de las plumas más sagaces de la Laguna. Tu partida es muy prematura. Mi abrazo fraterno a su familia y amigos.

Queridos amigos, escribo esta columna con una profunda consternación. Creo que, como seguramente muchos de ustedes, nunca imagine que este tema de la pandemia sanitaria producto del Covid-19 duraría tanto, y nos costaría tanto tiempo, tanto trabajo, tantas penas, y tantas vidas.

Lo único que nos queda en estos momentos, es la esperanza. Es el desear que las y los doctores que día a día atienden pacientes, sigan trabajando incansablemente, en la primera línea de combate. Es desear que los laboratorios que en todo el mundo se encuentran desarrollando una vacuna, alcancen con éxito el tan anhelado medicamento. Es esperar que las personas dimensionen que el virus sigue ahí, y que no podemos bajar la guardia. Es creer que, eventualmente, el gobierno federal asumirá su responsabilidad, y tratará de asumir un rol activo en la lucha contra el coronavirus.

Estimados lectores, no podemos naturalizar la muerte. Cada día, miles y miles de personas pierden la vida por esta enfermedad, y el peor error que podríamos cometer, es el de asumirlas como números. Hoy, nuestras autoridades se conforman con decir “hay menos muertos” “hay más camas vacías”, cuando lo importante es, que cada dígito en las estadísticas, es una familia que no volverá a estar junta, y que podría haber evitado esta tragedia.

Esta época histórica, simplemente nos deja más preguntas que respuestas. Ante tanta incertidumbre, por favor, no nos rindamos. Sigamos usando el cubrebocas, sigamos guardando la distancia, y sigamos cuidando nuestra salud y alimentación. Hagámoslo con la esperanza de que pronto volveremos a abrazarnos.

Descansa en paz, amigo Ramón Betancourt. Una de las plumas más sagaces de la Laguna. Tu partida es muy prematura. Mi abrazo fraterno a su familia y amigos.