/ domingo 18 de abril de 2021

El deber de recordar

Los supervivientes de Auschwitz y de los demás campos de exterminio nazi no han dejado de levantar la voz para pedir que la humanidad no olvide el holocausto. Lo han hecho desde hace décadas, porque saben que recordar es la única manera de evitar la repetición de este tipo de barbaries, que representó uno de los genocidios más crueles de la historia de la humanidad.
Esto lo hacen los judíos que privilegian el deber de la memoria, decididos a cumplir el juramento que hicieron en el sentido de que mientras tengan vida hablarían acerca de lo que ocurrió en los campos de exterminio, y sobre lo que millones de judíos sufrieron en las también llamadas fábricas de la muerte.
Es importante la lucha de todos ellos, que debería ser la lucha de todos los que estamos en contra de cualquier expresión de antisemitismo, de racismo, de xenofobia y de otras modalidades de intolerancia. De lo que se trata es de recordar que fueron los discursos y escritos de Hitler los que incitaron a los nazis a segar la vida de millones de judíos europeos durante la segunda guerra mundial.
Y ya entrados en materia, es importante pedir desde este espacio de opinión que se levante la voz no sólo para denunciar el antisemitismo y el repunte que este fenómeno está teniendo en varios países de Europa, sino para denunciar también los casos de intolerancia religiosa que resultan del discurso de odio, que ha encontrado en Internet y Redes Sociales sus efectivos canales de propagación.
Los seres humanos no podemos permitir el avance del discurso de odio que, invocando la libertad de expresión, “adopta expresiones diversas y adquiere diferentes niveles de gravedad, desde manifestaciones difamatorias hasta discursos que llaman abiertamente a la violencia”. Este mal origina persecuciones y manifestaciones de intolerancia, exponiendo al linchamiento moral y físico a los integrantes de las minorías étnicas y religiosas.
La pregunta es: ¿a dónde puede llevar a los grupos discriminados esta espiral de violencia religiosa, alimentada inexplicablemente por usuarios de Internet y por la pluma de periodistas que intentan justificar su comportamiento no ético en el argumento de que los dirigentes y miembros de algunos grupos religiosos encierran cosas oscuras, peligrosas o perjudiciales para sus miembros?
La respuesta a la anterior pregunta es: quieren llevar a determinadas minorías a donde la retórica de odio nazi llevó a judíos, gitanos, enfermos mentales, homosexuales, socialistas, testigos de Jehová y republicanos españoles: a la persecución sistemática y al asesinato en masa.
Puede pensar algún lector que mi afirmación es temeraria o una exageración mayúscula. Si me está leyendo, le suplico que no se precipite a hacer una valoración así; en vez de ello recuerde que los males del discurso de odio son siempre progresivos. El periodista español Guillermo Altares nos explica que en la Alemania Nazi “de los pogromos se pasó a las estrellas amarillas, luego a la deportación, al trabajo forzado y a la política de guetos y, desde el mismo momento en que empezó la II Guerra Mundial, al asesinato masivo y los campos de exterminio…”.
Como usted mismo puede ver, los crímenes de odio que hasta la fecha horrorizan a la humanidad, empezaron con el discurso de odio que miles de alemanes creyeron a pie juntillas, dando oído a la calumnia y difamación en contra de las personas pertenecientes a la raza judía, a la que Hitler y los jerarcas nazis consideraban la más inferior de todas las razas. Enseguida, se cometieron los crímenes espantosos que todos nosotros deploramos.
Insisto: no podemos permanecer impasibles mientras contemplamos que se cometen actos de violencia ligados a factores como la intolerancia por motivos de religión, un mal que ha estado ligado siempre a la opresión de las minorías religiosas.
Nuestro deber es denunciar cuando suceden estas acciones intolerantes, y enseguida recordar y pedir que no se olvide, para que el mundo entero recuerde que de ninguna manera puede tolerarse que se cometan actos tan deleznables como la intolerancia y discriminación religiosa en contra de las personas cuyo único “pecado” es ejercer su derecho a creer en lo que quieran, ya sea en una religión antiquísima, o en una de reciente formación.

Twitter: @armayacastro

Los supervivientes de Auschwitz y de los demás campos de exterminio nazi no han dejado de levantar la voz para pedir que la humanidad no olvide el holocausto. Lo han hecho desde hace décadas, porque saben que recordar es la única manera de evitar la repetición de este tipo de barbaries, que representó uno de los genocidios más crueles de la historia de la humanidad.
Esto lo hacen los judíos que privilegian el deber de la memoria, decididos a cumplir el juramento que hicieron en el sentido de que mientras tengan vida hablarían acerca de lo que ocurrió en los campos de exterminio, y sobre lo que millones de judíos sufrieron en las también llamadas fábricas de la muerte.
Es importante la lucha de todos ellos, que debería ser la lucha de todos los que estamos en contra de cualquier expresión de antisemitismo, de racismo, de xenofobia y de otras modalidades de intolerancia. De lo que se trata es de recordar que fueron los discursos y escritos de Hitler los que incitaron a los nazis a segar la vida de millones de judíos europeos durante la segunda guerra mundial.
Y ya entrados en materia, es importante pedir desde este espacio de opinión que se levante la voz no sólo para denunciar el antisemitismo y el repunte que este fenómeno está teniendo en varios países de Europa, sino para denunciar también los casos de intolerancia religiosa que resultan del discurso de odio, que ha encontrado en Internet y Redes Sociales sus efectivos canales de propagación.
Los seres humanos no podemos permitir el avance del discurso de odio que, invocando la libertad de expresión, “adopta expresiones diversas y adquiere diferentes niveles de gravedad, desde manifestaciones difamatorias hasta discursos que llaman abiertamente a la violencia”. Este mal origina persecuciones y manifestaciones de intolerancia, exponiendo al linchamiento moral y físico a los integrantes de las minorías étnicas y religiosas.
La pregunta es: ¿a dónde puede llevar a los grupos discriminados esta espiral de violencia religiosa, alimentada inexplicablemente por usuarios de Internet y por la pluma de periodistas que intentan justificar su comportamiento no ético en el argumento de que los dirigentes y miembros de algunos grupos religiosos encierran cosas oscuras, peligrosas o perjudiciales para sus miembros?
La respuesta a la anterior pregunta es: quieren llevar a determinadas minorías a donde la retórica de odio nazi llevó a judíos, gitanos, enfermos mentales, homosexuales, socialistas, testigos de Jehová y republicanos españoles: a la persecución sistemática y al asesinato en masa.
Puede pensar algún lector que mi afirmación es temeraria o una exageración mayúscula. Si me está leyendo, le suplico que no se precipite a hacer una valoración así; en vez de ello recuerde que los males del discurso de odio son siempre progresivos. El periodista español Guillermo Altares nos explica que en la Alemania Nazi “de los pogromos se pasó a las estrellas amarillas, luego a la deportación, al trabajo forzado y a la política de guetos y, desde el mismo momento en que empezó la II Guerra Mundial, al asesinato masivo y los campos de exterminio…”.
Como usted mismo puede ver, los crímenes de odio que hasta la fecha horrorizan a la humanidad, empezaron con el discurso de odio que miles de alemanes creyeron a pie juntillas, dando oído a la calumnia y difamación en contra de las personas pertenecientes a la raza judía, a la que Hitler y los jerarcas nazis consideraban la más inferior de todas las razas. Enseguida, se cometieron los crímenes espantosos que todos nosotros deploramos.
Insisto: no podemos permanecer impasibles mientras contemplamos que se cometen actos de violencia ligados a factores como la intolerancia por motivos de religión, un mal que ha estado ligado siempre a la opresión de las minorías religiosas.
Nuestro deber es denunciar cuando suceden estas acciones intolerantes, y enseguida recordar y pedir que no se olvide, para que el mundo entero recuerde que de ninguna manera puede tolerarse que se cometan actos tan deleznables como la intolerancia y discriminación religiosa en contra de las personas cuyo único “pecado” es ejercer su derecho a creer en lo que quieran, ya sea en una religión antiquísima, o en una de reciente formación.

Twitter: @armayacastro