/ viernes 28 de agosto de 2020

Demóstenes; su elocuencia lo hizo 'el orador perfecto'

Nuestro personaje de hoy es Demóstenes, el gran orador y político de Atenas, que fue un implacable defensor de la democracia e independencia de su natal Atenas, y que viviera entre los años 384 y 322 antes de Cristo (a.C.).

Fue considerado el máximo exponente ateniense, pues se enfrentó a toda clase de oradores de su época, a los que se impuso lo mismo en las tribunas que en las plazas públicas.

Luchó de manera intolerable frente a las amenazas de la pretendida invasión persa y de las ambiciones de Esparta. Su mayor gloria fue frente al usurpador Filipo, rey de Macedonia, mediante sus intervenciones oratorias conocidas como “Filípicas”.

Indiscutiblemente fue un orador extraordinario, que supo conservar el prestigio de Atenas e imponer sus ideales, gracias al gran poder de su convencimiento y a un dominio inigualado de su retórica.

Se ha dicho por parte de historiadores, que su facilidad de palabra la adquirió en la infancia a fuerza de voluntad, pues superó su tartamudez al llenar su boca con piedrecillas y hablar frente al mar.

Era hijo de un armero, pero quedó huérfano a los siete años de edad, cuyos tutores lo despojaron de sus bienes aprovechando que era un menor de edad. Sin embargo los llevó a juicio y ante los jueces pronunció sus primeros discursos.

Originalmente, ejerció como logógrafo de profesión, o sea un escritor que cobraba por componer discursos a oradores que intervenían en juicios o en plazas públicas, tal como él lo había hecho poco antes al denunciar a sus perversos tutores.

Sus dotes de oratoria constituyen la última expresión significativa de las proezas intelectuales atenienses, permitiendo el acceso a los detalles de la política y la cultura de la antigua Grecia, durante el siglo IV a.C.

Demóstenes aprendió retórica mediante el estudio de los discursos judiciales, a los 20 años de edad, siendo alumno de Iseo de Cálcide en lo relativo a la creación de discursos, y hasta posiblemente de Platón, ya que sus discursos están llenos de acontecimientos históricos de su época, muchos de ellos tomados de Tucídides.

Se ganó la vida lo mismo como escritor profesional de discursos judiciales, y como abogado, redactando textos para su uso en pleitos entre particulares; los 32 años de edad entró a la vida política, distinguiéndose por sus discursos a favor de una mejor administración de las finanzas del Estado.

Sin embargo, fue a consecuencia de la expansión macedónica y su marcada oposición a ella, lo que marcaría los grandes momentos de su vida. Durante diez años pronuncia las Tres Filípicas, las Tres Olintianas, y los Discursos sobre la paz, que plantean su ideal férreo de la necesidad de resistir ante los embates extranjeros.

Finalizando la guerra contra Filipo, participa en las negociaciones de una fallida paz, aliándose en un principio con Esquines, a quien acusaría posteriormente de estar a favor de Macedonia.

De acuerdo con los historiadores, después del malogrado encuentro en las Termópilas, Atenas establece una alianza con Tebas, pero son vencidos en Queronea en 338 a.C., huyendo Demóstenes, en calidad de soldado, del campo de batalla a fin de no ser prisionero.

Sin embargo, no perdió la confianza de sus conciudadanos y para ello dirigió obras de fortificación de la ciudad, aportando dinero de su peculio, y después de la muerte de Filipo en 336 a.C., levantó a Atenas en armas en contra de Alejandro El Grande, pero imponiéndose el macedonio, quien iniciaba en Grecia una larga conquista por toda Asia Menor, hasta llegar a India y, por otro lado, a Egipto.

Con el Discurso sobre la corona, pronunciado en 330 a.C., enfrentó de nuevo a Esquines, permitiendo ello reafirmar su posición política. Sin embargo en el año 324 se exilió de Atenas, para regresar a su ciudad natal a la muerte de Alejandro, y sostener a los atenienses en su rebelión contra Antíparo, pero ante el fracaso de ese movimiento armado y perseguido por su enemigo Arquias, terminó por suicidarse en el templo de Poseidón, en la isla de Calauria, en 322 a.C.

El llamado Canon Alejandrino, compilado por Aristófanes de Bizancio y Aristarco de Samotracia, reconoce a Demóstenes como uno de los diez mayores logógrafos y oradores áticos.

Cayo Casio Longino, por su parte, dijo: “Demóstenes perfeccionó al máximo el tono del discurso idealista, pasional, abundante, preparado y rápido”. Marco Tulio Cicerón lo consideró “el orador perfecto”, al que no le faltaba nada, y Quintiliano le alabó y reconoció como “lex orandi”, o sea “la norma de la oratoria”, entre otras consideraciones.

¡Hasta la próxima!

Nuestro personaje de hoy es Demóstenes, el gran orador y político de Atenas, que fue un implacable defensor de la democracia e independencia de su natal Atenas, y que viviera entre los años 384 y 322 antes de Cristo (a.C.).

Fue considerado el máximo exponente ateniense, pues se enfrentó a toda clase de oradores de su época, a los que se impuso lo mismo en las tribunas que en las plazas públicas.

Luchó de manera intolerable frente a las amenazas de la pretendida invasión persa y de las ambiciones de Esparta. Su mayor gloria fue frente al usurpador Filipo, rey de Macedonia, mediante sus intervenciones oratorias conocidas como “Filípicas”.

Indiscutiblemente fue un orador extraordinario, que supo conservar el prestigio de Atenas e imponer sus ideales, gracias al gran poder de su convencimiento y a un dominio inigualado de su retórica.

Se ha dicho por parte de historiadores, que su facilidad de palabra la adquirió en la infancia a fuerza de voluntad, pues superó su tartamudez al llenar su boca con piedrecillas y hablar frente al mar.

Era hijo de un armero, pero quedó huérfano a los siete años de edad, cuyos tutores lo despojaron de sus bienes aprovechando que era un menor de edad. Sin embargo los llevó a juicio y ante los jueces pronunció sus primeros discursos.

Originalmente, ejerció como logógrafo de profesión, o sea un escritor que cobraba por componer discursos a oradores que intervenían en juicios o en plazas públicas, tal como él lo había hecho poco antes al denunciar a sus perversos tutores.

Sus dotes de oratoria constituyen la última expresión significativa de las proezas intelectuales atenienses, permitiendo el acceso a los detalles de la política y la cultura de la antigua Grecia, durante el siglo IV a.C.

Demóstenes aprendió retórica mediante el estudio de los discursos judiciales, a los 20 años de edad, siendo alumno de Iseo de Cálcide en lo relativo a la creación de discursos, y hasta posiblemente de Platón, ya que sus discursos están llenos de acontecimientos históricos de su época, muchos de ellos tomados de Tucídides.

Se ganó la vida lo mismo como escritor profesional de discursos judiciales, y como abogado, redactando textos para su uso en pleitos entre particulares; los 32 años de edad entró a la vida política, distinguiéndose por sus discursos a favor de una mejor administración de las finanzas del Estado.

Sin embargo, fue a consecuencia de la expansión macedónica y su marcada oposición a ella, lo que marcaría los grandes momentos de su vida. Durante diez años pronuncia las Tres Filípicas, las Tres Olintianas, y los Discursos sobre la paz, que plantean su ideal férreo de la necesidad de resistir ante los embates extranjeros.

Finalizando la guerra contra Filipo, participa en las negociaciones de una fallida paz, aliándose en un principio con Esquines, a quien acusaría posteriormente de estar a favor de Macedonia.

De acuerdo con los historiadores, después del malogrado encuentro en las Termópilas, Atenas establece una alianza con Tebas, pero son vencidos en Queronea en 338 a.C., huyendo Demóstenes, en calidad de soldado, del campo de batalla a fin de no ser prisionero.

Sin embargo, no perdió la confianza de sus conciudadanos y para ello dirigió obras de fortificación de la ciudad, aportando dinero de su peculio, y después de la muerte de Filipo en 336 a.C., levantó a Atenas en armas en contra de Alejandro El Grande, pero imponiéndose el macedonio, quien iniciaba en Grecia una larga conquista por toda Asia Menor, hasta llegar a India y, por otro lado, a Egipto.

Con el Discurso sobre la corona, pronunciado en 330 a.C., enfrentó de nuevo a Esquines, permitiendo ello reafirmar su posición política. Sin embargo en el año 324 se exilió de Atenas, para regresar a su ciudad natal a la muerte de Alejandro, y sostener a los atenienses en su rebelión contra Antíparo, pero ante el fracaso de ese movimiento armado y perseguido por su enemigo Arquias, terminó por suicidarse en el templo de Poseidón, en la isla de Calauria, en 322 a.C.

El llamado Canon Alejandrino, compilado por Aristófanes de Bizancio y Aristarco de Samotracia, reconoce a Demóstenes como uno de los diez mayores logógrafos y oradores áticos.

Cayo Casio Longino, por su parte, dijo: “Demóstenes perfeccionó al máximo el tono del discurso idealista, pasional, abundante, preparado y rápido”. Marco Tulio Cicerón lo consideró “el orador perfecto”, al que no le faltaba nada, y Quintiliano le alabó y reconoció como “lex orandi”, o sea “la norma de la oratoria”, entre otras consideraciones.

¡Hasta la próxima!