/ viernes 14 de agosto de 2020

Constantino I, fue el primer emperador cristiano romano

Su nombre completo era Cayo Flavio Valerio Claudio Constantino (y hay quien le agregaba otro nombre en latín; Aurelius), si bien él prefería ser llamado Constantino I El Grande, pues al abdicar el emperador Diocleciano en el año 305 de nuestra era, fue proclamado nuevo emperador por las tropas que estaban en Britania al mando de su padre, Constancio Cloro.

Nuestro personaje nació en Naissus, Dacia, en la actual Serbia, en el año 280, aproximadamente, pues no hay certeza plena, siendo su madre Elena, quien más tarde fue elevada a los altares; y su padre fue el militar romano, Constancio Cloro, quien años después asumió la gubernatura de la parte occidental del Imperio y en 306 ocurrió el pronunciamiento en favor de su hijo Constantino.

Sin embargo, el nuevo emperador de Occidente tuvo varios rivales al trono imperial, de los cuales logró, poco a poco, deshacerse de ellos. En 307 contrajo nupcias con Fausta, hija de Maximiano, el viejo emperador de Occidente, y con esa unión ganó su decidido apoyo, si bien después lo obligó a suicidarse en el año 310.

A la muerte de Galerio (311), emperador que gobernaba en Roma, lo sucedió Licinio, amigo del anterior, pero Constantino logró una alianza con él al vencer en el año 312 a su cuñado Majencio, casado con su hermana Constancia e hijo del viejo Maximiano, pues también reclamaba el poder.

Para la historia, lo trascendental del reinado de Constantino consistió en haber protegido a los cristianos, por recomendación de su madre Elena y por así convenir a sus intereses; comenzando el proceso mediante el Edicto de Milán en 313, con el cual se decretaba finalizar la persecución de los seguidores de Cristo y la devolución de los bienes expropiados, que para ese entonces tendían a ser más que los que adoraban dioses paganos.

Teniendo dividido el poder con Licinio, la lucha por ser el único frente al Imperio no tardó en estallar, pero finalmente Constantino derrotó a Licinio, dándole muerte en el año 324.

Su ascenso al poder había estado muy ligado al cristianismo, máxime que les concedió importantes privilegios y donaciones a la iglesia, aunque aún sin concederles ser la religión oficial. En cambio, otras comunidades religiosas comenzaron a ser perseguidas dentro del imperio, como fue el caso de los judíos.

Hasta poco antes de su muerte, Constantino no se había bautizado como cristiano, pero creía ser el crismón por haber tenido una visión divina y por ello utilizó el monograma de Cristo en los escudos de sus soldados, con la leyenda “In signo vinces”, o sea “Con este signo vencerás”.

Admitió ser partidario de la fe cristiana y condenó las herejías, en particular la ariana en el Concilio de Nicea en 325. Sin embargo, años después volvió a llamar a los arianos y condeno a Atanasio, defensor de la fe en Nicea. A pesar de su religiosidad, en 326, durante una grave crisis política, mandó matar a su hijo y a su propia esposa, Fausta.

Constantino reconstruyó y amplió la ciudad griega de Bizancio, o sea la actual Estambul, a la que cambió el nombre por el de Constantinopla, y la convirtió en capital cristiana del Imperio, en sustitución de Roma, por ser símbolo tradicional del paganismo. Con ello inclinó la balanza del poder hacia el este, dándole una capital magnífica al futuro del Imperio Bizantino de Oriente, que posteriormente, en 1453, fue conquistado por el Imperio Otomano.

En lo político, puede decirse que con Constantino concluyeron las tendencias autoritarias del reinado de Diocleciano; se reforzó el ejército, la policía y los servicios de información, etc. Otras reformas estuvieron en el terreno económico, intentando poner freno a la crisis que arrastraba el imperio desde el siglo anterior, y para contener la inflación reformó el sistema monetario, basándolo enteramente en el oro, o sea la creación del solidus.

Constantino dio un gran impulso a la construcción de magníficos monumentos religiosos, como la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén; las basílicas de Letrán y del Vaticano, en Roma; las iglesias de Santa Sofía y de los Santos Apóstoles en Constantinopla.

Estando en lecho de muerte, le entró el remordimiento por el crimen de su hijo y esposa. Para ello solicitó ser absuelto y ser bautizado, a fin de tener la posibilidad de llegar a la Gloria de Dios.

Por voluntad legal, Constantino dividió el Imperio entre los tres hijos que le quedaban, si bien éstos pronto entraron en la disputa sucesoria absoluta, para finalmente resultar triunfador, Constancio II.

¡Hasta la próxima!

Su nombre completo era Cayo Flavio Valerio Claudio Constantino (y hay quien le agregaba otro nombre en latín; Aurelius), si bien él prefería ser llamado Constantino I El Grande, pues al abdicar el emperador Diocleciano en el año 305 de nuestra era, fue proclamado nuevo emperador por las tropas que estaban en Britania al mando de su padre, Constancio Cloro.

Nuestro personaje nació en Naissus, Dacia, en la actual Serbia, en el año 280, aproximadamente, pues no hay certeza plena, siendo su madre Elena, quien más tarde fue elevada a los altares; y su padre fue el militar romano, Constancio Cloro, quien años después asumió la gubernatura de la parte occidental del Imperio y en 306 ocurrió el pronunciamiento en favor de su hijo Constantino.

Sin embargo, el nuevo emperador de Occidente tuvo varios rivales al trono imperial, de los cuales logró, poco a poco, deshacerse de ellos. En 307 contrajo nupcias con Fausta, hija de Maximiano, el viejo emperador de Occidente, y con esa unión ganó su decidido apoyo, si bien después lo obligó a suicidarse en el año 310.

A la muerte de Galerio (311), emperador que gobernaba en Roma, lo sucedió Licinio, amigo del anterior, pero Constantino logró una alianza con él al vencer en el año 312 a su cuñado Majencio, casado con su hermana Constancia e hijo del viejo Maximiano, pues también reclamaba el poder.

Para la historia, lo trascendental del reinado de Constantino consistió en haber protegido a los cristianos, por recomendación de su madre Elena y por así convenir a sus intereses; comenzando el proceso mediante el Edicto de Milán en 313, con el cual se decretaba finalizar la persecución de los seguidores de Cristo y la devolución de los bienes expropiados, que para ese entonces tendían a ser más que los que adoraban dioses paganos.

Teniendo dividido el poder con Licinio, la lucha por ser el único frente al Imperio no tardó en estallar, pero finalmente Constantino derrotó a Licinio, dándole muerte en el año 324.

Su ascenso al poder había estado muy ligado al cristianismo, máxime que les concedió importantes privilegios y donaciones a la iglesia, aunque aún sin concederles ser la religión oficial. En cambio, otras comunidades religiosas comenzaron a ser perseguidas dentro del imperio, como fue el caso de los judíos.

Hasta poco antes de su muerte, Constantino no se había bautizado como cristiano, pero creía ser el crismón por haber tenido una visión divina y por ello utilizó el monograma de Cristo en los escudos de sus soldados, con la leyenda “In signo vinces”, o sea “Con este signo vencerás”.

Admitió ser partidario de la fe cristiana y condenó las herejías, en particular la ariana en el Concilio de Nicea en 325. Sin embargo, años después volvió a llamar a los arianos y condeno a Atanasio, defensor de la fe en Nicea. A pesar de su religiosidad, en 326, durante una grave crisis política, mandó matar a su hijo y a su propia esposa, Fausta.

Constantino reconstruyó y amplió la ciudad griega de Bizancio, o sea la actual Estambul, a la que cambió el nombre por el de Constantinopla, y la convirtió en capital cristiana del Imperio, en sustitución de Roma, por ser símbolo tradicional del paganismo. Con ello inclinó la balanza del poder hacia el este, dándole una capital magnífica al futuro del Imperio Bizantino de Oriente, que posteriormente, en 1453, fue conquistado por el Imperio Otomano.

En lo político, puede decirse que con Constantino concluyeron las tendencias autoritarias del reinado de Diocleciano; se reforzó el ejército, la policía y los servicios de información, etc. Otras reformas estuvieron en el terreno económico, intentando poner freno a la crisis que arrastraba el imperio desde el siglo anterior, y para contener la inflación reformó el sistema monetario, basándolo enteramente en el oro, o sea la creación del solidus.

Constantino dio un gran impulso a la construcción de magníficos monumentos religiosos, como la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén; las basílicas de Letrán y del Vaticano, en Roma; las iglesias de Santa Sofía y de los Santos Apóstoles en Constantinopla.

Estando en lecho de muerte, le entró el remordimiento por el crimen de su hijo y esposa. Para ello solicitó ser absuelto y ser bautizado, a fin de tener la posibilidad de llegar a la Gloria de Dios.

Por voluntad legal, Constantino dividió el Imperio entre los tres hijos que le quedaban, si bien éstos pronto entraron en la disputa sucesoria absoluta, para finalmente resultar triunfador, Constancio II.

¡Hasta la próxima!