/ martes 28 de enero de 2020

Cómo educar para la paz

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Educar, amigas y amigos, no es algo limitado al aula. La educación es un proceso integral, formativo constante, que comprende desde el despertar, hasta el último momento de conciencia. Los seres humanos siempre estamos aprendiendo, y eso significa que siempre podemos educar y enseñar a otros para construir una mejor sociedad.

En esta columna, amigas y amigos, me gustaría finalizar el tema que hemos abordado en las pasadas, la educación para la paz, puntualizando algunos aspectos clave que creo nos pueden ayudar a todos, educadores o no, a contribuir para cambiar el paradigma de la enseñanza-aprendizaje a uno que, sin menoscabo a las competencias alfanuméricas, científicas e históricas, nos permita también reforzar los elementos sociales de convivencia:

1.- La manera en que decimos las cosas, a veces es más importante que las cosas que decimos. Decirle a un niño “no puedes reprobar ninguna materia”, o decirle “trata de aprobar todas las materias”, podría tener el mismo objetivo en el fondo, pero en la forma, mientras un mensaje es proactivo, el otro pareciera una advertencia condicionante; de esa manera, la experiencia en la escuela puede convertirse en una de oportunidades infinitas, a una de expectativas y consecuencias. Todo, con un simple cambio de paradigma.

2.- Lo que decimos, no es tan importante como lo que hacemos. Un niño, por su formación emocional e intelectual, por su simple desarrollo, no tiene el mismo entendimiento que un joven o que un adulto. Para una persona en formación, más que la noción de refuerzos positivos o negativos, su principal fuente de aprendizaje está en el ejemplo de sus seres cercanos. Quien vive en paz consigo mismo y en su hogar, promueve ésta también mejor que cualquier libro.

3.- Enseñar desde el amor. El amor no es algo que se dice, es algo que se hace. Debemos de recordar que el propósito de la educación es que los niños se conviertan en adultos, y construyan su camino en la vida. Amarlos, no es obligarles, sino guiarles, ayudarles, y al final permitirles a los niños a encontrar su sueño y su vocación de vida. Recordemos que más que decirle a un niño que lo amas, lo importante es hacerle sentir amado.

4.- Estar siempre disponible. Muchas veces creemos que lo importante en la relación de enseñanza-aprendizaje, es decirle al niño lo que tiene que hacer, pero hay que tener claro que igual de importante es, escucharle. ¿Qué piensan? ¿Qué sienten? La comunicación constante debe de ser una vía de dos sentidos, y un niño no solo debe aprender a escuchar, sino también debe aprender a expresarse, darse a entender, y observar que su opinión, sus deseos, sus ilusiones, tienen un impacto en el mundo.

5.- Educar para transformar. A veces, educamos pensando en que lo importante es encajar, y buscamos como prioridad la complacencia de un sistema social, por sobre los deseos individuales. Marcel Proust decía, muy atinadamente, “Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”. Permitamos libertad en la formación, y no sólo eso, busquemos libertad en la formación, exhortemos a los niños y a las niñas a aprender algo que quieran aprender, a llevar la batuta, cuando menos ocasionalmente, del descubrimiento.

Amigos, he sido maestra por más de 35 años, en distintas ocupaciones profesionales, pero siempre preocupada y ocupada en la educación, y durante todo ese tiempo, he visto cambiar modelos educativos, reformas, paradigmas, programas, sin embargo, lo que ha sido una constante absoluta, son los valores; el amor, el respeto, la solidaridad, la comprensión, la convivencia en sociedad; inclusive, me atrevo a decir que cada año, nos damos más cuenta que lo más importante es precisamente eso, crear niñas y niños que se sientan parte de una comunidad feliz que los ama y los valora.

Educar para la paz, como conclusión de esta serie de tres columnas, es dimensionar el impacto de los valores como un marco que nos permita encontrar sentido y amor a la vida.

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Educar, amigas y amigos, no es algo limitado al aula. La educación es un proceso integral, formativo constante, que comprende desde el despertar, hasta el último momento de conciencia. Los seres humanos siempre estamos aprendiendo, y eso significa que siempre podemos educar y enseñar a otros para construir una mejor sociedad.

En esta columna, amigas y amigos, me gustaría finalizar el tema que hemos abordado en las pasadas, la educación para la paz, puntualizando algunos aspectos clave que creo nos pueden ayudar a todos, educadores o no, a contribuir para cambiar el paradigma de la enseñanza-aprendizaje a uno que, sin menoscabo a las competencias alfanuméricas, científicas e históricas, nos permita también reforzar los elementos sociales de convivencia:

1.- La manera en que decimos las cosas, a veces es más importante que las cosas que decimos. Decirle a un niño “no puedes reprobar ninguna materia”, o decirle “trata de aprobar todas las materias”, podría tener el mismo objetivo en el fondo, pero en la forma, mientras un mensaje es proactivo, el otro pareciera una advertencia condicionante; de esa manera, la experiencia en la escuela puede convertirse en una de oportunidades infinitas, a una de expectativas y consecuencias. Todo, con un simple cambio de paradigma.

2.- Lo que decimos, no es tan importante como lo que hacemos. Un niño, por su formación emocional e intelectual, por su simple desarrollo, no tiene el mismo entendimiento que un joven o que un adulto. Para una persona en formación, más que la noción de refuerzos positivos o negativos, su principal fuente de aprendizaje está en el ejemplo de sus seres cercanos. Quien vive en paz consigo mismo y en su hogar, promueve ésta también mejor que cualquier libro.

3.- Enseñar desde el amor. El amor no es algo que se dice, es algo que se hace. Debemos de recordar que el propósito de la educación es que los niños se conviertan en adultos, y construyan su camino en la vida. Amarlos, no es obligarles, sino guiarles, ayudarles, y al final permitirles a los niños a encontrar su sueño y su vocación de vida. Recordemos que más que decirle a un niño que lo amas, lo importante es hacerle sentir amado.

4.- Estar siempre disponible. Muchas veces creemos que lo importante en la relación de enseñanza-aprendizaje, es decirle al niño lo que tiene que hacer, pero hay que tener claro que igual de importante es, escucharle. ¿Qué piensan? ¿Qué sienten? La comunicación constante debe de ser una vía de dos sentidos, y un niño no solo debe aprender a escuchar, sino también debe aprender a expresarse, darse a entender, y observar que su opinión, sus deseos, sus ilusiones, tienen un impacto en el mundo.

5.- Educar para transformar. A veces, educamos pensando en que lo importante es encajar, y buscamos como prioridad la complacencia de un sistema social, por sobre los deseos individuales. Marcel Proust decía, muy atinadamente, “Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”. Permitamos libertad en la formación, y no sólo eso, busquemos libertad en la formación, exhortemos a los niños y a las niñas a aprender algo que quieran aprender, a llevar la batuta, cuando menos ocasionalmente, del descubrimiento.

Amigos, he sido maestra por más de 35 años, en distintas ocupaciones profesionales, pero siempre preocupada y ocupada en la educación, y durante todo ese tiempo, he visto cambiar modelos educativos, reformas, paradigmas, programas, sin embargo, lo que ha sido una constante absoluta, son los valores; el amor, el respeto, la solidaridad, la comprensión, la convivencia en sociedad; inclusive, me atrevo a decir que cada año, nos damos más cuenta que lo más importante es precisamente eso, crear niñas y niños que se sientan parte de una comunidad feliz que los ama y los valora.

Educar para la paz, como conclusión de esta serie de tres columnas, es dimensionar el impacto de los valores como un marco que nos permita encontrar sentido y amor a la vida.