/ domingo 5 de abril de 2020

Combate al coronavirus

Fue identificado en Wuhan, China, en diciembre de 2019. De entonces a la fecha, el Covid-19 ha infectado a un millón 200 mil personas y ha ocasionado la muerte de más de 60 mil personas alrededor del mundo. Al mismo tiempo, ha puesto bajo confinamiento a más de un tercio de la población mundial.

Las cifras antes mencionadas son reales, no son inventadas ni exageradas, como sostienen las personas y grupos que, de manera irresponsable, aseguran que el coronavirus es una farsa, que fue creado para controlar masas, y que el móvil de dicha invención son los intereses económicos y políticos.

Hablo de irresponsabilidad porque quienes producen textos, audios y videos en los que, sin argumentos viables, insisten en las teorías conspirativas sobre las supuestas causas del brote del Covid-19, ocasionan que millones de personas en el mundo se confíen y decidan hacer caso omiso a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las cuales son reproducidas por las autoridades sanitarias de cada país.

El temor al contagio se funda en los estragos físicos que el virus ha ocasionado en países de Asia, Europa y América, donde los gobiernos y la OMS han establecido medidas de prevención y control para proteger a las personas con alto riesgo de presentar complicaciones, como son las personas con hipertensión, insuficiencia renal, diabetes y sobrepeso, así como las personas mayores de 60 años.

El coronavirus tampoco es creación de los medios de comunicación masiva, ni resultado de un complot del empresario millonario Bill Gates, fundador de Microsoft, al que se señala de “estar interesado en generar el coronavirus para obtener rendimiento económico a sus inversiones en vacunas o simplemente para generar caos en Estados Unidos en un momento político en que Trump parece imparable”.

Dar crédito a este tipo de mitos y desinformación es altamente peligroso porque nos lleva a soslayar las recomendaciones de protección, entre las que figuran el aislamiento domiciliario voluntario (en algunos países, obligatorio), el cierre de fronteras y los toques de queda, así como otras medidas de prevención que resultan incomodas para la población, pero que son necesarias para evitar la transmisión y contagio del Covid-19.

El aislamiento es necesario en la actual pandemia a nivel global, más allá de que el “quédate en casa” haya modificado nuestras rutinas, hábitos y relaciones, por haber sido limitado el libre movimiento que la gente solía tener en las plazas, calles y avenidas de los pueblos y ciudades, una situación que es considerada por algunos como una violación al derecho a la libertad de tránsito, garantizado en México por el artículo 11 constitucional.

Al margen de la anterior consideración, consecuencia del malestar y de la necesidad de trabajar, así como de la incomprensión de la gente, debemos de aceptar que las medidas de la Organización Mundial de la Salud tienen fundamento y son en beneficio de nuestra salud, como también lo es la recomendación de usar mascarillas como una medida para reducir el riesgo de contagio.

Si nuestro interés es que el coronavirus no se ensañe con México, como se ensañó primero con China, luego con Italia y España, y actualmente con Estados Unidos, las únicas medidas que pueden ayudarnos a impedir el contagio son el aislamiento y la sana distancia. Y tenemos que hacerlo tomando conciencia de nuestra posición geográfica: somos vecinos de Estados Unidos, el país donde el brote epidémico es de “dimensiones históricas”, ha dicho Silvia Núñez García, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (Cisan), de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Para esta investigadora, Estados Unidos se encuentra ya en un “estado de guerra”, según lo demuestra el despliegue de mil elementos de la guardia nacional para combatir al coronavirus. Pero aclara Núñez García: “no hay un enfrentamiento físico contra otro estado, [pero] sí es una guerra contra el tiempo en la búsqueda de una cura”.

Tengamos presente que los estados del norte de México, como son Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas hacen frontera con los Estados Unidos, el país que el pasado sábado superó los 300 mil contagios y más de 8 mil fallecidos por coronavirus.

La cercanía con el país que tiene el mayor número de contagiados por Covid-19 debe obligarnos a extremar cuidados y a desarrollar en beneficio de nuestra salud la autodisciplina individual y colectiva, sin incurrir jamás en actos de discriminación, un fenómeno vergonzante que vulnera la dignidad, los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas.

Twitter: @armayacastro

Fue identificado en Wuhan, China, en diciembre de 2019. De entonces a la fecha, el Covid-19 ha infectado a un millón 200 mil personas y ha ocasionado la muerte de más de 60 mil personas alrededor del mundo. Al mismo tiempo, ha puesto bajo confinamiento a más de un tercio de la población mundial.

Las cifras antes mencionadas son reales, no son inventadas ni exageradas, como sostienen las personas y grupos que, de manera irresponsable, aseguran que el coronavirus es una farsa, que fue creado para controlar masas, y que el móvil de dicha invención son los intereses económicos y políticos.

Hablo de irresponsabilidad porque quienes producen textos, audios y videos en los que, sin argumentos viables, insisten en las teorías conspirativas sobre las supuestas causas del brote del Covid-19, ocasionan que millones de personas en el mundo se confíen y decidan hacer caso omiso a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las cuales son reproducidas por las autoridades sanitarias de cada país.

El temor al contagio se funda en los estragos físicos que el virus ha ocasionado en países de Asia, Europa y América, donde los gobiernos y la OMS han establecido medidas de prevención y control para proteger a las personas con alto riesgo de presentar complicaciones, como son las personas con hipertensión, insuficiencia renal, diabetes y sobrepeso, así como las personas mayores de 60 años.

El coronavirus tampoco es creación de los medios de comunicación masiva, ni resultado de un complot del empresario millonario Bill Gates, fundador de Microsoft, al que se señala de “estar interesado en generar el coronavirus para obtener rendimiento económico a sus inversiones en vacunas o simplemente para generar caos en Estados Unidos en un momento político en que Trump parece imparable”.

Dar crédito a este tipo de mitos y desinformación es altamente peligroso porque nos lleva a soslayar las recomendaciones de protección, entre las que figuran el aislamiento domiciliario voluntario (en algunos países, obligatorio), el cierre de fronteras y los toques de queda, así como otras medidas de prevención que resultan incomodas para la población, pero que son necesarias para evitar la transmisión y contagio del Covid-19.

El aislamiento es necesario en la actual pandemia a nivel global, más allá de que el “quédate en casa” haya modificado nuestras rutinas, hábitos y relaciones, por haber sido limitado el libre movimiento que la gente solía tener en las plazas, calles y avenidas de los pueblos y ciudades, una situación que es considerada por algunos como una violación al derecho a la libertad de tránsito, garantizado en México por el artículo 11 constitucional.

Al margen de la anterior consideración, consecuencia del malestar y de la necesidad de trabajar, así como de la incomprensión de la gente, debemos de aceptar que las medidas de la Organización Mundial de la Salud tienen fundamento y son en beneficio de nuestra salud, como también lo es la recomendación de usar mascarillas como una medida para reducir el riesgo de contagio.

Si nuestro interés es que el coronavirus no se ensañe con México, como se ensañó primero con China, luego con Italia y España, y actualmente con Estados Unidos, las únicas medidas que pueden ayudarnos a impedir el contagio son el aislamiento y la sana distancia. Y tenemos que hacerlo tomando conciencia de nuestra posición geográfica: somos vecinos de Estados Unidos, el país donde el brote epidémico es de “dimensiones históricas”, ha dicho Silvia Núñez García, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (Cisan), de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Para esta investigadora, Estados Unidos se encuentra ya en un “estado de guerra”, según lo demuestra el despliegue de mil elementos de la guardia nacional para combatir al coronavirus. Pero aclara Núñez García: “no hay un enfrentamiento físico contra otro estado, [pero] sí es una guerra contra el tiempo en la búsqueda de una cura”.

Tengamos presente que los estados del norte de México, como son Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas hacen frontera con los Estados Unidos, el país que el pasado sábado superó los 300 mil contagios y más de 8 mil fallecidos por coronavirus.

La cercanía con el país que tiene el mayor número de contagiados por Covid-19 debe obligarnos a extremar cuidados y a desarrollar en beneficio de nuestra salud la autodisciplina individual y colectiva, sin incurrir jamás en actos de discriminación, un fenómeno vergonzante que vulnera la dignidad, los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas.

Twitter: @armayacastro