/ viernes 10 de julio de 2020

Catalina 'la Grande', emperatriz de Rusia

El nombre original de la que fuera la emperatriz Catalina II de Rusia, era Sofía Augusta, princesa de Anhalt, nacida en Prusia en 1729, quien a los 16 años de edad casó con el duque Pedro, sobrino de la emperatriz Isabel de Rusia, mismo que siete años después (1762) fuera coronado como el nuevo zar, con la asignación de Pedro III, pero sólo duró seis meses en el trono a causa de su escasa popularidad.

El matrimonio de Sofía y el duque nunca tuvieron una buena relación y sus discrepancias fueron en aumento; incluso el día que Pedro ocupó el trono las dificultades con su esposa estaban en su fase crítica, al grado de amenazarla con la separación legal y encerrarla en un calabozo, pero ella, hábilmente, reaccionó encabezando una revuelta, misma que se extendió rápidamente a causa de la poca aceptación que tenía el soberano.

A consecuencia de esto último, Pedro III fue obligado a abdicar y los alzados proclamaron a la princesa Sofía como emperatriz de Rusia, con el nombre de Catalina II, y poco tiempo después, el que fuera el zar Pedro III murió asesinado, posiblemente a sugerencia de su esposa.

Desde niña, la princesa Sofía recibió una educación esmerada en Prusia y después, una vez instalada como emperatriz de Rusia, retomó la línea del zar Pedro el Grande (1672 – 1725), llevando a cabo ambiciosos planes de expansión del imperio ruso, y con la ayuda de su favorito, el príncipe Gregorii Potemkin, un hombre audaz y eficiente en lo que hacía, reorganizó el ejército, presto su ayudó a Catalina II para atraer el apoyo de la aristocracia a su política, y de esa manera formar una suntuosa corte al estilo de los reyes de Europa.

En política interna, Catalina II procuró reformas a los impuestos con el fin de preservar los intereses de la clase alta; también reorganizó la justicia, fomentó la agricultura, alentando a los grandes propietarios y dio impulso al comercio, buscando el acercamiento con los países europeos.

Potemkin emprendió una campaña bélica contra los turcos, y en 1783 logra arrebatarles Crimea para anexarla a Rusia; pero además, se apodera de los territorios aledaños al Mar Negro y organiza una escuadra naval para mantener sobre éste el dominio ruso, y de este modo las flotas mercantes del imperio contaron con protección a esa importante vía marítima para sus actividades comerciales.

Para entonces la emperatriz se gana el mote de Catalina la Grande, máxime que se afana en estrechar sus relaciones con el mundo europeo, en parte por su inclinación a causa de su origen prusiano, pero también porque deseaba la amistad de aquéllos como respaldo a sus ambiciones, y porque estaba convencida de que la cultura de Europa enriquecería a su país.

Dio cabida en su corte a todos los hombres sabios, a filósofos y literatos, especialmente franceses, auspiciando para ello tertulias y eventos donde pudiera manifestarse la cultura, pues ella misma era una mujer culta, que lo mismo escribía en ruso y en francés, sosteniendo correspondencia con las figuras más sobresalientes del enciclopedismo, como Voltaire, Rousseau y Montesquieu, y así alcanzar una gran perfección en el género epistolar.

Catalina compuso algunas piezas teatrales de carácter satírico, entre ellas la titulada “El burlador burlado” y otras más en las que exponía temas de filosofía o cuestiones polémicas, e hizo publicar el primer libro de leyes rusas. Consiguió dar a su gobierno el lustre intelectual que deseaba, pero no bastó para borrar los excesos de su mala conducta privada, tachada de inmoral, y por ello su vida licenciosa corrió aparejada a sus ambiciones, al grado de ser llamada “La Semíramis del Norte”.

Colocó a su país en una buena situación entre las naciones del mundo, pero el pueblo ruso jamás logró disfrutar de alguna ventaja de esa posición, dado el contraste entre la desmedida opulencia de unos cuantos y la miseria de la mayoría. Fue típica gobernante del despotismo ilustrado, y a su muerte, en 1796, su hijo Pablo I toma la corona de Rusia.

¡Hasta la próxima!

El nombre original de la que fuera la emperatriz Catalina II de Rusia, era Sofía Augusta, princesa de Anhalt, nacida en Prusia en 1729, quien a los 16 años de edad casó con el duque Pedro, sobrino de la emperatriz Isabel de Rusia, mismo que siete años después (1762) fuera coronado como el nuevo zar, con la asignación de Pedro III, pero sólo duró seis meses en el trono a causa de su escasa popularidad.

El matrimonio de Sofía y el duque nunca tuvieron una buena relación y sus discrepancias fueron en aumento; incluso el día que Pedro ocupó el trono las dificultades con su esposa estaban en su fase crítica, al grado de amenazarla con la separación legal y encerrarla en un calabozo, pero ella, hábilmente, reaccionó encabezando una revuelta, misma que se extendió rápidamente a causa de la poca aceptación que tenía el soberano.

A consecuencia de esto último, Pedro III fue obligado a abdicar y los alzados proclamaron a la princesa Sofía como emperatriz de Rusia, con el nombre de Catalina II, y poco tiempo después, el que fuera el zar Pedro III murió asesinado, posiblemente a sugerencia de su esposa.

Desde niña, la princesa Sofía recibió una educación esmerada en Prusia y después, una vez instalada como emperatriz de Rusia, retomó la línea del zar Pedro el Grande (1672 – 1725), llevando a cabo ambiciosos planes de expansión del imperio ruso, y con la ayuda de su favorito, el príncipe Gregorii Potemkin, un hombre audaz y eficiente en lo que hacía, reorganizó el ejército, presto su ayudó a Catalina II para atraer el apoyo de la aristocracia a su política, y de esa manera formar una suntuosa corte al estilo de los reyes de Europa.

En política interna, Catalina II procuró reformas a los impuestos con el fin de preservar los intereses de la clase alta; también reorganizó la justicia, fomentó la agricultura, alentando a los grandes propietarios y dio impulso al comercio, buscando el acercamiento con los países europeos.

Potemkin emprendió una campaña bélica contra los turcos, y en 1783 logra arrebatarles Crimea para anexarla a Rusia; pero además, se apodera de los territorios aledaños al Mar Negro y organiza una escuadra naval para mantener sobre éste el dominio ruso, y de este modo las flotas mercantes del imperio contaron con protección a esa importante vía marítima para sus actividades comerciales.

Para entonces la emperatriz se gana el mote de Catalina la Grande, máxime que se afana en estrechar sus relaciones con el mundo europeo, en parte por su inclinación a causa de su origen prusiano, pero también porque deseaba la amistad de aquéllos como respaldo a sus ambiciones, y porque estaba convencida de que la cultura de Europa enriquecería a su país.

Dio cabida en su corte a todos los hombres sabios, a filósofos y literatos, especialmente franceses, auspiciando para ello tertulias y eventos donde pudiera manifestarse la cultura, pues ella misma era una mujer culta, que lo mismo escribía en ruso y en francés, sosteniendo correspondencia con las figuras más sobresalientes del enciclopedismo, como Voltaire, Rousseau y Montesquieu, y así alcanzar una gran perfección en el género epistolar.

Catalina compuso algunas piezas teatrales de carácter satírico, entre ellas la titulada “El burlador burlado” y otras más en las que exponía temas de filosofía o cuestiones polémicas, e hizo publicar el primer libro de leyes rusas. Consiguió dar a su gobierno el lustre intelectual que deseaba, pero no bastó para borrar los excesos de su mala conducta privada, tachada de inmoral, y por ello su vida licenciosa corrió aparejada a sus ambiciones, al grado de ser llamada “La Semíramis del Norte”.

Colocó a su país en una buena situación entre las naciones del mundo, pero el pueblo ruso jamás logró disfrutar de alguna ventaja de esa posición, dado el contraste entre la desmedida opulencia de unos cuantos y la miseria de la mayoría. Fue típica gobernante del despotismo ilustrado, y a su muerte, en 1796, su hijo Pablo I toma la corona de Rusia.

¡Hasta la próxima!

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